Es significativo que el Govern de Torra, ante la protesta social en las calles en los últimos días, haya corrido a tratar de solventar, primero, la reivindicación de los médicos. No la de los ubicuos bomberos ni la de los demás funcionarios en general, a pesar de ser el catalán el cuerpo funcionarial autonómico más defraudado y burlado retributivamente de España en comparación con otras regiones. No, los primeros en ser atendidos por el Govern han sido los médicos. Las razones sin embargo no hay que buscarlas en preocupaciones de salud pública, cuestión que ha resultado secundaria durante años al secesionismo institucional (la región con más recortes sanitarios, las más abultadas listas de espera, mayores privatizaciones y en la que no es casual que primero se manifiesten y extiendan en España las enfermedades infecciosas de alcance); las razones --decía-- hay que buscarlas en las propias prioridades estratégicas ligadas al proyecto secesionista. Para el separatismo hay sectores políticamente estratégicos que no puede desatender a corto y medio plazo si quiere llevar a término su plan contra la democracia española. El largo plazo no se contempla, o no se explicita por la comprensible frustración y desafección que causaría hablarle ahora de objetivos a décadas vista a una población ensoberbecida y narcisistamente ensimismada en una fantasía que cada día le refuerzan los medios públicos de comunicación, que “informan” con naturalidad y desacomplejadamente de asuntos referidos a una "república" inexistente.



¿Qué sectores no puede desatender a corto plazo el separatismo teniendo la Generalitat en sus manos? Pues por un lado, el brazo armado cuya desobediencia y eventual intimidación al Estado de Derecho se entrevió en el golpe de octubre de 2017, acarreando los naturales encausamientos tanto de los cabecillas políticos como de los uniformados con ellos conjurados; y por otro lado, el brazo propagandístico de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (TV3, 3/24, Canal 33, Catalunya Ràdio, Catalunya Informació, etc.), cuyas sobredimensionadas plantillas y presupuestos dan idea de la relevancia que en este conflicto --como en cualquier proceso subversivo-- tiene la propaganda para influir sobre la población. Nunca veremos a los mossos --comparativamente privilegiados en relación con otros cuerpos policiales-- ni a esos bien alimentados periodistas orgánicos asaltar el Parlament en la reivindicación de ninguna mejora laboral, eso es seguro.



¿Qué otros sectores no puede descuidar el separatismo institucionalizado en el medio plazo? Pues aquellos en los que el ciudadano se ve o es obligado a asimilarse para recibir prestaciones: la Educación por un lado, alineada desde las primeras etapas del Programa 2000 con las tesis separatistas y de cuyo férreo adoctrinamiento asociado a la ilícita imposición lingüística depende el futuro vuelco generacional y demográfico en favor de la independencia; y por otro lado la Sanidad, inmersa también tangencialmente en la imposición ilegítima del idioma a través del proceso asistencial, que se convierte así en un instrumento más de "normalización" del catalán como medio de exclusión del castellano de la vida pública. Y es que el ciudadano catalán que vive su vecindad, su vida privada y su cotidianeidad en castellano, puede más o menos desenvolver su existencia al margen de la plomiza propaganda que impregna desde el deporte a la TV pasando por el más liviano trámite municipal, pero no puede dejar de ponerse enfermo en catalán si eso requiere consulta médica o asistencia hospitalaria. Y es ahí, donde el ciudadano no tiene opción como ocurre con la educación, donde el separatismo necesita que haya un prestador del servicio que, aunque vista con bata blanca, esté dispuesto a seguir las consignas oficiales de la Generalitat que le ordenan antes comunicarse por signos con el enfermo que usar el castellano en su relación con él. Por eso sorprende que la Generalitat secesionista haya desatendido el sector sanitario hasta llegar a la huelga; y por eso mismo no sorprende en absoluto que una presentadora de TV3 diga con total y desinhibida naturalidad que “los médicos han de ir de la mano con la República”.

¿Saben quién sobra en la escena y, salvo que sea en pago de sus servicios como ideologizada fuerza de choque, no estará nunca en las prioridades del Govern? Pues los bomberos, por no tener una función estratégica en la secesión: uno puede plácidamente pensar que le da igual que le apaguen el incendio en catalán con la estelada pegada al camión.