El "cul de sac" de la política catalana continúa de momento imperturbable. La divisoria entre los partidarios de la independencia y el resto continúa. Entre los independentistas cada vez son más claras las diferencias entre los partidarios radicales y las voces que gritan a una cierta moderación y entendimiento con el actual Gobierno del Estado. Entre los que quieren un 'cuanto peor, mejor' alrededor de La Crida de Puigdemont y su vicario Torra, y la gente más sensata del PDCat y ERC partidarias de un acercamiento, pero que no se deciden a dar un paso serio en la vía de la distensión por miedo a ser tildados de "traidores".
La salida solo puede ser a partir de un diálogo entre diferentes dentro de Cataluña. Hoy en día, y en el futuro, se ha demostrado que la independencia es imposible. El análisis de la correlación de fuerzas así lo determina.
El independentismo catalán no tiene la fuerza suficiente ni en el interior de Cataluña, ni en relación con España, ni frente al Estado, ni frente los intereses de la Unión Europea contrarios a la disgregación. La realidad global está determinada por la pérdida de soberanía de los propios estados en beneficio de una globalización económica donde la soberanía imperante es la de los mercados globalizados. La correlación de fuerzas en todos los ámbitos es contraria a los planteamientos de los independentistas. No hay ni habrá posibilitado de estructuras de estado en Cataluña. Y a nivel internacional nadie apoya a esta posibilidad.
Quizás es por eso que cada vez más se escuchan reproches hacia Europa por parte de algunos independentistas radicales como el propio Puigdemont. De Europa solo reciben comprensión de algunos sectores ultranacionalistas. Es por ello que en la imaginación enfermiza de alguien se planteó un deseo soñado de convertir a una futura Cataluña independiente en un "paraíso fiscal". Poniendo en evidencia la incongruencia de reivindicar una teórica soberanía que después se pondría a disposición de la soberanía real de los mercados globalizados.
En este momento la única salida del conflicto catalán pasa en primer lugar por el diálogo político dentro de Cataluña entre sectores que quieran una salida política que evidentemente nunca podrá ser la independencia. Es decir entre sectores del independentismo racional y fuerzas como los socialistas y los comunes para tratar de conseguir acordar una propuesta de ensamblaje que después pueda plantearse al Estado.
La solución solo puede salir de un acuerdo político, en el que hoy lamentablemente no es posible contar con la derecha españolista contraria a todo tipo de salida negociada.
Esto refuerza la necesidad de aprovechar la oportunidad para el diálogo que ofrece la existencia del Gobierno Sánchez y por tanto su continuidad ahora y si es posible la de un gobierno de la izquierda en unas futuras elecciones generales...
No hay atajos a la solución negociada. Lo contrario sería mantener el enfrentamiento, incrementar la división de la sociedad y perpetuar la diferenciación y convertirlo en el enquistamiento en comunidades enfrentadas. Un proceso parecido a una "ulsteritzación" de Cataluña que es algo rechazable.
Pero si algo positivo tiene una comparación con el "Ulster" es la constatación que a pesar de las diferencias evidentes la solución del conflicto en Irlanda del Norte solo salió de un acuerdo político entre las partes enfrentadas. Acuerdo que a pesar de diferencias y dificultades diversas todavía se mantiene. Y eso que el caso del "Ulster" no es comparable, puesto que allá se trataba de dos comunidades históricamente enfrentadas, con una violencia profunda que duró décadas y con el hecho de que una de las partes tenía el apoyo, como mínimo moral, de un estado al otro lado de la frontera, etc.
Todo el mundo tiene que entender que la salida solo puede ser fruto de un acuerdo político que permita superar la situación y el clima de frustración creado por la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatuto de Cataluña. La salida solo puede ser un acuerdo sobre la integración de Cataluña dentro del conjunto de España.
Cómo dice acertadamente Pedro Sánchez hace falta un diálogo y un acuerdo dentro de la ley. Y lo que se deba cambiar, adecuar o mejorar se tendrá que hacer de acuerdo con la ley. El independentismo tiene que reconocer que se equivocó y que no es posible vulnerar la ley. Es legítimo querer cambios, pero siguiendo las normas establecidas.
Por todo ello en la actualidad habría que poner en el "congelador" propuestas relativas a salidas mediante referéndums. Los referéndums, y se ha demostrado sobradamente en el caso del Brexit, no pueden sustituir el debate de los representantes políticos sino en todo caso refrendar sus acuerdos.
En una situación de fuerte división social un referéndum solo permitiría evidenciar las divisiones de la sociedad y no significaría ninguna solución más bien lo contrario. Como dice acertadamente Owen Jones en referencia al referéndum del Brexit, "el voto popular ya nos enseñó el daño que hacen los referéndums en la vida política. Fomentan las divisiones radicales... y son terreno fértil para populistas, demagogos y reaccionarios".
Las dificultades de un problema grave que causa división entre la sociedad tienen que solucionarse y es responsabilidad de la política. Los temas complejos no se pueden reducir a uno sí o un no. Requieren soluciones que comporten acuerdos amplios, concesiones en muchos casos difíciles, y sobre teniendo en cuenta cuál es la realidad, cuáles son las posibles salidas y dónde estamos inmersos. Es decir, tener en cuenta una cosa fundamental si se quiere ser realistas: en qué marco global se sitúa la problemática. En definitiva, dentro de qué correlación de fuerzas se plantea una solución que pueda ser generalmente aceptada.