Esta es la II parte de "El encantador de serpientes" dedicado al presidente Sánchez del pasado miércoles (que podrán leer al final del artículo).
Hoy me toca hablar del trípode que gobernará Andalucía, pónganse como se pongan los socios de centro derecha…
No digo que en Vox no haya votantes de extrema derecha, pero niego la mayor: en Andalucía no existen quinientos mil ultras, ni hartos de Jerez. Ni tampoco racistas o, como se dice ahora, xenófobos. Andalucía es la tierra que menos racistas existen por metro cuadrado. Esos andaluces han presentado la factura del cabreo, a partes iguales, al PSOE de PS y a los indepes. Abascal debe un favor a Puigdemont, aunque nunca lo reconocerá…
No hace falta que a esta altura de la película deba contar a mis lectores el porqué de mi amor a España, pero sí el origen: lo he mamado desde la cuna. Nadie elige sus sentimientos (no existe esa libertad).
No es por la rama paterna de los Giménez Dieste, que también, sino especialmente de los Gracia Lacruz. Mi madre, nacida en Francia, me enseñó, sin ella saberlo, a amar a España…
En junio de 1936 su familia volvió a España, concretamente a Lleida porque no quiso renunciar a la nacionalidad española que un decreto del presidente Laval de la república francesa obligaba. Eligieron ser españoles y esa elección les salió muy cara desde el punto de vista económico y de Libertad. Volvieron desnudos con una mano adelante y otra atrás sin saber que venían directos a la tragedia nacional…
Mis abuelos, de los Monegros, vivían la mar de bien a diez kilómetros de la Costa Azul, de masoveros de una gran finca de viñas de un amo que vivía en la lejana París, a mil kilómetros. Renunciaron a su bienestar por un sentimiento que he recibido por vía maternal. Volvieron a España en el peor año de su historia, y sufrieron las consecuencias.
Si fuera indepe sería un mal nacido... No digo que los estelados lo sean porque incluso hay quien de mi familia lo es y me ha dicho que no quiere recibir mis artículos porque cada uno, como decía Ortega y Gasset, es él y sus circunstancias, y hay que respetarlas por eso soy respetuoso con la gente de mi acera contraria…
Creo que este artículo no tiene nada que ver con la política sino con el psicoanálisis. Escribir es una apasionante aventura que empiezas con la intención de escribir una cosa y acabas escribiendo otra, que en el fondo es la misma. Por eso disfruto al ponerme delante de una pantalla. A mi edad, no hay nada más divertido. No me hace falta compañía para sorprenderme, y descubrir el origen de mi sentimiento.
PD. La próxima semana escribiré lo que quería contar ésta, sobre el trípode del centro derecha. No digo tonterías, pero a veces la cabeza se me va…