La cornada del 28A ha dejado malherido al Partido Popular y a su líder, Pablo Casado. Los resultados del 26M pueden certificar su defunción como partido alfa del centroderecha español. Y sus perspectivas no son buenas.
El cabeza de lista de Ciudadanos para las elecciones europeas, Luis Garicano, es un candidato sólido, de contrastada solvencia intelectual e inequívocamente europeísta, y gozará del apoyo de los liberales europeos. No es aventurado esperar que pueda materializar el sorpasso de Ciudadanos al PP, impensable hace apenas 72 horas, pero al alcance de la mano después de los resultados del 28A. La cabeza de lista del PP, la catalana Dolors Montserrat, no lo tiene nada fácil. No es una candidata especialmente carismática, y no parece que sea la candidata ideal para revertir la caída libre del PP.
Pero no acaban ahí las malas noticias para el PP. El panorama de cara a las elecciones municipales y autonómicas no es tampoco muy halagüeño. Ciudadanos puede superarle en un buen número de municipios y comunidades autónomas, incluido Madrid, y quedarse sin representación en la mayoría de los municipios catalanes en los que todavía la conserva, incluido el de Barcelona.
Ante esta situación, no es extraño que Rivera se haya ratificado en su no es no a Sánchez. Ha elegido jugársela a ser jefe de la oposición como mejor camino para luchar por la presidencia en el futuro, aunque es dudoso que su perfil como hombre de Estado se vea más fortificado en la oposición que en el Gobierno. Andreotti ya decía, con conocimiento de causa, que el poder desgasta al que no lo tiene.
Además, la decisión de Rivera no deja de comportar riesgos. Básicamente, que un cambio de liderazgo en el PP --Feijóo aparece en todas las quinielas-- pueda cambiar la dinámica perdedora de los populares. Ya hemos visto que en tiempos revueltos las expectativas de unos y otros cambian en 24 horas.
En cualquier caso, habrá que esperar los resultados del 26M y lo que hoy parece imposible puede dejar de serlo. Sin llegar al gobierno de coalición, una abstención de Ciudadanos para evitar que Sánchez dependa de Iglesias y los independentistas en la investidura no es descartable. Sería entendida por el electorado de centroderecha, bien visto en Europa y en el mundo económico, y podría facilitar a Ciudadanos acceder al gobierno de municipios y comunidades autónomas. Además, les permitiría dejar atrás la foto de Colón y reforzar la identidad de centroderecha reformista.
Para los catalanes, el 26M tiene dos focos de interés destacados. El primero, la confrontación cara a cara entre Junqueras y Puigdemont que, a la hora de escribir este artículo, la Junta Electoral ha abortado al declarar inelegibles a los políticos fugados. El segundo, la batalla por Barcelona con cuatro candidatos: Colau, Valls, Maragall y Collboni, en busca del primer lugar que, presumiblemente, dará la alcaldía ante las dificultades de articular pactos para alcanzar una mayoría absoluta de cualquiera de ellos. De acuerdo con los resultados del 28A, Maragall y Collboni se benefician de su marca. Colau, de ser la actual alcaldesa. Valls, de su transversalidad, su experiencia y solvencia gestora contrastada y del voto útil no independentista y anti-Colau. Un duelo apasionante y de una trascendencia que va mucho más allá del ámbito municipal.