En los últimos días se ha hecho público que el rector de la Universidad Pompeu Fabra ha firmado un protocolo con la alcaldesa de Barcelona y la consejera de Empresa y Conocimiento de la Generalitat por el que se acuerdan crear, en el marco del proyecto “Ciutadella del Coneixement”, tres nuevas infraestructuras de investigación de proyección internacional en los antiguos terrenos del Mercat del Peix. Esta actuación se enmarca en el proyecto de ampliación del campus de la UPF, que cuenta con un presupuesto de 70 millones de euros y que está previsto culminar en 2023. En paralelo, junto al Presidente de la Fundació Barcelona Institute of Science and Technology (BIST), Andreu Mas-Colell, se ha firmado un segundo protocolo orientado a incorporar, en una segunda fase, junto a los primeros socios del proyecto (IBE, CSIC, BIST), otras instituciones del entorno de este parque.
Otro proyecto universitario reciente, también orientado a transformar la ciudad desde la actividad científica, tiene que ver con el conjunto de actuaciones de impulso del Campus Diagonal-Besòs de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC). Antes de la finalización de 2019 está previsto dotarlo de una nueva zona verde y de ocio, poner en marcha una residencia de estudiantes e iniciar la construcción de un edificio llamado a acoger pymes, start-ups y espacios de coworking para autónomos, emprendedores e iniciativas de innovación de sus estudiantes. Estas acciones, a las que hay que sumar el contrato-programa que la UPC firmó en su momento con la Generalitat respecto a este proyecto, supondrán una inversión de 40 millones de euros y cuentan con el impulso, junto a la UPC, de los Ayuntamientos de Barcelona y Sant Adrià del Besòs, la Generalitat de Cataluña, el Àrea Metropolitana de Barcelona (AMB) y el Consorci de la Zona Franca de Barcelona.
Ambas iniciativas constituyen una buena noticia en orden a la implementación del Pacte Nacional per la Societat del Coneixement. Por ello, como es lógico, no cabe sino felicitarse. Ahora bien, dicha felicitación no debe ocultar un hecho tan relevante como injusto: la Universidad de Barcelona, la primera en los diferentes rankings, así como la única que forma parte de la LERU, se mantiene ajena, en los últimos tiempos (más allá de la ampliación de su Facultad de Derecho, ya culminada hace años y en cuya financiación la Generalitat se comprometió a ayudar y que está recogida en el presupuesto de la Universidad en forma de dotación adicional) a cualquier proyecto económico de relevancia.
De ahí el agravio comparativo que sufre la mayor Universidad del sistema catalán, penalizada, por si fuera poco, en su momento, con un Plan de Inversiones Universitarias que no permitía atender urgencias y prioridades como una nueva Facultad de Farmacia (la única de Cataluña), la mejora de los Centros Científicos y Tecnológicos o una actualización general de sus edificios y tecnología. Todo ello impide a la UB competir en condiciones de igualdad, así como hacer frente a las más elementales obras de mantenimiento y seguridad que necesitan todas sus Facultades y, en especial, las vinculadas con el ámbito científico.
Diferentes motivos pueden explicar esta injusta realidad, pero uno de ellos bien pudiera consistir en la inacción y falta de liderazgo de su actual equipo rectoral que, entre otras cosas, no ha sido capaz de presentar ningún proyecto estratégico ni emblemático que compita con los recursos que otras Universidades sí están atrayendo. La UB, en el momento presente, parece contentarse, por desgracia, con presentar actuaciones menores como la relativa a la recuperación del funcionamiento del reloj de su edificio histórico.
Ya es hora de atender y defender las necesidades científicas y de personal de la UB, así como de ir más allá de la emisión de un tibio tweet, por vía de su gerente, en el que tras hacerse eco de los nuevos proyectos de la UPC y la UPF se limita, sin más, a recordar que la UB “está en lista de espera”. En esta coyuntura, convendría preguntar a la Generalitat y al Ayuntamiento, pero también, lo cual es preocupante, al actual equipo rectoral de la UB, lo siguiente: “¿Y la Universidad de Barcelona pa’ cuándo?. El que sigue siendo el buque insignia del sistema universitario catalán no puede ni debe esperar ni un minuto más.