La Internacional Energúmena no existe, pero sí existe. No existe como organización declarada --no es la ONU ni la OTAN--, pero sí a un nivel conceptual. La Internacional Energúmena no hace distinciones entre la derecha y la izquierda --la descomposición de la socialdemocracia le ha sido muy útil--, y admite en su seno lo más bruto e irracional del panorama político mundial. Basta con ser un energúmeno intolerante y autoritario para que te acepten en el club. Así se nos está llenando el planeta de un personal infecto que va de Donald Trump a Quim Torra pasando por Vladimir Putin, Mateo Salvini, Viktor Orbán, Rodrigo Duterte, Daniel Ortega, Nicolás Maduro o Marine Le Pen: una pandilla basura que va extendiendo sus tentáculos por diferentes sociedades, ofreciendo en todos los casos las mismas soluciones a base de mano dura, manía a los extranjeros y demás clásicos del totalitarismo populista.
El último miembro de este penoso club es Jair Bolsonaro, que acaba de ser elegido presidente de Brasil y que está por la labor de disparar contra todo lo que se mueva. A diferencia del matón de Filipinas, no ha reconocido abiertamente haber ejecutado a narcotraficantes con sus propias manos, pero lleva soltadas unas cuantas perlas que dan qué pensar (y nada bueno). Sin moverse del ámbito doméstico, ha dicho que prefiere que un hijo se le muera a que le salga maricón. O que sus hijos están tan bien educados que nunca se les pasará por la cabeza casarse con una negra. Sus propuestas para solucionar los problemas endémicos del país se reducen al tradicional garrotazo y tentetieso, pero ha tenido la potra de encontrarse con una población tan harta de la corrupción política, de la inseguridad social y del crimen organizado y desorganizado que se ha echado en sus brazos como si fuese el salvavidas de un náufrago.
De hecho, esta gentuza siempre llega al poder de esta manera. Basta con que la democracia se traicione a sí misma y cundan la corrupción y el caos para que muchos ciudadanos se rindan a un tipo de personaje que nunca ha traído nada bueno: el tío con dos cojones que va a poner orden y al que nadie va a pedir explicaciones porque el fin justifica los medios. En España tuvimos a uno de esos tíos (aunque se diga que solo tenía un huevo) en el poder durante cuarenta años, y hasta muerto sigue dando la tabarra con el traslado de sus restos a no se sabe dónde. Nos creíamos vacunados contra la Internacional Energúmena hasta que asomó la patita Vox. En Alemania, donde sufrieron a un energúmeno peor que el nuestro, hay un partido que lo echa de menos y que tiene el cuajo de llamarse Alternativa (de mierda) para Alemania.
Cuando la democracia flaquea o se traiciona a sí misma, aparecen los salva patrias de debajo de las piedras. Y el ciudadano traicionado por la democracia los vota. No estaría mal un poco de autocrítica por parte de los partidos tradicionales, responsables en parte de la aparición de todos los Bolsonaros de este mundo. No es tarde para reinventar la socialdemocracia, pero hace falta echarle ganas si queremos hacerle frente a la Internacional Energúmena.