Pedro Sánchez, candidato socialista a la investidura, único con posibilidades de formar gobierno después de las últimas elecciones parlamentarias, ha vuelto a perder la votación en segunda vuelta.
Con los resultados salidos de las urnas, la única posibilidad para formar gobierno implica un pacto entre los dos partidos de izquierdas con la ayuda de grupos minoritarios de ámbito regional. Ahora se abren dos posibilidades: o un pacto de gobierno en setiembre, o nuevas elecciones en noviembre. El sentir general es que el pacto no puede esperar y que a nadie conviene una repetición de elecciones.
Creo que más que culpables, existen responsabilidades y casi ningún partido estaría exento de ellas. Des de un inicio, Pedro Sánchez había manifestado su deseo de hacer un gobierno monocolor mediante un pacto programático, de colaboración con Unidas Podemos (UP), pero buscando otros consensos con el resto de grupos de la cámara. Pero cualquier otra alternativa que no fuera pactar un gobierno de coalición con UP y la abstención de partidos independentistas se ha mostrado inviable, no por Sánchez, sino por la negativa de otros partidos mayoritarios a abstenerse en la segunda votación. Por su parte, UP siempre ha dicho que deseaba un gobierno de coalición en el que UP tuviera capacidad de gobernar.
Con estos mimbres se empezó a negociar. Pero para llegar a acuerdos hace falta algo más que verbalizar que se quiere conseguir algún acuerdo. Entre otras cosas, hace falta que la negociación garantice a los negociadores que las renuncias a las que se somete al adversario para conseguir el pacto no entran en el ámbito de lo inasumible. Es decir, no se quiera forzar al adversario a moverse más allá de lo que llamamos puntos de ruptura. Creemos que en este caso, con las premisas de partida era casi imposible conseguirlo.
En la gráfica, se ha representado en línea roja al PSOE y en línea morada a UP. Para cada uno de los dos partidos hay una zona de confort y una de ruptura que se halla en los extremos opuestos. Entre ambas situaciones es posible la negociación, siempre y cuando exista un cierto cabalgamiento entre los escenarios de negociación que plantea cada uno de los dos partidos.
Entre las dos líneas (roja y morada) se han situado los posibles escenarios de la negociación (siete en total), ordenados según se acerquen más o menos a las zonas de confort de los dos partidos.
En el caso de la negociación para un pacto de gobierno entre PSOE y UP, el escenario más confortable para el PSOE es el número 1: gobernar en solitario con acuerdos puntuales con los diferentes partidos de la cámara. Para UP, como no tiene capacidad para gobernar solo, la zona de máximo confort sería el escenario número 7, entrar en gobierno en coalición con el PSOE y conseguir que la acción de gobierno que se visualice sea prioritariamente la suya. Es lógico pensar que tanto una opción como la otra excluyen del ámbito de la negociación al contrario.
En las líneas que hemos dibujado, tal y como se ha planteado la negociación, el acuerdo es prácticamente inviable si no se acepta el escenario número 4, a partir del cual existe el punto de ruptura.
El PSOE tiene derecho a exigir que se forme un gobierno de máxima estabilidad, en el que todos sus miembros conserven el principio de lealtad, y pueda controlar y supervisar a los miembros que formen parte de él. UP puede exigir pactar el programa de gobierno y formar parte de él, pero es ilusorio pensar que puede plantearse formar parte del gobierno en plano de igualdad, ya que eso implica preparar el escenario para la propia destrucción del PSOE, ya que lo obligaría a tener un competidor en casa y estar más pendiente de las declaraciones y actuaciones de UP que de dar impulso a sus propias políticas; mostraría a los ciudadanos un gobierno poco cohesionado; se alejaría de la centralidad, de aquello que es aceptable para la mayoría de los españoles, y sin la que es difícil ganar elecciones. Más cuando UP ha verbalizado en repetidas ocasiones que quiere entrar en el gobierno para controlar al PSOE y ya se desmarcó del pacto de Toledo, en aras de una posible campaña electoral. A esto se añade la incertidumbre que genera la falta de experiencia de gobierno de UP.
Creo que aunque sea doloroso, le toca a UP mover ficha y aceptar la última oferta del PSOE, porque más no va a obtener de Pedro Sánchez, y negarle la investidura significaría firmar su propia destrucción. Este no es el juego del “todo o nada”, es el juego de conseguir aquello que es posible conseguir: un pacto de izquierdas liderado por el PSOE con presencia de UP, bajo los principios de lealtad y no competición dentro del gobierno, que permita empezar a adquirir experiencia de gobierno y los prepare, con mayor credibilidad para el futuro. Además, UP ha de dejar margen al PSOE para negociar, con otros partidos, políticas igualmente necesarias para el país, que requieran el concurso de mayorías más amplias para su aprobación.
Cuanto antes, mejor, porque nos basta y nos sobra con los sudores que da el calor.