El petróleo es una materia prima y, como tal, su precio es volátil. La volatilidad del importe de los productos básicos está principalmente sustentada en la dificultad para ajustar su oferta a corto plazo a las variaciones de la demanda. Una facilidad que sí tienen la inmensa mayoría de las manufacturas.
No obstante, el crudo normalmente consigue adaptarse mejor a las circunstancias del mercado que casi todos los productos agrícolas no elaborados. Ante un aumento o disminución no prevista de sus inventarios, sus productores pueden reaccionar mediante variaciones de la oferta mucho antes que los agricultores.
Dos son los principales motivos: existe normalmente una importante capacidad de producción excedentaria (principalmente de Arabia Saudita) y una parte de los principales países productores (la OPEP) es capaz de llegar a acuerdos para impulsar o disminuir su oferta.
Por tanto, aunque es normal que el precio del crudo varíe significativamente a lo largo del año, es bastante inusual que tenga una tendencia claramente alcista durante una buena parte del ejercicio y bajista en el resto. Es lo que ha sucedido hasta el momento en 2018. El último año que pasó algo similar fue en 2008. Hasta julio, su cotización aumentó por la conversión del crudo en un activo refugio para los inversores; en el resto del año, disminuyó por la recesión mundial que se avecinaba.
Entre el 1 de enero y el 3 de octubre de 2018, su importe aumentó un 29%, pasando el barril Brent de los 66,87 a los 86,29$. Por el contrario, entre la última fecha y el 23 de noviembre, su importe disminuyó un 31,9%, al caer hasta los 58,8$
La tendencia inicial fue más alcista que la mostrada por los propios números, pues en el primer período el dólar se apreció respecto a la mayoría de monedas mundiales (un 4,3% en relación al euro). El motivo es que una apreciación de la divisa norteamericana tiende a comportar un menor precio del crudo, pues su encarecimiento vía tipo de cambio en el resto de países tiende a reducir su demanda global.
La explicación al acusado cambio de tendencia está en las distintas expectativas a lo largo del año sobre la futura demanda y oferta de crudo. En los tres primeros trimestres, las perspectivas del mercado de petróleo eran muy favorables. Más demanda, menos oferta y reducción continuada de los inventarios. Por tanto, el resultado parecía claro: un precio en casi continuó ascenso. Así sucedió hasta el 3 de octubre.
Por el lado de la demanda, la principal clave era la expectativa de un sólido crecimiento de la economía mundial. En enero, para el año 2018, el FMI pronosticó un incremento del PIB global del 3,9%, dos décimas superior al del año anterior. Además, dicha institución no observaba prácticamente ninguna nube negra en su horizonte. Por tanto, parecía que un nuevo ciclo expansivo, del que se beneficiarían la mayoría de los países, estaba en sus inicios.
Una menor importancia tuvo el mayor interés de los inversores por las materias primas. Unas favorables perspectivas para la economía mundial, junto con la elevada valoración a la que las acciones y los bonos habían llegado en los principales mercados financieros, hicieron más atractiva la inversión en productos básicos.
Desde la perspectiva de la oferta, la previsión era que dos fuerzas actuaran en sentido contrario. Por un lado, EE.UU y Canadá incrementarían la producción, debido a que la subida de precios haría que nuevas explotaciones de petróleo no convencional fueran rentables. Por el otro, la OPEP mantendría el recorte iniciado en 2017 e Irán y Venezuela disminuirían su oferta.
El primer país debido al restablecimiento de las sanciones de EE.UU por la realización de su programa nuclear, el segundo consecuencia de su menor capacidad productiva, generada por la falta de inversiones y la deficiente gestión de la empresa estatal PDVSA. El resultado final sería un crecimiento de la oferta inferior al de la demanda y una disminución paulatina de los inventarios.
No obstante, en el último trimestre del año, las anteriores previsiones se derrumbaron. La demanda mundial de petróleo será menor de la esperada porque el proteccionismo de Trump está afectando de manera directa al crecimiento económico del Sudeste Asiático e indirectamente a la zona euro. Además, la apreciación del dólar y la subida de tipos de interés en EE.UU perjudica la evolución del PIB de numerosos países emergentes.
En cambio, la oferta mundial de crudo superará las previsiones. Las sanciones a Irán afectarán a corto plazo a su producción menos de lo previsto y Estados Unidos producirá bastante más de lo pronosticado. Por tanto, los inventarios, en lugar de disminuir, aumentarán.
En definitiva, en el próximo futuro, más oferta y menos demanda de la inicialmente esperada. Por tanto, si la OPEP no procede a acometer recortes adicionales, precios más bajos. Si así sucede, será una gran noticia para España. En 2019 no me extrañaría que el menor gasto en importaciones de petróleo y otras materias primas más que compense la probable desaceleración de las exportaciones de bienes. Por tanto, un viento en contra durante un gran parte del actual año se convertirá en favorable en el próximo.