Le advierto una previa: si usted es separata, esta lectura le va a resultar profundamente indigesta; tendrá que tomar sal de frutas. No es un consejo de periodista, sino de farmacéutico, que no soy. Me gusta la ironía para endulzar el mensaje, pero ni eso haré...
La política nacionalista ha caído en un estado degenerativo galopante, pasando como una condena por la espalda del más inteligente de la serie: el ex Molt Honorable Jordi Pujol, su agente comercial el guapo Artur Mas, el exalcalde de Girona, y su títere vendedor de seguros suizos de Winterthur.
Lo cuento en la previa del procés que hace años que tiene indigestada a España y rota, política y civilmente, a Cataluña...
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En esta galería de personajes decreciente empiezo por la jerarquía canónica: Jordi Pujol, el confeso andorrano evasor de capitales, que un día se encarnó en el Dios Sol de Cataluña, cuando en los años 80 salió de rositas por el fraude millonario de Banca Catalana con la torticera maniobra de conseguir la absolución de la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) escrita por su abogado, el condenado por corrupción Piqué Vidal. Lo sé por casualidad: la motorista que llevó la sentencia al TSJC desde hace años trabaja en una notaria de Granollers...
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Al neoseparatista Artur Mas lo conocí en la mesa redonda donde comían los Parellada de la Fonda Europa, cuando hace 15 años era consejero de Economía del último gobierno de Pujol. A un metro de distancia comprobé que era un orador excelente, a la altura de su antecesor. Pero en otra comida coincidí con un cura del Opus, amigo de su familia. Este cura es separatista: vende la ANC las esteladas de plástico a precio de coste a un euro la unidad en un taller de BCN de su padre (q.e.p.d). El cura Carol no hace negocio si no es por la causa nacional.
El sacerdote me confesó que Mas no era indepe. Cuando era un novio, se presentó hablando en castellano como Arturo y en la intimidad continúa siendo Maricel, apodo madrileño, como la llamaban sus padres.
El cura me confesó que cuando Arturo ingresó en CDC, el matrimonio dejó de hablar en castellano...
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Carles Puigdemont había vivido toda la vida del periodismo, hasta que llegó a la alcaldía de Girona sin haber estudiado Ciencias de la Información por la vía legal, al haber demostrado su labor ante el Colegio de Periodistas. Por eso tiene el carnet: hacía más cinco años, mínimo exigible, que vivía profesionalmente del periodismo.
Ganó la alcaldía porque, como Mas, lo cortés no quita lo valiente: es un buen orador. Si hay dos profesiones en los que la oratoria es imprescindible para hacer carrera profesional, esas son vendedor o político. Que en el fondo, es lo mismo…
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Del ventrílocuo del Hijo de Amer nada diré. No lo conozco personalmente, pero ya se ve cómo es...
PD.: Si se ha cabreado, la culpa no es mía. Ya lo advertí, pero no he faltado a la verdad.