En la medianoche del jueves al viernes se abrió oficialmente la campaña electoral del 28A, después de semanas de precampaña y de meses o años de campaña permanente. Se dice que estas van a ser unas de las elecciones más reñidas de la historia, lo que solo es cierto si se refiere a los bloques izquierda-derecha porque en cuanto a partidos individuales parece claro, según todas las encuestas, un triunfo cómodo del PSOE.
¿Qué necesita el PSOE para consolidar esa ventaja? En primer lugar, no cometer graves errores, y de ahí el perfil bajo --en el sentido de huir de las estridencias-- o, en otras palabras, el perfil presidencial de la campaña socialista. En segundo lugar, los socialistas necesitan movilizar al electorado para que las buenas expectativas no se diluyan en la abstención. Para movilizar, nada mejor que suscitar el miedo a la derecha --a las tres derechas-- y a eso responde la decisión de Pedro Sánchez de participar solo en un debate que incluye a Vox, incluso en contra de las recomendaciones de la Junta Electoral.
Con el partido de Abascal presente, está garantizada la pelea entre las tres derechas y la movilización del electorado de izquierdas para frenar a los que reivindican el franquismo y no ocultan su ideología xenófoba, machista, homófoba y reaccionaria. Esta decisión, sin embargo, deja en mal lugar al PSOE porque no solo priva a la televisión pública de un debate desde 1993, sino que da cancha a un partido ultra que, salvo en Andalucía, no tiene representación parlamentaria. Lo mejor hubiera sido que Sánchez, descartado el cara a cara por la proliferación de partidos más o menos igualados, aceptara dos debates, uno a cinco en la televisión privada y otro a cuatro en TVE.
El PP opta a ser el segundo partido en votos, pese a la catastrófica precampaña de Pablo Casado y de los hombres y mujeres “sin complejos” que le acompañan. La hiperactividad y la temeridad tienen estas cosas. Todo ha sido salir de un charco y meterse en otro. Desde el aborto de los neandertales y la ley que autoriza los "asesinatos" de niños en Nueva York de Adolfo Suárez Illana hasta la rebaja del salario mínimo propuesta por el líder, pasando por la peregrina idea de la madrileña Isabel López Ayuso de sugerir que el "concebido no nacido" sea considerado miembro de la familia. Ver para creer. Claro que siempre está el recurso de echar la culpa a la prensa para tapar semejantes despropósitos. Lo ha hecho Casado con el salario mínimo --era la fake news del día, dijo, sin valorar que sus palabras estaban grabadas--, cuando relacionó el aborto con las pensiones o cuando al PP se le ocurrió blindar la expulsión de inmigrantes embarazadas si daban al niño en adopción.
Los errores repetidos de Casado han tranquilizado algo a Ciudadanos (Cs), que sigue machacando con el sorpasso al PP, aunque esa posibilidad solo existe de boquilla, porque toda la estrategia de Albert Rivera está destinada a ser la muleta que acompañaría al PP en un eventual Gobierno de las derechas. Si Rivera estuviera tan seguro de sobrepasar a Casado, como dice, no ofrecería un Gobierno de coalición antes de conocer el resultado electoral. En realidad, Rivera está entregado al PP y no ha reparado aún suficientemente en el error que significa haber descartado cualquier pacto con el PSOE.
La ajustada pelea entre los bloques se debe también a la debilidad de Unidas Podemos (UP), que hace meses que no levanta cabeza, pese a que las revelaciones sobre los manejos sucios contra ellos de las cloacas del Estado han reanimado algo su campaña y le han dado la oportunidad --al afirmar que los policías corruptos siguen actuando-- de atacar al PSOE para intentar recuperar parte del electorado que ha abandonado UP para volver al redil socialista. Pablo Iglesias se sigue ufanando de representar a cinco millones de votantes, olvidando que una parte al menos de ellos eran de Íñigo Errejón y se han ido con él a territorios más templados.
En Cataluña, todos los sondeos colocan en cabeza a ERC, taloneada por el PSC, que incluso podría volver a recuperar la primera plaza en las generales que conquistó durante años. Por el contrario, el ganador de las dos últimas convocatorias, En Comú Podem, el socio de Iglesias en Cataluña, con el independentista declarado Jaume Asens de cabeza de lista, imita a la baja a sus referentes españoles. También está en caída libre Junts per Catalunya (JxCat). Si JxCat, encabezado por Jordi Sànchez y patrocinado por Carles Puigdemont, que ha colocado a su amigo íntimo y a su abogado por Girona, se la pega, puede ser el principio del fin del puigdemontismo. Quedan aún tres incógnitas por resolver: ¿cuál será el arrastre de Inés Arrimadas para apuntalar el resultado de Cs en toda España? ¿Funcionará el experimento de una facción de la CUP y le robará algún diputado a ERC? Y, sobre todo, ¿tragará el electorado catalán del PP la petulancia y el desconocimiento del terreno de Cayetana Álvarez de Toledo, marquesa de Casa Fuerte en una Barcelona sin condes?