El fracaso de la investidura en Murcia y el bloqueo en la Comunidad de Madrid demuestran que las dos derechas, el PP y Ciudadanos (Cs), están atrapadas en las garras de Vox, que puede decidir en un momento determinado si levanta el dedo pulgar para dar un gobierno al PP o lo baja para vetarlo, como ha ocurrido con el candidato popular a la presidencia de la Región de Murcia, Fernando López Miras.
Cuando parecía que al final el candidato del PP saldría elegido en la segunda votación, ya que Cs había aceptado sentarse a la mesa con el PP y con Vox, los representantes del partido ultra se levantaron obedeciendo órdenes procedentes de Madrid y cumplieron su amenaza de votar no en la investidura. Esta es la primera demostración de fuerza de Vox en las negociaciones tripartitas de la derecha y podría reproducirse en la Comunidad de Madrid, donde hay convocado un pleno para el próximo miércoles sin ningún candidato designado, algo también insólito.
Las ideas de Vox son abominables, pero tienen razón al exigir un pacto a tres bandas para otorgar sus votos a un gobierno en el que después podrán o no participar. Pero lo mínimo, desde un punto de vista democrático, es que las tres fuerzas de la derecha suscriban un acuerdo para obtener los votos de Vox donde son necesarios para gobernar, cortando, además, tanto en Madrid como en Murcia, el paso a la lista más votada, la del PSOE.
La pretensión de Albert Rivera de que Cs solo pacta con el PP es tan falsa como ridícula. En Murcia, representantes del PP, de Vox y de Cs se reunieron durante cinco horas mientras en Madrid tanto el secretario general de Cs, José Manuel Villegas, como el diputado Juan Carlos Girauta, seguían negando que estuvieran negociando. Este último dijo: “Será un café”. Y parafraseando a George Bush padre, añadió: “Lean mis labios, Ciudadanos no negocia acuerdos programáticos con Vox”. El café salió amargo, quizá porque en cinco horas el azúcar se disuelve hasta no dejar ni poso.
Lo peor es que toman a los ciudadanos por imbéciles. ¿Cómo se puede decir que no se negocia y que solo se toma un café estando cinco horas sentados a una mesa? Rivera debería asumir la realidad y reconocer que su opción de disputarle a Pablo Casado el liderazgo de la derecha incluye pactos con Vox, porque la posición de decir que no hay ningún pacto al mismo tiempo que se aceptan los votos ultras es insostenible. Sobre todo para Vox, como se acaba de poner de manifiesto en Murcia.
Por el momento, Cs ha conseguido una vicepresidencia de la Junta de Andalucía, una vicealcaldía de Madrid, algunos alcaldes y la participación en numerosos ayuntamientos con los votos de Vox. Pero es que, además, Badajoz acaba de romper el tabú: el jueves se convirtió en la primera capital de provincia en la que gobiernan el PP (alcaldía y ocho concejalías), Ciudadanos (cuatro concejalías) y Vox (una). No se trata de un pacto de investidura, sino del gobierno municipal constituido.
Pese a todas las evidencias, los dirigentes de Cs siguen asegurando que no negocian con Vox con el mismo desparpajo con que Rivera sostiene que no va a ir a la Moncloa a hablar con Pedro Sánchez porque el papel de las consultas corresponde al Rey, confundiendo la ronda para designar a un candidato a la investidura con los contactos que el designado pueda mantener para lograr una mayoría. Negarse a hablar, aunque Rivera tenga decidido votar no a Sánchez, es un hecho sin precedentes en la democracia. Rivera, en realidad, no deja de aportar innovaciones desde que decidió tomar el camino que él cree que le llevará a la Moncloa y que lo más seguro es que no le lleve a ninguna parte.