En los últimos meses, un creciente número de economistas y periodistas españoles han elogiado la política económica de Trump. El principal motivo han sido unas buenas cifras macroeconómicas y, en especial, una muy reducida tasa de desempleo. En abril, ésta se situó en el 3,6%, siendo la más baja desde diciembre de 1969.
En el primer trimestre de 2019, una vez anualizado, el PIB de EEUU aumentó el 3,2%, exactamente el doble de lo que hizo el de la zona euro. Un nivel que superó en seis décimas al del período precedente, a pesar de que la Administración estuvo cerrada durante el período más largo de su historia (35 días). Por su parte, la inflación continuó bajo control. En abril alcanzó el 2%, cinco décimas menos que en el mismo mes del pasado año.
Durante el presente ejercicio, la evolución de la Bolsa también ha sido notable. Entre el 1 de enero y el 17 de mayo, el S&P 500, su índice más representativo, subió un 14,1%. El único lunar correspondió al déficit público. En 2016, el último año de Obama, alcanzó el 3,2% del PIB; en cambio, en 2018 llegó al 3,9%.
No obstante, a veces, los números engañan. Y ésta creo que será una de las ocasiones. En el futuro, la calificación de la gestión de Trump será similar a la de Zapatero. En el corto plazo, las cifras parecían excelentes. Sin embargo, un tiempo después, se volvieron sumamente decepcionantes. Es lo que probablemente sucederá con el actual presidente de EEUU.
Además, la política económica realizada por un gobernante nunca debería ser juzgada por los resultados obtenidos durante un breve período de tiempo, sino por los logrados en la totalidad de su mandato. En la actualidad, aquéllos están dopados, al estar muy influidos por el crecimiento del PIB generado por la disminución de los tipos impositivos sobre la renta y los beneficios empresariales. En el próximo año, pero especialmente en los dos siguientes, veremos cómo ésta ha sido más contraproducente que favorable para el país.
En el pasado ejercicio, la economía no necesitaba una bajada de impuestos ni ningún impulso adicional sobre la demanda de bienes. En 2017, el PIB creció a un ritmo del 2,2% y la tasa de paro se situó en el 4,1%. La primera era un cifra propia de una expansión económica, la segunda indicativa de un excesivo nivel de empleo. Así, según la Reserva Federal de Saint Louis, la mínima tasa de desempleo sostenible en el tiempo era del 4,6%, pues cualquiera situada por debajo de ella impulsaba la inflación.
En los países desarrollados, en las postreras décadas, la mayoría de las recesiones han sido provocadas por un elevado aumento del tipo de interés oficial. Éste tiene como objetivo eliminar cualquier expectativa inflacionista y reducir la tasa de inflación al nivel deseado. En EEUU, las dos últimas ocurrieron entre marzo y noviembre de 2001 y entre diciembre de 2007 y junio de 2009. En ambas ocasiones, el incremento del tipo de interés tuvo un papel esencial. En julio de 2000 y junio de 2006, aquél alcanzó el 6,5% y el 5,25%, respectivamente.
Por tanto, en la actualidad, uno de sus principales peligros lo constituye la escasez de mano obra, pues ésta puede generar una elevada y continuada subida salarial que sea trasladada al precio de los productos. Un aumento de la inflación al que probablemente colaborarán las mayores restricciones a la inmigración, el proteccionismo comercial y las sanciones a Irán. Tres prioridades políticas de Trump, incompatibles con sus objetivos económicos.
En 2019, el país necesita más inmigrantes y no menos. Éstos ayudarán a controlar la inflación y a evitar una desaceleración económica por falta de oferta. El proteccionismo aumentará el precio de numerosos productos extranjeros en EEUU, disminuirá la competencia entre foráneos y nacionales y también provocará una subida del importe de los segundos. Las sanciones a Irán reducirán sus exportaciones, generarán una disminución de la oferta de petróleo a nivel mundial, conducirán a una subida de su precio y contribuirán a un aumento de la tasa inflación en EEUU, así como en la mayoría de los países no exportadores de crudo.
No obstante, además de la probable subida de dicha tasa, dos peligros más acechan a la economía de EEUU: la reducción de los beneficios de las multinacionales americanas en el exterior y el aumento del déficit público.
El primer factor será consecuencia de las represalias de China y la Unión Europea por el creciente proteccionismo de la Administración Trump. Dicha caída de beneficios puede provocar una considerable disminución del precio de las acciones de numerosas empresas del país y el desplome de muchas de las tecnológicas. Una gran bajada de la Bolsa llevaría a un efecto pobreza que disminuiría la inversión de la compañías, incrementaría el paro, reduciría el gasto de las familias y probablemente haría entrar en recesión a EE.UU.
El segundo, al aumentar la oferta de bonos, puede elevar el tipo de interés a largo plazo. Dicho incremento generaría un aumento del coste del crédito para las empresas, disminuiría sus beneficios y provocaría importantes caídas en Bolsa. Unas bajadas que también serían apoyadas por el gran trasvase de capitales desde la renta variable a la fija.
En definitiva, Trump lo está haciendo francamente mal. Con sus medidas, algunas con efectos contrarios a los teóricamente deseados, está sembrando la semilla de una futura recesión en EEUU. Ésta, como muy tarde, llegará en 2021. Debido a ello, además de ser recordado como un mal político, probablemente también lo sea por actuar tal y como lo haría un pésimo gestor económico.