Mi vecino, convergente de toda la vida, me suelta en el rellano de la escalera: “¿Por qué de una vez no admitimos que lo hicimos muy bien hasta el 1 de octubre, pero perdimos después? ¿Por qué no nos sentamos a negociar? Claro que queremos votar un referéndum, pero que sea efectivo, acordado, un referéndum de verdad. La unilateralidad estuvo bien para demostrar la fuerza que tenemos, que es muchísima. Pero ahora, ¡qué me cuentan de la república, pagamos los impuestos a España! Otro tema son los presos independentistas y los que han tenido que marcharse a Europa. Es tan flagrante la injusticia, que ahí estamos todos”. Como mi vecino, el PdeCAT.
“David Bonvehí ya tarda demasiado en integrar el partido a la Crida”, escuché en círculos gubernamentales hace solo un par de semanas. Y lo que tardará, pensé. Para nada están por la labor ni él, ni Ferran Bel, ni alcaldes o alcaldables como Marta Madrenas, Marc Castells, Anna Erra, Marc Solsona, Carles Pellicer, Toni Postius, Josep M. Corominas, etc. No quieren disolverse en un espacio que, lejos de aparecer como un paragua que dé cobijo a sensibilidades distintas, se acerca demasiado a los postulados de la CUP, mientras Esquerra, hábilmente se ha movido y abraza la que otrora fuera la tradicional ideología convergente. Será porque los republicanos ven que ahí, en la centralidad, está la mayoría social, y de una vez por todas quieren gobernar Catalunya. SOLOS.
Después de cinco meses de silencio, tras ser apartada de la cúpula del partido por Carles Puigdemont, aparece, lozana, en un artículo Marta Pascal, señalando como propio el espacio electoral soberanista y centrado, que corre el peligro de quedar sumido en la orfandad. Al día siguiente, en sentido contrario, o sea pro-Puigdemont y Crida, publica el diputado Josep Lluís Cleries. Andan a la greña por Twitter la vicepresidenta del PdeCAT, Míram Nogueras, y la alcaldesa de Calella, Montserrat Candini. Y en eso aparece el expresidente Artur Mas, cerca de terminarse el tiempo de su inhabilitación política, moviéndose en una calculada ambivalencia.
El PdeCAT llegará a las municipales sin disolverse. Dueños de la marca Junts x Catalunya, usarán también esta nomenclatura. La Crida puede aparecer como una plataforma añadida aquí y allá. En Barcelona y su área metropolitana, todo está por decidir. Es una situación claramente distinta, veremos. No habrá escisión antes de las elecciones municipales; flaco favor se haría a los alcaldes neoconvergentes. Pero éste es el escenario que el PdeCAT ya ha asumido para después de las lluvias de mayo, a punto para que emerjan nombres que den un paso adelante, sabiendo que, con los datos del CEO del viernes pasado, ERC ganaría ahora unas elecciones al Parlament de Catalunya y JxC bajaría 10 puntos.
En el PdeCat afirman: hay partido. Mi vecino, gran aficionado al futbol, se alegrará.