El pasado miércoles se cumplió el plazo para que los partidos se pusieran de acuerdo en abaratar el coste de la campaña electoral. Como ya ocurriera en las anteriores elecciones, no hubo acuerdo ni para unificar el mailing (los envíos de papeletas e información electoral a los domicilios) ni para eliminar las banderolas de las farolas y la publicidad exterior ni para fijar el número de debates electorales en televisión.
¿Cómo nos va a extrañar que los partidos sean incapaces de alcanzar acuerdos para formar gobiernos de coalición o pactos de legislatura si ni siquiera en las cosas más nimias consiguen el consenso? Cosas nimias porque se refieren a cuestiones de procedimiento o de mecanismos electorales, pero significativas porque afectan al gasto público y más cuando el desacuerdo se produce en un periodo en el que se van a celebrar cuatro elecciones generales en cuatro años, una situación insólita en Europa.
La unificación del envío de papeletas a los domicilios ya se discutió en las últimas elecciones, con el mismo fracaso que ahora, y en anteriores convocatorias ni siquiera se planteó cuando es una necesidad tan evidente que no debería ni ponerse en cuestión. En primer lugar, si los colegios electorales disponen ya de papeletas, qué necesidad hay de enviarlas a los domicilios, pero, si se hace, lo lógico sería que todos los partidos lo hicieran en el mismo sobre y no cada uno por su cuenta. Esta vez la iniciativa del pacto ha partido del PSOE y de Ciudadanos, pero el PNV frustró el acuerdo, acusando de “cínicos y demagogos” a los proponentes porque solo reducía el gasto en un 10% y perjudicaba a los partidos de ámbito territorial (?). Ahora ha sido el PNV, aunque el PP también era reticente con argumentos tan peregrinos como que en los pueblos la gente necesita toda la información y no se puede renunciar a que los electores lleven las papeletas desde casa. Desde casa, pero ¿por qué no en el mismo sobre?
El PSOE, pese a proponerlo, al final también se enfrió alegando que el envío conjunto de papeletas requería un estudio logístico y técnico previo. ¿Cuántos años han tenido para hacerlo y no lo han hecho? Ciudadanos, por su parte, incluyó en el frustrado pacto que hubiera dos debates televisivos, pero el PSOE solo quiere uno. La misma canción de siempre. Los debates deberían estar regulados por la ley electoral o al menos por un pacto interpartidario que no pusiera en duda su celebración y que esta no dependiera del humor o de los intereses del gobernante de turno.
En realidad, todo son excusas para seguir como hasta ahora. Según Ciudadanos, el ahorro en el envío unificado de papeletas sería de 20 millones de euros, aunque cálculos en elecciones anteriores lo elevaban al doble.
Los partidos son incorregibles, sobre todo cuando se trata de gastar dinero público, y no son conscientes de la influencia que tienen estas decisiones, aparentemente menores, en la desafección de la gente hacia la política. Una desafección que ha batido récords en el último barómetro del CIS: el 43,5% de los 5.906 encuestados entre el 1 y el 18 de septiembre –cuando aún se intentaba la investidura luego frustrada— sitúan a los partidos y a los políticos como uno de los tres principales problemas de España, solo por detrás del paro (60%).
Cuando el CIS empezó a preguntar por esta cuestión (1985), la desafección era destacada solo por el 4,7% y ha ido creciendo desde entonces, con un acelerón desde el 2015, año en que se inició la actual inestabilidad política con la repetición de las elecciones por primera vez en junio del 2016. Desde las elecciones de diciembre del 2015, la imagen de los políticos (entonces era mala para el 14,8%) ha empeorado más de 30 puntos y ninguno de los líderes llega al aprobado (Pedro Sánchez es el mejor valorado, con 4,3 puntos).
A la vista de la reincidencia de los políticos en el error, tanto en el fondo como en las formas, no puede sorprender que todos los sondeos auguren para el 10 de noviembre un aumento de la abstención.