Hace treinta años, a finales de los 80, tuve la primera supuesta amenaza de Terra Lliure, con motivo de un artículo de opinión en el que hablaba del 11 de septiembre de 1714.
Mi tesis era la del historiador Jaume Vicens Vives: que con la triste caída de la Generalitat, Cataluña pasó de la Edad Media a la época contemporánea con el permiso para comerciar con las Indias –como mi abuela llamaba a América–, y produjo la industrialización de la provincia de Barcelona.
Con los Austrias, nuestros antepasados podían comerciar a través de Sevilla y Cádiz: ni Barcelona, Valencia, Málaga, Santander (que entonces era de Castilla la Vieja), ni A Coruña tenían el permiso real. Todo estaba controlado a través de la aduana del Archivo General de las Indias con sede en Sevilla.
Mi artículo fue boicoteado por una empleada indepe de la imprenta, que tres años después me dijo, cuando fue despedida, que el nombre de Felipe II fue sustituido adrede por Felipe V para que los lectores creyeran que era un cateto. Dada mi buena fe, ingenuidad, pensé que el error había sido involuntario, pero me lo confirmó cuando la habían despedido. No le dije nada, pero pensé que era una mala persona. Era muy ingenuo; aún sigo siéndolo…
A raíz de ese artículo, recibí varias amenazas. A la misma hora me tiraban una piedra a la puerta de cristal de la escalera del inmueble donde estaba la Revista del Vallès. No hice caso hasta que una tarde me informaron de que eran de Terra Lliure…
Como el descerebrado actuaba a la misma hora, denuncié el hecho a la Policía Nacional. El día siguiente vino un comisario del CNI, entonces CESID: que habían detenido al descerebrado con las manos en la masa…
No era un desconocido. Era el hijo de un colaborador que hacía las crónicas de atletismo; el padre se disculpó, pero dejó de colaborar en la sección de Deportes…
Fue la primera vez que me amenazó Terra Lliure.