En la actualidad, la economía mundial y la española se parecen muy poco a como eran doce años atrás. Por dicho motivo, la gran desaceleración de la primera no provocará que la segunda caiga en recesión. Las principales diferencias son las siguientes:
1) La génesis de los problemas estaba en los países desarrollados, ahora se encuentra en los emergentes. Durante gran parte de la pasada década, un elevado aumento del precio de la vivienda en diversas naciones avanzadas generó la aparición de distintas burbujas inmobiliarias. Su explosión provocó la mayor crisis económica desde 1973.
En la actualidad, el principal peligro de la economía mundial se sitúa en los países emergentes. Un gran número de ellos está muy endeudado, ya sea su sector público, el privado o ambos. En la mayoría de los casos, lo está en dólares y, en los últimos años, la divisa norteamericana se ha revalorizado mucho respecto a sus monedas nacionales. Además, entre 2008 y 2017, los ingresos obtenidos por exportaciones han disminuido notablemente, pues el precio ponderado de las materias primas ha bajado el 32,1%.
2) La banca restringió considerablemente el crédito, ahora está deseosa de aumentarlo. De manera directa o indirecta, el estallido de las burbujas inmobiliarias llevó a numerosos bancos a la quiebra y generó en muchos otros cuantiosas pérdidas. Para reducir su nivel de riesgo, las entidades financieras recortaron en gran medida el nuevo crédito concedido. La economía se quedó sin gasolina y la caída del PIB fue abrupta.
Actualmente, la banca europea está deseosa de conceder más préstamos. Los puede otorgar sin incurrir en grandes riesgos adicionales porque su nivel de solvencia es mucho más elevado que una década atrás. No obstante, falta demanda solvente, pues las familias y las empresas son ahora mucho más prudentes.
3) El endeudamiento privado. Entre 2000 y 2007, el endeudamiento en España de los hogares y las compañías creció excesivamente. En los primeros, del 42% al 81,1%, y en las segundas, del 61% al 124% del PIB. Impulsó mucho el gasto del sector privado y fue una de las principales claves del gran crecimiento económico obtenido durante dicho período. Un incremento del PIB no sustentado en grandes pilares, sino en frágiles palillos.
En la última década, la tendencia ha sido la contraria. Entre 2008 y 2018, las familias lo redujeron del 81,1% al 58,9% y las empresas, del 124% al 74,3%. Por lo tanto, dados los bajos intereses actuales y la magnífica oferta a tipo fijo, ambas pueden incrementar ligeramente sus deudas sin poner en peligro su futura solvencia.
4) El endeudamiento público. En 2007, España consiguió un superávit público del 1,9% y una ratio de deuda pública / PIB muy baja (39,5%). No obstante, ambos datos tenían como base una eventual y elevada recaudación tributaria, pues esta estaba en gran medida respaldada por un gran ritmo de construcción y venta de viviendas. Una característica que contribuyó decisivamente a que entre 2008 y 2009 Hacienda dejara de ingresar 82.643 millones de euros.
En 2018, el anterior cociente se situó en el 97,1% del PIB, pues, en los peores años de la crisis, el sector público sustituyó al privado como impulsor de la economía. No obstante, no es un dato preocupante. El motivo es el escaso coste de la deuda en circulación. En agosto de 2019, el tipo de interés anual se situó en el 2,29%, casi la mitad del sufragado en 2007 (4,52%).
5) Exportaciones de bienes. Hace doce años, España tenía un sector exportador mucho menos potente que en la actualidad. El principal motivo era que la demanda nacional permitía cubrir las expectativas de negocio de la mayoría de pymes. Durante la crisis, su elevada caída hizo que las empresas tuvieran mucho más interés por vender en el exterior, lograran establecer buenos canales de comercialización y el país aumentara notablemente sus exportaciones. Entre 2008 y 2018, los ingresos por ventas de bienes al extranjero aumentaron un 50,4%.
A pesar de la ralentización económica mundial, el sector exterior continua teniendo un buen comportamiento. Una muestra es el PIB interanual del segundo trimestre de 2019. En dicho período, la demanda exterior neta fue positiva y aportó siete décimas al crecimiento. En cambio, en el cuarto período de 2007, tuvo un carácter negativo y restó cuatro.
6) El sector de la construcción. En 2007, el sector estaba en pleno auge. El número de viviendas proyectadas era de 603.000 unidades. Una cifra excesivamente elevada, pues nunca se han vendido más de 377.156 pisos nuevos (máximo histórico de 2006). En 2018, probablemente las visadas se sitúen alrededor de las 125.000. Una guarismo claramente inferior a la media histórica de los últimas tres décadas.
7) Del déficit al superávit. Hace doce años, España tenía un gran déficit respecto al exterior (el 9,7% del PIB) y los españoles vivían muy por encima de sus posibilidades. Desde la llegada de la democracia, nunca lo había hecho tanto. En 2018, el país obtuvo un superávit del 1,5%. En otras palabras, vivió por debajo de sus posibilidades, exportó más que importó, ahorró en mayor medida que invirtió y devolvió una parte de la deuda acumulada en años anteriores.
En definitiva, la economía española está mucho mejor en 2019 que en 2007. A pesar de que este año creceremos un 2% y hace más de una década alcanzamos el 3,5%. En el momento actual, dicha cifra no es lo más importante, sino la capacidad de resistencia de la economía nacional ante el empeoramiento de la mundial. Antes, éramos un flan; ahora, casi un roble. Una notable diferencia.