Confieso que me dejó pasmada la imagen de Heidi con la silla de ruedas al borde del precipicio, no por remilgo alguno contra el humor negro --el mismo Pablo Echenique ha bromeado a veces con su discapacidad--, sino porque el meme tenía menos gracia que un huevo duro sin sal. No había chiste en la caída libre por el despeñadero del secretario de organización de Podemos --ya van tres en cinco años-- ni en la invitación de Pablo Iglesias a que siguiera por el sendero de las cabras con que se hace el queso majorero, un queso con denominación de origen en Canarias, como Alberto Rodríguez, el currela tinerfeño que sustituye al primero en el cargo. No había chiste, no, porque a ambos, a los dos Pablos, se les ha visto el plumero de pretender disimular con el impostado intercambio de tuits lo que a todas luces es una maniobra a la desesperada: el Titanic morado peligra, y hay que achicar agua del barco.
Pablo Echenique, el purgado de mentirijillas, era la última pieza noble en el tablero de ajedrez, el dique de contención que protegía la auctoritas del líder indiscutible tras el descalabro electoral, con la pérdida de al menos un millón de votos. Podemos no lo ha tenido fácil, desde luego, pero no es menos cierto que Pablo Iglesias ha venido concatenando errores desde Vistalegre II por un exceso de ego y falta de pragmatismo, y los yerros deberían asumirse a pecho descubierto cuanto antes. El partido no ha sabido construir una estructura territorial sólida. Ha roto con Compromís, en Valencia, y con las mareas gallegas. Iglesias colocó a su pareja, Irene Montero, como número dos del partido. Entre otros muchos, dejó que se le fueran Errejón y Óscar Guardingo, quien apostaba, creo que con razón, por un proyecto de país que fuera el mismo para Cornellà, Vigo o Cádiz. Y salió como pudo del frondoso berenjenal en Galapagar... Hombre, está claro que uno puede comprarse el chalet que le venga en gana, faltaría más, si lo paga de su sueldo y abona sus impuestos, pero una cosa es predicar, y otra dar trigo, más cuando te conceden unas cláusulas hipotecarias ventajosísimas. También se ha perdido la plaza de Madrid, y está por ver qué sucede en Barcelona, donde sería deseable que Ada Colau enmendara el rumbo apostando por las verdaderas políticas de izquierda.
Ignoro si se está a tiempo de salvar el capital y la ilusión heredados del 15-M, pero en Podemos llaman a rebato. No estaría de más recordar que en la serie de dibujos animados del tardofranquismo, Heidi nunca arremete contra la silla de ruedas de su amiguita Clara; eso es un fake que nunca se emitió. En el cuento original, que publicó Johanna Spyri en 1880, es el pastorcillo Pedro (¿Sánchez?), ay, quien lanza la silla por el barranco alpino. Una silla vacía.