Se hace difícil no escribir de política en los días previos a unas elecciones tan trascendentales como las de este domingo. Pero, a su vez, poco o nada puede añadirse a todo lo dicho, como no sea pedir explícitamente el voto para un determinado político algo, que ni corresponde ni tendría efecto alguno.
Esta columna semanal lleva el nombre de El diván de Oblomov, el personaje literario que da nombre a la novela de Ivan Goncharov, una de las obras maestras de la literatura rusa. En la contraportada de su edición en español se señala: "estar tumbado no era para Oblomov una necesidad como lo es para el enfermo o para el que tiene sueño, ni una casualidad como para el que está cansado, ni siquiera un placer como para el perezoso: era su estado normal. Sin moverse de su diván, el héroe de esta novela es la personificación perfecta de la indolencia y la inactividad".
Dado que, como mencionaba, se hace difícil escribir para este domingo, me permito compartir con mis lectores una pregunta: ¿Qué haría, hoy, Oblomov de vivir en nuestro país?. No me lo imagino abandonando su sofá para ir a votar, como tampoco le percibo el mínimo interés por lo que ha sido una campaña para olvidar. Seguramente, Oblomov haría lo que nos gustaría hacer a millones de ciudadanos, preferir el tedio y la apatía a la insolencia y vacuidad del espectáculo electoral.
Sin embargo, finalmente, la gran mayoría de nosotros atenderemos la llamada a las urnas y depositaremos nuestro voto. Probablemente se alcanzará una participación elevada, lo que será interpretado por algunos como muestra del interés que sigue despertando la política. Pero no es así.
En un magnífico artículo acerca de Oblomov, hace unos años Enrique Vila Matas escribía: "su inmovilismo atrae a muchas almas hoy más que nunca. Hoy, cuando la crisis empieza a propiciar una modesta pero envenenada rebelión, en el fondo inquietante para el poder económico: la silenciosa rebelión de los oblomovs que surgen de entre las gavillas de jóvenes tumbados por el paro. La consigna es apartarse..."
Voten o no voten, cada vez son más los ciudadanos, especialmente jóvenes, que se apartan, que se recogen en su diván. ¿Alguien ha oído hablar de ellos durante la campaña electoral? Entonces, ¿para qué levantarse del diván?.