El ciclo electoral que terminó el pasado 26M ha sido, en terminos generales, positivo para los liberales. Han aumentado sus diputados en el Congreso de 32 a 57, son determinantes en numerosos municipios y autonomías y gobiernan en coalición en Andalucia. Pero no han conseguido el ansiado sorpasso del PP. Tampoco vencer en alguna comunidad autónoma o municipio importante. Queda lejos el objetivo de convertirse en el partido mayoritario del centro-derecha en España. Ello va a obligar a Rivera a repensar su estrategia. En la próxima legislatura parece más plausible crecer hacia el centro que hacia la derecha, ocupada por un PP consolidado y sin el desgaste del Gobierno, además de la competencia de Vox. Con todo, el resultado implica la consolidación de la formación naranja como tercer partido y le abre numerosas oportunidades de futuro.
Paradójicamente, para un partido nacido en Cataluña, con líderes catalanes, el resultado en Cataluña ha sido malo. Ciudadanos tuvo un resultado extraordinario en las autonómicas del 21D de 2017. Fue el primer partido en dichas elecciones con el 25,35% de los votos y 36 diputados. En las elecciones generales del 28A se quedo en el 11,5%. En las Europeas en el 8,6%. En las municipales en el 5,1% más el 2,85%, de la coalición con Valls. Una evolución que obliga a los liberales a reaccionar con urgencia, sobre todo teniendo en cuenta la previsible convocatoria de elecciones autonómicas tras la sentencia del procés.
Los malos resultados en Cataluña tienen diversos motivos. El 21D Ciudadanos obtuvo un resultado excepcional porqué fue percibido por los catalanes no independentistas de un amplio espectro ideológico como el voto útil para frenar el secesionismo. Consolidar este voto de resistencia, al menos buena parte de él, exigía aprovechar la oportunidad y hacer llegar a los ciudadanos de Cataluña un programa de gobierno consistente que abordara los problemas más acuciantes de la sociedad catalana. Arrimadas decidió no presentarse a la investidura y perdió una excelente ocasión para demostrar que Ciudadanos tenía un programa de gobierno para Cataluña más allá de la aplicación del 155. Que Ciudadanos no era sólo un partido de resistencia, sino también de gobierno. A ello se ha unido la marcha de los líderes de la formación a Madrid. Primero Albert Rivera, despues Inés Arrimadas, y con ellos numerosos dirigentes orgánicos. La sustitución de Rivera le salió bien a C’s. Arrimadas se reveló como una líder con enorme tirón popular. Ahora, de cara a las próxima autonómicas, el acierto en la sucesión es una condición decisiva en el resultado que obtenga la formación naranja.
Los resultados obtenidos en Barcelona por la candidatura encabezada por Manuel Valls no alcanzaron las expectativas iniciales. Sin duda la recuperación socialista tras el acceso de Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno español han sido determinantes. Con todo, la candidatura Valls-C’s obtuvo 99.494 votos, el 13,2%, frente a los 69.544, --el 9,3%-- de Ciudadanos en las Europeas. La lectura no admite dudas. Ciudadanos necesita ampliar su base de votantes naturales entre aquellos catalanes, sea cual sea su lengua habitual, que no comulgan con el secesionismo ni se consideran soberanistas. Para ello es necesario un candidato/a adecuado y un programa que vaya más allá de la aplicación del 155, lo que no significa no hacerlo si la situación lo exigiera. Ello no implica, antes al contrario, renunciar a dos de los elementos programáticos, además del papel del Estado, que diferencian a Ciudadanos de su principal competidor constitucionalista, los socialistas: la beligerancia contra una enseñanza que adoctrina en favor del secesionismo y la reivindicación de una escuela trilingüe. Un programa que frene el deterioro económico y aborde los déficits de gestión que ha generado el procés. Un programa que no esté al servicio de la confrontación PP-Ciudadanos en el ámbito del Estado y se centre en hacer posible una alternativa de gobierno al secesionismo en Cataluña, facilitando, si la aritmética electoral lo permite, acuerdos con todas las formaciones no independentistas existentes y alguna nueva que puede aparecer.
Veremos el clima en que se producen las elecciones autonómicas. Presumiblemente será tenso, lo que, en principio, beneficia las expectativas de C’s . Pero también puede darse que se produzca un reflujo en una ciudadanía cansada de confrontaciones extremas. En cualquier caso, y como resumen, Ciudadanos necesita acertar en su nuevo candidato a la Generalidad, multiplicar sus referentes públicos, elaborar un programa de gobierno dirigido a todos los catalanes no secesionistas sea cual sea su lengua habitual y hacer factibles pactos post-electorales, si la aritmética lo permite, para conseguir el principal objetivo de todos los catalanes no secesionistas: un Gobierno no independentista en la Generalidad.