Astrid Barrio es profesora de Ciencia Política en la Universidad de Valencia. Máster de Ciencia Política por el Instituto de Études Politiques de París, participa en diversas iniciativas para rescatar el catalanismo de los dominios del independentismo. Una de ellas es la revista Política y Prosa, que codirige junto a Lluís Bassets y Rafael Jorba. Habla de forma sosegada, pero no se deja nada en el tintero. Quiere explicarse y decir en voz alta que en Cataluña ha habido una transformación de la cultura política que ha roto los equilibrios que posibilitaron el gran avance del conjunto de la sociedad catalana en los últimos cuarenta años. Y sostiene, sin que le tiemble la voz, que uno de los problemas es que los partidos han sido cooptados por políticos procedentes de comarcas. “Necesitamos partidos dirigidos por señores y señoras de Barcelona”, señala en esta entrevista con Crónica Global, con la idea de que se cuente con Barcelona, con el área metropolitana de Barcelona, que, a su juicio, el independentismo ha tratado de marginar en beneficio de un proyecto de país sólo para una parte.
--Pregunta: Los mensajes de Núria de Gispert, la expresidenta del Parlament, con insultos a dirigentes políticos no independentistas, ¿denota un discurso supremacista, latente en el movimiento independentista?
--Respuesta: Se trata de una parte minoritaria de ese independentismo. Pero más que supremacismo, lo que existe es una superioridad moral sobre quien no piensa como ellos. Es lo que hemos visto con De Gispert, o con el presidente Quim Torra, antes de acceder al cargo, cuando en sus escritos se refería a las bestias con forma humana. Aunque sea minoritario, el independentismo no lo critica como debería. Tiende a no mencionarlo. Cuando son cargos institucionales, como es el caso de De Gispert, expresidenta del Parlament, y, por tanto, la segunda autoridad del país, se trata de algo muy grave, que se añade al hecho de que se le otorgue la Creu de Sant Jordi. La reacción del presidente Torra es del todo insuficiente.
--¿Se está produciendo en Cataluña, como fenómeno de fondo, una degradación total de las instituciones?
--Hay una degradación de las instituciones, porque ha accedido al poder una clase política que es, en gran parte, ajena a la cultura de la democracia representativa, con pesos y contrapesos. Es una clase política no con menos categoría o peor intelectualmente, sino que tiene otra cultura política. Y eso afecta al funcionamiento de las reglas clásicas, donde funcionaba el fair play, a pesar de las diferencias políticas. Entonces, aquellas reglas posibilitaban el entendimiento.
--El mapa político en Cataluña, aunque también en el resto de España, ha cambiado por completo en pocos años. Tras las elecciones generales, ¿se puede comenzar a vislumbrar un ganador para los próximos años en Cataluña que sea el interlocutor de los gobiernos españoles? ¿Se deja atrás la lucha entre el mundo convergente y ERC, o seguirá presente, aunque con otros nombres y siglas?
--En estas elecciones, por primera vez ERC se ha impuesto claramente frente a la fórmula postconvergente por tres factores. Por un lado, por el liderazgo cada vez más consolidado de Oriol Junqueras ante la cacofonía postconvergente, por un apuesta estratégica menos tendente al bloqueo estéril que finalmente ha acabado copiando la propia Junts per Catalunya y probablemente por un tono de campaña más adecuado a las circuntancias, “Va de llibertat”, centrado en la excepcionalidad del momento por la existencia de políticos presos frente al “Tu ets la nostra força” que parece seguir insistiendo en la retórica populista. Pero más allá de si gana ERC o la post-Convergència es que, en gran medida, esta es una lucha por el territorio en la que Barcelona ha quedado marginada como gran metrópoli con capacidad de liderazgo y con intereses propios y sobre todo como centro segregador de élites políticas. Desde hace un lustro estamos gobernados por partidos de comarcas y cuando mejor le ha ido a Cataluña es cuando hemos sido gobernados por partidos de señores (y señoras) de Barcelona. Así que necesitamos partidos dirigidos por señores y señoras de Barcelona.
--¿Hay elementos que puedan señalar que la reorientación de Esquerra es real, hacia un camino pragmático? ¿Puede ser un interlocutor válido?
--ERC dice haber optado por un independentismo más tranquilo, sin renuncias, pero con objetivos a largo plazo y al menos en estas elecciones esa estrategia parece haber sido premiada por los electores. Pero ello no quiere decir necesariamente que ERC resulte ser un interlocutor válido. La historia cuenta y en diversos momentos de esa historia los republicanos han demostrado ser poco de fiar. En su modelo genético está el tomar decisiones contraproducentes en momentos delicados, no solo durante la República sino también en democracia, por ejemplo desmarcándose rápidamente de los grandes consensos de país, tanto con el primer Estatuto de Autonomía (para investir a Pujol en 1980 ya reclamó la reforma del texto recién aprobado) y con el segundo (acabó votando) en contra, o en octubre de 2017 cuando forzó la declaración de independencia en detrimento de la convocatoria electoral. Quizás ahora cuando parecen renunciar a ser ERC y quieren ser CDC pueda llegar a serlo.
--¿Debe tomar una lección el constitucionalismo identificado con el PP y Ciudadanos en estas elecciones? Entre los dos, además de Vox, que es otra cosa, han logrado sólo siete diputados en Cataluña.
--Sí, porque Cataluña está dividida pero la división no es entre el independentismo y la mano dura sino entre independentismo y pluralismo, y eso la derecha parece no haberlo leído correctamente
--Cuando se critica la actitud del independentismo en estos años, la respuesta de defensa es que hay dos millones de catalanes en ese lado, y que alguna propuesta se deberá formular. ¿Hay que hacerlo a partir de ahora, o hay que gobernar y esperar que la política catalana se resitúe?
--Hay dos millones a un lado y más de dos millones al otro. No es admisible que por una cuestión de traslación de votos en escaños la minoría se crea mayoría y exija que se gobierne sólo para ella. En un contexto de división y de casi empate como el actual son necesarias soluciones consensuales y no mayoritarias. Es la única manera soportable de tomar decisiones para una amplia mayoría. No vale el mantra de que el 80 por ciento quiere un referéndum. En primer lugar porque no es cierto. Quiere un referéndum cuando se le pregunta eso y quiere una reforma constitucional y estatutaria cuando se le pregunta esto otro, pero el independentismo solo se fija en lo primero e ignora lo segundo. Un referéndum es un instrumento que no solo pospone el pacto sino que lo condiciona, y si hay dudas miremos lo que está pasando en el Reino Unido con el Brexit. El pacto debe preceder a cualquier votación, de ahí que lo fundamental sería un acuerdo parlamentario con un amplio apoyo, preferiblemente por consenso y sin exclusiones, sometido posteriormente a votación. El cuento del ya no vale porque el TC lo tumba como en 2006 ya no es válido pues el control constitucional ya no puede ser a posteriori. Renunciar a emprender una reforma porque es difícil y pensar que es más fácil un referéndum no solo es naif, es mentira.
--Al margen de la cuestión catalana, aunque no se diera el problema, ¿debe España afrontar una reforma constitucional para clarificar lo que quedó pendiente en la transición, respecto a las mismas comunidades autónomas?
--Sí, hay algunos aspectos que merecen ser revisados entre ellos la clarificación competencial, el diseño institucional de los mecanismos intergubernamentales e incluso el Senado cuyo papel, como hemos visto con la aplicación del artículo 155 es muy relevante en materia autonómica.
--Desde el punto de vista funcional de las instituciones, y teniendo en cuenta nuestro entorno político europeo, ¿Qué falla realmente en España y que se debería atender como prioridad?
--Seguramente el encaje del sistema multinivel. Hay problemas competeciales entre estado y CCAA y también retrasos con las transposiciones, así que habría que mejorar el diseño de la estructura vertical de poder político. Igualmente respecto al reparto horizontal de poder mejorar los pesos y contrapesos entre los distintos poderes y asumir que es en eso en lo que consiste la separación de poderes.
--El historiador Jordi Casassas señalaba en una entrevista con este medio que Cataluña sólo ha sido reconocida nominalmente, que el autogobierno no ha sido efectivo. Es un análisis que comparte la casi totalidad del independentismo. ¿Eso ha podido ser la palanca real del movimiento o es una excusa a posteriori?
--En absoluto comparto esa opinión. En términos comparados Cataluña tiene un elevadísmo nivel de autogobierno, ejerciendo competencias propias de gobiernos subestatales e incluso algunas propias de los gobiernos centrales. Otra cosa es que haya sectores insatisfechos con el grado de reconocimiento de la plurinacionalidad o con la financiación para ejercer las competencias, algo que es propio de todas las regiones ricas de los sistemas políticos descentralizados.
La profesora de Ciencia Política, Astrid Barrio, durante la entrevista con 'Crónica Global'
--Determinadas voces, políticas y académicas sostienen que el verdadero problema en Cataluña es interno. ¿Qué tipo de pacto interno se debería alcanzar? ¿Qué papel deberían jugar los medios de comunicación, y los públicos de la Generalitat en concreto?
--Efectivamente, el problema no es Cataluña contra España, es lo que piensan unos catalanes que se arrogan la representación del todo y el resto que ni está organizado, y ya se sabe que sin acción colectiva no existes, ni tiene una única visión. Es muy plural. Como he dicho, un pacto parlamentario ya que el Parlamento refleja la pluralidad de Cataluña a pesar de la existencia de una sobrerrepresentación de las zonas menos pobladas por cuestiones de equilibrio territorial, como suele ser habitual. Un planteamiento que, desde la perspectiva de cada ciudadano un voto, si lo que cuentan son los ciudadanos y no los territorios, quizás convendría revisar. Los medios públicos catalanes se defienden de las acusaciones de escasa pluralidad alegando que siempre hay representación de personas críticas con el independentismo, pero su presencia es minoritaria y no refleja la distribución ideológica del electorado no siquiera la parlamentaria. Unos medios con mayor pluralidad ayudarían a conformar un imaginario de pluralismo y no de absoluta hegemonía del independentismo que no se corresponde con la realidad social.
--Ciudadanos se convirtió en las elecciones de 2017 en la primera fuerza política en Cataluña. ¿Ha jugado bien sus bazas para ofrecer una alternativa frente a las fuerzas políticas nacionalistas? ¿Es posible un relato diferente al que ha logrado difundir el nacionalismo catalán?
--En 2017, en un contexto de alta polarización se convirtió en un valor refugio para los que se sintieron amenazados o desprotegidos por el independentismo, pero su posición posterior, basada en una nueva aplicación del 155 sin más alternativa, no parece tener una aceptación entusiasta vistos los resultados del 28A.
--Ciudadanos y también el PP han responsabilizado al catalanismo por haber llegado a la actual situación. ¿Ha jugado ese catalanismo con demasiada ambigüedad desde la recuperación de la Generalitat en 1980, o es el pegamento que une y al que se deberá volver en algún momento para hallar una solución que comparta la gran mayoría de la sociedad catalana? Si es así, ¿en qué debería consistir, con qué cambios?
--Más bien el independentismo es la tumba del catalanismo porque en gran medida supone una impugnación total a su programa. Uno de los objetivos del catalanismo era modernizar España, algo a lo que sin duda ha contribuido ampliamente y con gran éxito, pero ahora resulta que según el independentismo España no ha mejorado y sigue siendo poco democrática, corrupta y autoritaria, algo que a todas luces no refleja la realidad. Lo mismo puede decirse de la voluntad de autogobierno, la gran aspiración del catalanismo, algo que se ha logrado, ampliamente y que en cambio es negado por el independentismo como si en España parece que no haya un estado ampliamente descentralizado. Y lo mismo se puede decir en cuanto a nivel de reconocimiento de las particularidades de Cataluña aunque haya muchos sectores que lo consideren insuficiente, quizás no tanto por las competencias de Cataluña sino por el nivel de compromiso estatal con el reconocimiento y patrocinio de la plurinacionalidad. El catalanismo sigue siendo útil para garantizar la implicación y la gobernabilidad en el conjunto estatal aunque ahora haya quedado reducido sobre todo al PSC y en parte a los Comuns. Y también para garantizar un gobierno en Cataluña basado en la idea de consenso y no en la de mayoría. Solo la apuesta de matriz catalanista pueden aspirar a integrar la pluralidad de la sociedad catalana, a romper la política de bloques y a gobernar para amplias mayorías. Y probablemente en breve habrá que construir o reconstruir fuerzas políticas que operen en ese sentido para poner fin a lo que algunos han definido como un empate de impotencias.