No hace muchos días que nos desayunamos la noticia que afirmaba que las ventas de coches llevaban 6 meses consecutivos de caídas. Este tipo de información hay que tomársela como un verdadero termómetro o indicador anticipado de cómo están funcionando las “cosas” de la economía en España.
Los improvisados e irresponsables anuncios propagandísticos presuntamente medioambientales del actual Gobierno socialista han creado una considerable incertidumbre en el sector. La guerra abierta contra el diésel nos ha llevado a un desplome de éstos vehículos de un 28,6% respecto al mismo mes del año anterior. Hay tanto ruido político y tantas contradicciones en los discursos ministeriales sobre el sector que muchas personas están retrasando su decisión de compra. No olvidemos que la mismísima Ministra Ribera llegó a decir en julio que “el diésel tiene los días contados”.
Si a este desequilibrio político gubernativo le añadimos que pronto será una realidad el “impuesto al diésel”, que nos costará de media unos 6 euros por depósito, a nadie le debe extrañar que un sector tan importante para España como el automóvil (10% de nuestro PIB) esté amenazado, asustado y con nubarrones en el horizonte. Es obvio, pero creo que vale la pena recordarlo, que este escenario nos costará la pérdida de miles de puestos de trabajo en España. Suma y sigue.
Me decía mi padre con razón que “con las cosas del comer no se juega”. El Gobierno está jugando con las expectativas de un sector básico para la economía nacional. Somos el octavo productor mundial de automóviles, el segundo a nivel europeo, sus ventas suponen el 22% de las exportaciones españolas y dan empleo directo e indirecto al 9% de la población activa. Tiene razón la patronal española del sector cuando afirma que "la transición hacía una movilidad cero y bajas emisiones ha de ser ordenada, justa y rentable, desde el punto de vista social y económico". No se puede girar un trasatlántico dando “volantazos”.
En un contexto de enfriamiento de la economía española y europea, con mucha gente con salarios objetivamente bajos, con alta temporalidad laboral y con una tendencia al alza en los tipos de interés, lo que hay que hacer es ayudar a un sector económicamente tan fuerte como este. Es una tremenda irresponsabilidad molestar, cambiar las reglas a medio partido y hacer política presuntamente “eco” con dinero ajeno.
El Gobierno debería reflexionar, hablar con el sector, pactar con él una mejora de nuestras emisiones, recuperar los planes PIVE, aprobar ayudas a la reconversión ordenada y callarse si no sabe de lo que habla. La ecología es compatible con el desarrollo económico, sobre todo si se piensa antes de hablar...