El defecto que tiene la política española, y por supuesto la catalana, es que se ha infantilizado como si fuera la noche de reyes en que los padres dejan turrones en el balcón y tres vasos de agua para los camellos. Esa infantilización se ha pasado como la gripe agresiva de enero a todos los partidos políticos, sin excepción. Empezando por Pedro Sánchez y acabando por Carles Puigdemont, el fuego cruzado es a discreción. Pondré un ejemplo a bote pronto. No hablaré de Quim Torra porque es un ventrílocuo del Hijo de Amer.
Lo que me gusta del presidente Pedro Sánchez es que es un sobreviviente nato. Un corcho en el mar de la política. Ya pueden caer chuzos del cielo, ni un tsunami lo tragará, se vio hace tres años cuando cogió carretera y manta. Se recorrió toda España y se merendó a todos los barones del PSOE. Es admirable: tiene el talante de ZP pero es un corredor de fondo: Zapatero no se hubiera atrevido como Sánchez. No tiene sus regaños.
El inquilino de la Moncloa está encantado de haberse conocido y estoy seguro que cada día al despertar se mira en el espejo del Palacio de la Moncloa al que ha accedido por la puerta de servicio. Viaja tanto porque es un encantador de serpientes. Estoy seguro de que, si no hay un imprevisto, agotará la legislatura y sacará más votos que nadie en las Generales de 2020 pese a que en mayo de 2019 desangre a todos los barones territoriales. Ya les ha ganado una vez. No es que no le importe que su contrincante oficial haya perdido Andalucía, pero sabe que el poder real no está en Sevilla sino en Madrid.
Es un político mutante que puede defender una cosa y su contraria. Meter la pata las veces que sea (incluso con el Vaticano ¡y ya es difícil!), porque tiene una risa Profident que levanta todas las envidias de los colegas internacionales.
Es un hombre con estrella pero que será estrellado en 2020 cuando le venza la triple coalición: Partido Popular, Ciudadanos y VOX. España peligra porque es más fuerte de lo que la representan. Estoy seguro.
No me gusta el infantilismo de la política nacional. Me preocupa porque amo a España que está a merced de un Régimen de Relaciones Públicas todos con labia privilegiada. La labia no tiene que ver con la inteligencia aunque lo parezca.
Me duele España pero España siempre me ha dolido desde que deje de ser niño.
PD: He empezado diciendo que hablaría de todos, pero me he quedado con el encantador de serpientes. Hacía tiempo que lo quería decir.