Hay varios motivos para no acudir hoy a la manifestación convocada por el PP, Ciudadanos y Vox. El mío --aparte de no vivir en Madrid y de mi alergia natural a las masas, sobre todo si gritan y agitan banderas-- es que me recuerda demasiado a las quejumbrosas manifas de nuestros independentistas, que no soporto. Ya sé que el fondo es diferente (la unidad de España) y que estoy de acuerdo con él, pero la forma (berridos, banderas, gente airada) es la misma, y ya decía McLuhan que el medio es el mensaje: no necesito a más gente ocupando las calles de las ciudades españolas para resolver asuntos que competen al parlamento, sea éste nacional o autonómico.
No me gusta que los políticos echen a la gente a la calle para que les ayuden a resolver sus problemas. Si se te ha metido en la cabeza la independencia de Cataluña, no digas que la calle te la pide y reconoce que te has pasado por salva sea la parte a la oposición en tu Parlamento. ¡Y no hables en nombre de toda Cataluña cuando a duras penas representas a la mitad! De la misma manera, si crees que Pedro Sánchez es un inútil que representa un peligro para España, organiza una moción de censura e intenta desalojarlo de la manera tradicional. La vía populachera es muy espectacular, no lo negaré, pero si tenemos un sistema parlamentario es, precisamente, para no tener que recurrir a ella.
El PP lleva muy poco tiempo descabalgado del poder, pero le parece muchísimo y no ve la hora de recuperarlo. Para ello, procede a un remake del célebre mantra de Aznar "Váyase, señor Gonzalez" en forma de masas indignadas. La excusa es la creciente demencia de los independentistas catalanes, pero podría ser otra. Para el PP, el hecho de no gobernar constituye una anomalía que hay que corregir cuanto antes. Y si encima el inane Sánchez les echa una manita con ocurrencias tan desafortunadas como la del relator, pues todo eso que se llevan.
Su actitud se parece demasiado a la de los indepes como para ser tenida en cuenta y la manifestación de hoy solo va a servir para que Chis Torra y su alegre pandilla se confirmen en sus delirios de que toda España milita en la ultraderecha y ansía el exterminio de los catalanes (que, según Artur Más, siempre hemos sido los judíos o los armenios del mediterráneo: ¡Dios le conserve la vista, ya que no las propiedades, que están todas embargadas!).
Que Ciudadanos participe en el remake de la inolvidable opereta Váyase, señor González, me confirma en la teoría de que Albert Rivera ha dejado definitivamente atrás sus veleidades socialdemócratas y solo piensa en pillar el atajo más corto a la Moncloa. Que Vox se sume era inevitable, aunque el PP y Ciudadanos le quieran otorgar un papel secundario, como el que nuestros indepes suelen reservarle a la CUP: confiemos que Abascal y los suyos no se presenten a caballo y vestidos como las huestes del Cid, aunque si Casado desempolva el término “felón”, cualquier cosa es posible. ¡Ah! Y pese a las declaraciones del PP y de Ciudadanos, es de temer que aparezcan los falangistas, los nostálgicos del franquismo, los skinheads más tarugos, los neonazis y demás morralla, hasta crear un cuadro que hará salivar de emoción a Torra y al fugado Puigdemont.
Ya sabemos que Pedro Sánchez es un posturitas capaz de casi todo para alargar su precaria estancia en la Moncloa, pero montarle este numerito en la calle tras haberse retirado de la negociación con los indepes por la estúpida insistencia de estos en el inexistente derecho a la autodeterminación es una sobreactuación evidente. Nuestros tres principales partidos constitucionalistas deberían tener un poco más de visión de estado y llegar a pactos que desactivaran la labor de zapa de Vox y los independentistas. Que, a la hora de pasarse la democracia por el arco de triunfo, son tal para cual.