Uno de los principales retos que acompañan el cambio de modelo sanitario, consiste en la consolidación del trabajo en equipo en el ámbito de la salud. Los profesionales de la medicina y de la enfermería están “obligados a entenderse”, pues lo contrario no solo supondría atentar contra la calidad sanitaria, sino también poner en riesgo la propia seguridad y buen cuidado de los pacientes.
Enfrentar este desafío supone tomar conciencia acerca de la necesidad de consolidar un cambio de mentalidad, ya apreciable, pero todavía no culminado, entre los diferentes profesionales de la salud, quienes están llamados a trabajar conjuntamente. Resulta imprescindible contar con una comunicación efectiva entre los profesionales de la medicina y de la enfermería, lo cual requiere, lejos de comportamientos disruptivos, manejar entre ellos mensajes claros y concisos, ajenos a la ambigüedad; afrontar los problemas del día a día mediante una actividad colaborativa; mantener el respeto mutuo mediante un apoyo recíproco en las condiciones de estrés que acompaña, con jornadas maratonianas, su ejercicio profesional; y tomar conciencia de rol que corresponde a cada uno de los colectivos en cuanto a la atención del paciente.
Entre las estrategias enfocadas a la mejora de dicha comunicación cabe referir la necesidad, durante la formación académica de los profesionales de la salud, de potenciar sus competencias y habilidades sociales y comunicativas. El fomento de esta “educación interprofesional” supondrá, a buen seguro, crear un contexto de relación en el que los miembros de las diferentes profesiones tengan la oportunidad de empatizar con otros profesionales, haciendo así posible no solo que puedan aprender más sobre sus roles y responsabilidades, sino también que puedan valorar la importancia de su imprescindible interrelación.
Pese a las lógicas dificultades que han acompañado a su puesta en funcionamiento, la creación de la nueva Facultat de Medicina i Ciències de la Salut de la Universitat de Barcelona, que comprende los tradicionales centros de Medicina (campus Clínic i campus Bellvitge), Enfermería (que también incorporaba hasta la fecha los estudios de Podología y que ahora, con el nuevo centro, han visto reconocida su identidad) y Odontología; está llamada, desde el obligado respeto a la autonomía y visibilidad exterior de las diferentes unidades de formación e investigación que la integran, a jugar un papel importante, desde la base formativa de los nuevos profesionales del ámbito de la salud, en orden a consolidar su estrecha colaboración. Son muchas las oportunidades que este nuevo centro aporta: facilitar actividades docentes e investigadoras conjuntas y transversales; potenciar la concienciación acerca de la cultura del trabajo en equipo y la relación interprofesional; mejorar las relaciones entre las instituciones sanitarias y la Universidad; y, partiendo de unos brillantes resultados de transferencia en el ámbito médico conseguir, en paralelo, que éstos también sean percibidos, por la población, como un progreso de índole social.
Nuestro sistema sanitario tiene que preparar su futuro mediante la detección de sus necesidades y el aprovechamiento de nuevas oportunidades. Lejos de la comodidad que puede ser propia del inmovilismo, parece llegado el momento, siendo la Universidad una piedra de toque que cabe situar en la base de la pirámide de acciones a implementar, de asumir racionalmente la responsabilidad que a cada cual corresponde. Mediante la creación, bajo el mandato de su anterior equipo rectoral, de la nueva Facultat de Medicina i Ciències de la Salut, bien puede decirse que la UB ha puesto su “granito de arena”, desde la base formativa, en aras a posibilitar que los futuros egresados en el ámbito de la salud, más allá de su prestigioso título, reconocido internacionalmente, también estén “preparados” para dar respuesta, en equipo, a las nuevas demandas sanitarias y sociales que derivan de la consolidación de una población cada vez con mayor esperanza de vida, pero también, por desgracia, mucho más dependiente.
Todo ello, por supuesto, complementado con la adecuada reflexión acerca del diseño de un nuevo modelo organizativo de las diferentes unidades de atención que fomente dicha “comunicación”; así como de la toma de medidas urgentes que permitan corregir la ya crítica “carga asistencial” que padecen, fruto de los recortes de los últimos años (tanto de personal como de medios), los profesionales de la medicina y de la enfermería. Es ya hora de revertir esta situación que, por si alguien lo ha olvidado, nos afecta a todas y todos.