El petróleo es un hidrocarburo utilizado como fuente de energía o materia prima de múltiples productos. Ambas características hacen que su precio sea mucho más volátil que el de las manufacturas. También que sea más importante, pues tiene una elevadísima demanda. En 2018, las compras diarias a nivel mundial ascendieron a 98,7 millones de barriles.
Por el lado de la demanda, la volatilidad está principalmente relacionada con el nivel de crecimiento de la economía mundial. Por el de la oferta, tiene tres principales causas: la mayor parte de la producción está concentrada en un reducido número de países, la capacidad de ajustar rápidamente la producción a la demanda es escasa y existen pocos buenos sustitutivos del crudo, especialmente en el transporte, aunque cada hay más y mejores.
En 2018, la producción media de petróleo alcanzó los 99 millones de barriles diarios (mbd). Los tres principales países productores fueron EEUU, Rusia y Arabia Saudí con 16,7, 11,4 y 10,3 mbd, respectivamente. La OPEP concentró el 31,8% de la oferta total. Una cuota muy estimable, pero lejos del máximo histórico alcanzado en 1973.
No obstante, para continuar alterando el precio del crudo mediante variaciones de su producción, la OPEP ha alcanzado un acuerdo de cooperación con diez países. La nueva alianza recibe el nombre de OPEP+ e incorpora a productores tan importantes como Rusia, México y Kazajistán. Su cuota de mercado se aproxima mucho a la que tenía la organización en 1973.
En el próximo año, las repercusiones de la guerra comercial iniciada por EEUU contra distintas naciones, el escaso crecimiento económico de países desarrollados orientados esencialmente hacia la exportación (Alemania, Holanda...) y la existencia de importantes problemas en algunos emergentes (Brasil, Turquía o Argentina) provocarán una gran desaceleración de la economía mundial. Según mi opinión, ésta pasará de crecer a un ritmo del 3,8% en 2018 a hacerlo a alrededor del 2,7% en 2020.
Dicha negativa perspectiva afectará al mercado del petróleo. Aunque la demanda mundial seguirá creciendo, lo hará en una menor magnitud que en años anteriores. Si en el período 2010-2018 el aumento medio fue de 1,24 mbd, considero probable que en 2020 el incremento de las ventas no llegue a los 0,9 mbd.
La demanda especulativa será casi inexistente. Solo comprarán virtualmente petróleo aquellos inversores que crean que existirá un gran estrangulamiento en la oferta por motivos políticos. El que más la afectaría sería el inicio de un conflicto bélico entre Arabia Saudí e Irán. El empeoramiento de la situación política en Venezuela o la continuidad de la guerra civil en Libia ya están descontados en la actualidad por el mercado.
No obstante, la producción en los países que no forman parte de la OPEP+ seguirá creciendo. El principal impulsor será EEUU, gracias al empleo masivo de la técnica del fracking y a las grandes inversiones realizadas en la industria del crudo durante la última década. Según dicha organización, su oferta aumentará en 2020 en alrededor de 1,5 mbd (un 8,3%). Un incremento superior a la caída de la de Irán por las sanciones impuestas.
El próximo año es muy improbable que la anterior alianza acuerde una sustancial reducción de su producción. Arabia Saudí, el país que casi siempre está dispuesto a disminuirla en un mayor porcentaje, tendrá una predisposición escasa o nula. El principal motivo será el elevado incremento de sus gastos militares, debido a su apoyo a una de las facciones que luchan en la guerra civil de Yemen y a su mayor protección contra un posible ataque de Irán.
Un crecimiento de la oferta superior a la demanda, unido a las desilusionantes perspectivas económicas, pueden llevar al precio medio del barril Brent por debajo de los 50 dólares en 2020. Dicho importe casi no afectará al volumen de la producción futura extraída en EEUU mediante la técnica del fracking. En los últimos años, la disminución de costes lograda permite que, si el crudo se sitúa en el anterior nivel, los pozos sigan siendo rentables.
La anterior sería una buena noticia para la economía española, pues la elevada dependencia energética del país respecto a las importaciones hace que un aumento del precio de petróleo disminuya su crecimiento económico y una bajada lo aumente.
Un notorio ejemplo de este último caso sucedió en 2015 y 2016. En dicho período, el importe promedio se redujo un 54,7%, al pasar éste de 99,54 a 45,1 dólares. En el conjunto de ambos años, la caída del precio impulsó el PIB alrededor de un 1,3%. Después de la política monetaria, el petróleo constituyó el principal factor de carácter internacional que estimuló el crecimiento económico del país durante la etapa señalada.
En definitiva, si no hay un conflicto bélico que lo impida o un grave problema de carácter político, el precio del petróleo caerá en 2020. El motivo será un crecimiento de la oferta superior al de la demanda. Aunque la economía mundial se recupere en los siguientes años, en el próximo lustro es muy improbable que el importe del crudo vuelva a situarse por encima de los 100 dólares, tal y como estuvo entre los años 2011 y 2013.
Los principales motivos serán un gran incremento de la oferta en EEUU y una moderación de la demanda debido a la creciente competencia de las energías renovables, la creciente popularidad del transporte no impulsado por combustibles fósiles y las medidas para combatir el cambio climático.