Y de repente, el mundo vuelve a hablar de Yemen, la crisis que enfrenta Arabia Saudita en el contexto del asesinato del periodista Jamal Khashoggi en su consulado en Estambul el 2 de octubre ha rescatado del olvido la guerra y la violencia que lleva ya varios años y miles de muertos.
Pero que pasa realmente en Yemen más allá de buenos y malos. Yemen padece varios conflictos políticos y militares. En 2014, los Huthi tomaron el control de la capital, Sanaa, y otras partes del país, con el pretexto de reclamar una mayor participación en el poder. Disolvieron su Parlamento, y forzaron la dimisión del presidente Mansour Hadi, que, tras huir del arresto domiciliario, se refugió en Riad, la capital de Arabia Saudita. La guerra entre el norte y el sur se intensificó con los ataques a la ciudad de Adén, mientras Al-Qaeda cometía actos terroristas y se hacía fuerte.
Entretanto, los Huthi, primero se aliaron con el ex-presidente Ali Abdullah Saleh en el poder de 1978 a 2012, derrocado por el levantamiento popular que quería recuperar el poder, aunque fuera prolongando los problemas del país, y que fue finalmente asesinado por ellos, en 2017, acusado de traicionarles. En 2015, una coalición de 10 países liderada por Arabia Saudita y Emiratos Árabes, respaldada por Estados Unidos, Reino Unido y Francia en apoyo de lo que consideran gobierno legitimo de Yemen, entró en guerra bombardeando posiciones de los rebeldes en la llamada "Operación Tormenta Decisiva". Han recuperado el control de una gran parte del territorio, pero con un altísimo coste económico y humano, la mayor parte de las víctimas son civiles
La historia de Yemen, es la de una tierra compleja, con una estructura tribal muy fuerte y con la proliferación de armas, que han ocasionado más de 35 años de problemas y guerras. La vida nunca ha sido fácil en esta tierra. Hay un sentimiento secesionista en el sur. La guerra de las tribus chiitas Huthi para ampliar su influencia en esta región. El terror de Daesh y AlQaeda que han aprovechado el descontento y el vacío de poder para ganar terreno y seguidores. Y la intervención de la coalición internacional liderada por Arabia Saudita.
Ante este caos, el estado no tiene capacidad para atender las necesidades más urgentes y básicas de su población. Existe un brote de cólera sin precedentes, y el país enfrenta una crisis alimentaria catastrófica. 22 millones de personas necesitan ayuda alimentaria urgente, de ellos, 1.800.000 niños menores de cinco años enfrentan desnutrición aguda.
Yemen es el escenario de una lucha regional entre Teherán y Riad que se está complicando. Está en juego el control del estratégico estrecho de Bab Al-Mandeb, el paso hacia el Canal de Suez, por donde pasa la mayor parte del petróleo del mundo. Esta batalla ha empujado este estado empobrecido aún más hacia el abismo, mientras se ensancha la división sectaria. El país se desangra, hay un vacío político, sin ningún tipo de liderazgo formal, no hay gobierno, la seguridad se deteriora rápidamente, la economía está colapsada y la gente muere
Más allá, de las luchas de poder, y de la geopolítica, la situación ha provocado un peligroso enfrentamiento entre Irán y Arabia Saudita, que necesitan encontrar una solución pragmática, restablecer las relaciones de vecindad y gestionar sus enormes recursos para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos y de la región. La retirada de Donald Trump del acuerdo con Irán sobre su programa nuclear, y la decisión de endurecer la posición de EEUU, puede empeorar la situación.
Desde 1978 más de 550.000 personas han muerto en Yemen, por el hambre, la violencia o asesinadas, se estiman 10.000 desde 2015. Pero, la situación empeora. El creciente número de víctimas civiles está elevando los temores sobre una situación humanitaria ya deteriorada. Ante esta catástrofe, la comunidad internacional debe actuar con máxima prioridad. Existe un interés moral y estratégico en estabilizar a Yemen, terminar la guerra no es suficiente. Es preciso buscar una salida negociada para desactivar las causas que han alimentado esta situación explosiva.
La única solución a la situación, es tratar de raíz todos los problemas. Las soluciones violentas y militares han demostrado no ser una opción. En esta zona nunca las armas han resuelto nada y solo han dejado muertes, odio, destrucción y que la paz y los anhelos de los pueblos de vida digna y libertad sean un proceso casi imposible de alcanzar. Una solución política debe prevalecer con el tiempo, pero solo si se consideran seriamente todos los desafíos y se abordan las cuestiones económicas, las reformas democráticas, los derechos humanos y de las minorías.
Hace unos días, murió Amal Hussain, la pequeña hambrienta niña yemeni. Imagen de la tragedia de su pueblo y de las terribles consecuencias de la hambruna y la guerra. Murió tras protagonizar otra de las imágenes impactantes de los últimos años que se espera que no quede pronto en el olvido. Tras más de 35 años de dictaduras, violencia y subdesarrollo, la nación más pobre del mundo árabe merece una oportunidad. A Yemen, le sobran bombas y le falta paz.