Miguel Angel Aguilar (Madrid, 1943), mantiene esa fina ironía, o no tan fina, porque cuando quiere disparar lo hace con claridad, consciente de lo que desea alcanzar. Sin embargo, eso sí, siempre está a punto de sonreír, lo que consigue la empatía del interlocutor. “Siempre asombrado, un punto incrédulo y constantemente irónico”, se precisa en la contraportada del libro. Periodista de larga trayectoria, ha reflejado sus vivencias en En silla de pista (Planeta), lo que supone un recorrido por la transición, con el análisis del cambio que vivieron las Fuerzas Armadas, una de sus especialidades y, por tanto, por la propia democracia española. Aguilar, en esta entrevista con Crónica Global, entra de lleno en la cuestión catalana, con la percepción de que se debe realizar un gran esfuerzo para recuperar “la concordia y la lealtad”. Tras una larga vida profesional, señala que la transformación de España es de tal calibre que el independentismo desdeña, lo haga o no con plena consciencia, a muchos ciudadanos españoles que no pueden entender lo que ha llevado a cabo el nacionalismo en Cataluña. “El independentismo ha logrado sacar nuestro peor yo”, señala, tras analizar el papel del Rey Juan Carlos, o después de analizar cómo los diferentes partidos de derechas han llegado a una situación de bronca permanente.
--Pregunta: La transición ahora es vista como una oportunidad perdida, y para el independentismo poco menos que una traición, sin el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de los pueblos, con el que había coqueteado la izquierda, y los socialistas en concreto. ¿Cree realmente que fue una salida política tan conservadora, tan pendiente de recolocar a los franquistas moderados, o la carencia llegó después con los gobiernos socialistas, con mayorías absolutas?
--Respuesta: La transición, como dejo escrito en el libro En silla de pista, no fue la suma de todos los miedos, sino de todos los atrevimientos. También la renuncia a todos los sectarismos. La cancelación del cainismo y la inauguración de la concordia. El último parte de guerra iba fechado el primero de abril de 1939 pero no hubo magnanimidad en la victoria sino represalias sangrientas sobre los vencidos que no eran senegaleses sino españoles. Los vencedores estigmatizaron a los vencidos como la anti España. Después de 40 años de victoria, como escribió Elías Canetti, “no se puede respirar, todo está lleno de victoria", la paz reconciliadora sólo llegó con la Constitución de 1978. Algunos piensan que la Transición y la Constitución nos tocaron en una tómbola pero requirieron mucho sacrificio porque los terroristas no dieron tregua y se acumulaban muchas impaciencias.
--Se sigue considerando que el Ejército ejerció un papel determinante como vigilante de esa transición. ¿Lo cree usted así, que siguió con especial interés el papel del Ejército?
--El Ejército había sido formado en la adhesión a Franco para que fuera la vanguardia frente a la conspiración judeo-masónica-bolchevique contra España. Cuando los excombatientes de la guerra civil concentraron en el cerro de Garabitas el 27 de mayo de 1962, el generalísimo leyó en los ojos de sus fieles el reclamo de una prueba de perennidad del régimen instaurado y la formuló diciendo aquello de “todo quedará atado y bien atado bajo la guardia fiel de nuestro Ejército”. Esa misión extemporánea asignada al Ejército lo desnaturalizaba porque, en vez de ser el respaldo de la soberanía nacional, lo convertía en el instrumento para impedir que se manifestara. Hubo que desactivar ese compromiso y hacer posible el cambio de lealtades de los militares, los únicos que están sujetos por el empeño de su palabra sin que sobre ellos quepa el ejercicio de un poder de coerción superior. Durante la Transición el Ejército no tuvo papel alguno como vigilante sino que pasó a ser vigilado por la naciente democracia.
--El espíritu de la transición y, en concreto, el poder de las autonomías y de Cataluña o el País Vasco, ¿se frena con el 23F y no se vuelve a recuperar?
--El golpe del 23F fracasa. Se pone en marcha cuando el candidato Leopoldo Calvo Sotelo se sometía a la segunda sesión de investidura como presidente del Gobierno y en las elecciones del 28 de Octubre del año siguiente los socialistas obtienen la mayoría absoluta. No querían caldo y tuvieron dos tazas. Cierto que hubo una LOAPA pero también que fue enseguida descafeinada.
--¿Ve a Jordi Pujol como el gran arquitecto del proceso independentista, aunque él hubiera esperado más tiempo?
--La imagen que tengo de Jordi Pujol es la forjada por Albert Boadella en Ubú Rey.
--¿Se puede considerar el movimiento soberanista catalán como un proceso derivado de la crisis económica, y, por tanto, como una reacción social, con un acento popular de izquierdas?
--El origen del movimiento no es monocausal. Es el resultado de muchos sumandos y de algunas aceleraciones como pudo ser la crisis económica de 2007 o mejor de su tergiversación oportunista. Para nada tengo claro que tenga un acento popular de izquierdas.
--¿En qué medida Mariano Rajoy podría haber hecho otra cosa respecto al proceso soberanista, desde su inicio en 2012?
--La ambigüedad que se atribuye a los gallegos sumada a la gandulería y pasividad que adorna a los registradores por oposición llevaron al anterior presidente a ser un émulo aventajado de Don Tancredo, figura sobre la que José Bergamín escribió páginas memorables. Pudo hacer algunas cosas y sobre todo debió hacerlas antes.
--¿No queda otro remedio en España que repetir mapas políticos que se creían superados, con una derecha y una extrema derecha, que se unen al estilo CEDA, y con una izquierda, también dividida, que trata de llegar a acuerdos con la periferia, formada por nacionalistas y republicanos?
--No estoy tan seguro de que en la CEDA se unieran la derecha y la extrema derecha. La extrema derecha era más bien Falange Española, las JONS, la Comunión Tradicionalista y los monárquicos insurrectos que abominaban de la tibieza de la CEDA y de su accidentalismo en cuando a la forma del Estado. En cuanto a la izquierda está por ver que los nacionalistas y republicanos periféricos puedan merecer esa etiqueta.
Miguel Ángel Aguilar, en la redacción de 'Crónica Global' / CG
--¿Se perdió una oportunidad con la investidura del primer Pedro Sánchez, tras su acuerdo con Ciudadanos, en 2016, que no salió adelante por la negativa de Podemos?
--Si, se perdió una oportunidad y esa pérdida lamentable nos seguirá pasando la cuenta.
--¿Es el país, España, que había pensado Miguel Angel Aguilar cuando comienza su carrera periodística?
--Empecé mi dedicación al periodismo en septiembre de 1966 en el diario Madrid después de haberme licenciado en Ciencias Físicas en la Universidad Complutense de Madrid. Eran años de protesta estudiantil contra el régimen. Entonces ambicionaba que España fuera un país semejante a las democracias europeas colindantes. Considero que ahora lo es.
--¿Qué salida hay para ganar 40 años más de estabilidad democrática y de avances económicos en España? ¿Un proyecto federal, una confederación con Cataluña y País Vasco?
--La recuperación de la concordia y de la lealtad que nos debemos los españoles cualquiera que sea nuestra procedencia geográfica o social, el destierro del cainismo y el cultivo del civismo y del patriotismo constitucional de Habermas.
--¿Ve posible una victoria de las derechas en España a corto plazo? ¿Qué creen que podrían hacer, más allá de la retórica? ¿Un 155 perpetuo en Cataluña?
--El problema no sería la victoria de las derechas sino de estas derechas echadas al monte. Habría que bajarlas al llano para que respondieran al perfil de la derecha civilizada que propugnaba José María de Areilza. El 155 puede tener sentido en situaciones de emergencia pero no aporta soluciones estables. Otra cosa es que la Generalitat esté incumpliendo la primera obligación de cualquier poder a escala nacional, autonómica o municipal que es siempre suministrar seguridad.
--¿Cree que ha habido, como sostiene el independentismo, un exceso respecto a la prisión preventiva, que la Justicia española no ha abordado con equidad la situación de los dirigentes independentistas presos?
--Es cierto que hay un debate sobre la figura de la prisión preventiva, que debería aplicarse con un cuidado extremo, de la forma más neutra posible. Pero el argumento que se utiliza también es cierto: la huida de Puigdemont es decisiva. A él le deben la prisión preventiva el resto de dirigentes independentistas. Así de sencillo.
--¿Tan decisivo lo ve?
--Estoy convencido. Eso fue determinante. No todo el mundo es insensible, los jueces no son una cuadrilla cerrada y sectaria. Tienen una trayectoria probada. No hay designios de que se haya querido machacar a nadie. Ni este gobierno ni el anterior. Los dos hubieran dado cualquier cosa por acabar con esa situación.
--¿Considera que se puede asemejar lo sucedido en Cataluña con algo similar a la rebelión, usted que vivió en detalle la situación previa y posterior al 23F?
--No soy penalista, pero me parece de extrema gravedad lo sucedido en Cataluña. Podemos darle la vuelta y considerar qué querían en realidad los independentistas. Con qué baraja juegan los procesados. Debemos saber si eran o no conscientes, si ahora en el juicio se sabrá y ellos dirán si estaban planteando la independencia, o aflorarán excusas de todo tipo. Yo no digo que tenga que haber una sentencia ejemplar, pero debemos recordar que si hubo un 23F fue porque las intentonas anteriores se habían saldado con condenas ridículas. Si se examina qué pasó con la Operación Galaxia, lo que iba pasando, se entenderá que si salía bien, para los golpistas, se hubieran quedado el país. Hay que saber que las cosas que se hacen tienen consecuencias. No vivimos en un mundo ingrávido. Hay que saberlo.
Aguilar, durante la entrevista con 'Crónica Global' / CG
--¿Sánchez, que ha acabado convocando elecciones para el 28 de abril, se ha equivocado con un acercamiento con el Gobierno catalán? ¿Hay que dialogar o marcar una frontera muy clara?
--Yo no creo que haya dos millones de locos (los que votan fuerzas políticas independentistas). Pueden que estén mal informados o intoxicados. Pero no hay dos millones de locos. Este asunto debe abordarse para entenderse, hay que saber en qué posición está cada uno y cómo se ha llegado a esa posición. El problema es saber por qué hemos aprendido a mirarnos con odio y cómo se puede desarraigar ese odio. Y admitir y rectificar la política de los medios de comunicación. No se puede explicar nada en los Balcanes ni en otras guerras sin analizar el papel que tuvieron los medios de comunicación. Habrá que desactivar esa situación, con un buen diagnóstico. No tiene ningún sentido que aprendamos a odiarnos. No hay razones.
--¿Qué reflexión se puede formular sobre lo que ha aportado la derecha a la política española?
--Yo me acuerdo de la derecha civilizada. Se llamaba así cuando se hablaba en la transición de José María de Areilza. Se trata de que la derecha defienda con buenos modos y maneras lo que piensa, y que no sea necesariamente brutal. Hubo una derecha civilizada, con la UCD, una derecha progresista que tuvo como correlato una izquierda moderada. Aprobó la ley del divorcio o la reforma fiscal, y en el otro lado la izquierda ofreció moderación. Hay un terreno común. A la derecha progresista le corresponde una izquierda moderada. Debe haber una convergencia hacia el centro, donde habita la victoria, la mayoría social. Eso ocurre en algunos momentos de la historia. No en la Guerra Civil, cuando las gentes se centrifugaron hacia los extremos.
--Ahora, con la aparición de Vox, ¿es el PP la Alianza Popular? ¿Quién ocupa el espacio de la UCD? ¿Se ha deshilachado la derecha?
--Sin duda se ha deshilachado. Pero las cosas no se producen en el vacío. Se dan en determinadas condiciones de presión y de temperatura. Yo ahora recuerdo a quien me pregunta por esto a Pedro Salinas, y a su libro La voz a ti debida, cuando dice en un poema: “Quiero sacar de ti tu mejor tú”. Algunas de las cosas que ha manifestado el independentismo, con su perversión, logra sacar nuestro peor yo. Ha sido capaz de que renazcan cosas que no podíamos calcular.
--¿A qué atribuye esa capacidad?
--Pues es que van a un punto muy sensible, con mucha desconsideración. A la gente le molesta mucho que la presenten sistemáticamente con unos rasgos en los que nadie se ve reflejado. Lo que dicen de los españoles lo han llevado a un extremo de perversión que ha creado odio, como si fuéramos el reino de la desdicha. Somos un país que ha pasado situaciones difíciles, pero hay gente ilustre, en todos los ámbitos. Hemos hecho muchas cosas positivas, como la propia transición. Pero esa cosa visceral, de presentar el país como si fuera la mugre, al final provoca un efecto contrario.
--El independentismo ataca al Rey, y especialmente al Rey emérito, Juan Carlos I, al identificar España con ese mal final del monarca, e invalidando, con ello, la transición. ¿Puede influir de esa manera un hecho biográfico con toda la colectividad?
--Sería injusto, no sólo por el Rey Juan Carlos. No se puede reescribir la historia a partir de un punto negro. La contribución y la decisión del Rey Juan Carlos fue enorme para hacer posible la transición, para darle la vuelta a algo tan complicado como es el cambio en las lealtades de las fuerzas armadas, como vemos ahora en Venezuela. Fue una operación de encaje de bolillos muy muy difícil. Yo he visto al Rey, frente a los militares, decir que el espectáculo de la indisciplina es bochornoso. Hizo lo imposible. No fue el sucesor de Franco. Sabía que los militares le podían poner el disco rojo, y lo impidió. La reforma militar fue lo mejor que se hizo. Y es mejor porque se aplica la meritocracia, algo que no pasa, precisamente, en otros ámbitos de la administración civil, donde prima todavía el número de años trabajados para poder ascender. En el Ejército, ahora, se asciende por méritos, con formación permanente, con participación en misiones internacionales, con fuerzas desplegadas en 15 países, con conocimiento de idiomas. Así se asciende y no como un notario, por ejemplo. Lo he visto yo mismo. He viajado fuera de España. Y cuando vivía Franco, los periodistas, por ejemplo, éramos tratados como escoria, porque si eras periodista se entendía que debía estar en la cárcel, bajo una dictadura. Y era cierto, era todo muy difícil. A mi me cerraron el diario Madrid, en 1971. Y de repente pasabas a ver al Rey con un discurso en la Asamblea francesa. Nos devolvió el orgullo como españoles. Fue muy valioso todo eso, y lo comprobé, con amigos polacos o chilenos.
--Todo eso que cuenta en Cataluña apenas se valora. El independentismo lo deja como algo muy menor. ¿Por qué?
--No se aprecia, tal vez, porque ha prevalecido la cultura del agravio, de la insatisfacción, y porque, en parte, se dejó en manos de Jordi Pujol. Se decía: “Esto que lo lleve Pujol, que es su jurisdicción”, sin ver que actuaba con una determinación que no ha sido alterada por la realidad de los hechos.