Hace unos días, TV3 emitió un reportaje sobre la salud del catalán. Antes ya de emitirse, la polémica rodeó la producción porque en la publicidad que invitaba a ver Llenguaferits se traslucía que partía del supuesto que sólo son catalanas las personas que tienen como lengua materna el catalán. También planteaba como algo negativo el hecho que el castellano siga siendo, a pesar de la inmersión lingüística, la lengua principal con la que se comunican niños, niñas y adolescentes a la hora del patio. El reportaje llegaba incluso a comparar Netflix con el franquismo por la amenaza que supuestamente representa para la supervivencia del catalán.
Uno de los entrevistados se quejaba de que no podía dirigirse en catalán a su tostadora, lo que provocó un alud de gags en redes sociales y que el debate se centrara en algo anecdótico sin abordar una cuestión de fondo y mucho más importante: la del uso que estamos haciendo de nuestros medios públicos de comunicación.
¿Es pertinente hacer un reportaje sobre la salud del catalán? Lo es, porque Cataluña es una sociedad bilingüe que ha sido capaz de recuperar una lengua que no se utilizaba en las instituciones ni se estudiaba en las colegios y que estuvo en riesgo de desaparecer. ¿Cuál es la forma de hacerlo? Seguramente hay muchas respuestas, pero una de ellas no es creando una vinculación identitaria entre lengua y catalanidad y menos aún visualizando que el castellano, la lengua materna de más de la mitad de la población, es una amenaza.
No lo es porque justamente una de las misiones de TV3 es contribuir a la normalización del catalán en toda la ciudadanía, la que lo tiene como primera lengua y la que no. Y esta no es la forma de conseguirlo. También porque la misión de los medios públicos es reflejar la diversidad de la sociedad y poner en valor la riqueza que representa que se hablen varias lenguas. Lo dice el Libro de Estilo que debería guiar la actuación de TV3.
En la comisión de control a la CCMA celebrada tras la emisión del reportaje en el Parlament, ninguno de sus directivos o responsables fue capaz de reconocer ni un solo error. El director de TV3, Vicent Sanchis, defendió sin matices la oportunidad del reportaje y la manera en que se había elaborado. La presidenta de la CCMA, Núria Llorach, simplemente calló.
Las encuestas del CEO reflejan desde hace años el alejamiento de una parte notable de la ciudadanía de nuestros medios públicos, la de aquella que no es partidaria de la independencia y la que no forma parte del imaginario identitario de lo que significa la catalanidad para unas determinadas opciones políticas. También constatan que esto no era así hace una década, cuando TV3 era el canal de referencia para los votantes de formaciones políticas muy distintas, con preocupaciones diferentes y lenguas maternas dispares.
Si hacemos un repaso a los documentales y reportajes en profundidad que ha emitido TV3 en los últimos años constatamos el desequilibrio que existe en la atención que se dedica a todas aquellas cuestiones relacionadas con el procés en contraste con otros problemas urgentes y trascendentales. Por ejemplo, los efectos que han tenido los recortes que han provocado graves déficits en servicios básicos como la sanidad, la educación y la dependencia. Hace unos días el Idescat constataba que la cifra de pobreza ha batido el récord de los últimos 15 años situándose en el 21,3% de la población. Los colectivos más afectados son la gente mayor, los inmigrantes y las mujeres. ¿Cómo viven estas personas que no tienen acceso al nivel mínimo de lo que se considera una vida digna? No lo sabemos por nuestros medios públicos, que no han profundizado en esta cuestión como sí lo hacen con otras.
Con motivo del evento Cims per la llibertat, nuestros medios públicos hicieron un despliegue informativo que implicó que varios equipos de TV3 siguieran el ascenso de grupos de personas a cuatro montañas, conexiones en directo y el alquiler de drones para tener imágenes aéreas. Sin embargo, el día en que los médicos de atención primaria se concentraron en las puertas del Parlament con momentos de gran tensión, no había desplazada ni siquiera una unidad móvil a pesar de que la manifestación estaba anunciada desde hacía días. Ejemplos como este los vemos cada semana. No se escatiman recursos para cualquier actividad vinculada al procés, pero la emergencia social que denuncia el Tercer Sector no merece mayor atención. Tampoco los problemas de desigualdad, como la violencia machista que es una preocupación creciente a raíz de las violaciones en grupo, o los ataques al colectivo LGTBI. En todos estos años no hemos visto ni un solo reportaje en profundidad sobre lo que ha representado el procés para aquella parte de la población que no es partidaria de la independencia a pesar que el CAC ha pedido a TV3 que lo haga para equilibrar los muchos reportajes que se han emitido en sentido contrario.
Plantear la situación del catalán en los términos que ha hecho Llenguaferits, estigmatizando el castellano, ignorando la riqueza que representa para la sociedad catalana disponer de dos lenguas, no es la vía para preservarlo y convertirlo en un bien querido por todos los catalanes y catalanas, tengan la lengua materna que tengan. Quizás si dejáramos de referirnos como lengua propia sólo al catalán –como si las otras fueran impropias o ajenas– sería un primer paso para cambiar el marco mental del debate y garantizar de verdad la buena salud del catalán.