En el último trimestre de 2018, los inversores se pusieron muy nerviosos, vendieron masivamente acciones y provocaron una elevada caída de los principales índices bursátiles mundiales. Al igual que en la mayoría de las ocasiones, las Bolsas de EEUU marcaron tendencia y las otras, con mayor o menor virulencia, la siguieron. En dicho período, el Nikkei 225, S&P 500, Eurostoxx 50 y Hang Seng bajaron un 17%, 14%, 11,7% y 7%, respectivamente.
Los principales motivos de la gran disminución de las cotizaciones bursátiles fueron las elevadas plusvalías acumuladas en las Bolsas de EEUU y la aparición del pesimismo económico. Las primeras cambian la psicología de los inversores, les vuelven más prudentes y temerosos y les llevan a sobrevalorar las malas noticias y a subestimar las buenas. El temor es el elemento esencial que ha provocado que confundan una desaceleración de la economía mundial con la aparición de una nueva crisis.
Entre el 9 de marzo de 2009 y el 20 de septiembre de 2018, el S&P 500 subió un 333,2% y alcanzó su ciclo alcista más largo de la historia. Lo hizo porque las subidas se alternaron con bajadas --las llamadas correcciones-- que nunca llegaron el 20%. Una cifra que, si se alcanza o sobrepasa, supone para un gran número de analistas el paso de uno alcista a otro bajista.
El pesimismo de los inversores está relacionado con un indicador fetiche: la curva que relaciona el tipo de interés de los bonos emitidos por el Tesoro de EEUU con su periodo de vencimiento. De forma habitual, su pendiente es positiva, pues, cuanto mayor es el plazo de tiempo, más elevados son los riesgos --principalmente de impago y de aumento de la tasa de inflación-- en que incurren sus adquirentes.
No obstante, a veces, en los plazos más largos --10 o más años--, la pendiente se invierte y se vuelve negativa. Si así sucede, generalmente es porque los inversores creen que el aumento de los tipos de interés de referencia de la Reserva Federal hará que en un futuro cercano el país entre en recesión.
En las últimas décadas, las profecías del conjunto de los inversores casi siempre se han cumplido. Desde 1960, la curva se ha invertido en 9 ocasiones y, en todas menos una, el PIB de EEUU ha caído al menos durante dos trimestres consecutivos. El plazo de tiempo entre la previsión y el inicio de la recesión ha oscilado entre ocho --septiembre de 1959 – abril de 1960-- y 23 meses --febrero de 2006 – diciembre de 2007--.
Debido a los anteriores motivos, el aplanamiento de la curva en los últimos meses de 2018 ha llevado a muchos inversores a presagiar la inversión de su pendiente en el primer trimestre de 2019 y la llegada de una recesión en EEUU hacia finales del año actual o principios del próximo. Una contracción que progresivamente se extenderá a muchos otros países, tal y como sucedió en 2008 y 2009, y generará una nueva crisis mundial.
A pesar de sus aciertos en el pasado, y a diferencia de lo que muchos analistas estiman, dos razones hacen que no considere a dicha curva como un indicador muy fiable. La primera es que los inversores distan de ser infalibles. A veces aciertan, otras se equivocan y en unas pocas ocasiones sus actuaciones provocan que sus profecías se cumplan.
El segundo es consecuencia de la compra de deuda por parte de la Reserva Federal entre noviembre de 2008 y octubre de 2014. Una intervención que ha provocado en la última década una sobrevaloración de los bonos a 10 años y una excesiva caída de su tipo de interés (ambas variables se mueven en sentido contrario). Un aspecto que unido a las recientes subidas de los tipos a corto plazo, auspiciadas por las alzas de los de referencia del banco central, explica en gran medida el aplanamiento de la curva.
El pesimismo no encuentra justificación en los análisis de organismos internacionales como la OCDE y el FMI. En los próximos años, ambos estiman una suave desaceleración de la economía mundial. El primero prevé en 2019 y 20 un crecimiento de su PIB del 3,5% y el segundo en 2022 y 23 del 3,6%. Nada que ver con la caída del 0,1% observada en 2009.
En definitiva, en el actual ejercicio los beneficios del conjunto de las empresas volverán a crecer. No obstante, es probable que lo hagan en un proporción inferior a la del año anterior. El principal país afectado será EEUU, pues en 2019 las compañías ya no se beneficiarán en la misma magnitud que en 2018 de las rebajas de impuestos decretadas por Trump.
El menor incremento de las ganancias de numerosas empresas multinacionales hará aún más injustificables las valoraciones desorbitadas de algunas, como es el caso de las principales compañías tecnológicas de EEUU --Apple, Alphabet, Amazon, Microsoft o Facebook--. Una coyuntura que dificultará notablemente a que el S&P alcance un nuevo máximo histórico.
No obstante, la escasa retribución de los activos sin riesgo, la pérdida de valor de los bonos por la lenta subida de los tipos de interés en EEUU y la zona euro, así como la carestía de las viviendas en los mejores barrios de las principales ciudades del mundo, harán atractiva la liquidez y la inversión en las Bolsas europeas. Estas últimas principalmente por su infravaloración con respecto a las de EEUU. Por tanto, no sería de extrañar que en 2019 las primeras subieran y las segundas bajaran. Si así sucediera, una de las más beneficiadas sería la española.