Cada cultura nacional inventa un chivo expiatorio, o varios, de uso libre con el fin de no reconocer las responsabilidades propias: para africanos y asiáticos el chivo es el viejo colonialismo; para la América de Trump, el mundo; para los independentistas de aquí, España; para los europeos, Europa en su concreción en la UE.
"Europa es culpable", claman políticos, editoriales, columnistas, tertulianos, la calle... ¿De qué es culpable? De todo, de la muerte de inmigrantes en aguas del Mediterráneo, del derrumbe del puente Morandi en Génova, del "austericidio", de la desigualdad... Busquen algo importante que vaya mal en política y con frecuencia encontrarán la justificación de los responsables nacionales del desaguisado en la culpabilidad de Europa. Plantu, el gran humorista gráfico de Le Monde, en ocasión del referéndum de 2005 en Francia sobre el proyecto de Constitución Europea publicó una viñeta en la que el personajillo exclamaba: "Je vote non parce que ma femme me trompe" ("Voto no porque mi mujer me engaña").
¿Tiene fundamento esa pertinaz denuncia de la UE? Sí, en aquellos casos en que las políticas ejercidas, o la omisión del ejercicio, en el marco de sus competencias y de sus posibilidades presupuestarias resultan erróneas. Igual (para entendernos) que en un Estado, pero de manera diferente porque la UE no es un Estado. La toma de decisiones y la ejecución de éstas es más compleja y rígida en la UE que en cualquiera de sus Estados miembros.
Cuando la crítica a la UE se lanza por hechos que nada tienen que ver con sus competencias, se la está utilizando como oportuno chivo expiatorio. Columnistas y tertulianos que regañan con severidad a Europa se pierden en el laberinto de sus competencias exclusivas, compartidas, de apoyo y especiales --incluso los hay que ignoran que exista tal división-- con la misma ligereza con que pueden confundir Consejo Europeo, Consejo de Ministros y Consejo de Europa.
No hay día que no se lea y oiga aquí y allá alguna acusación contra la UE por las desgracias de la inmigración irregular, sobre todo cuando hay muertos. Nunca se aclara en virtud de qué competencia "no ejercida" se endosan las culpas a la UE. La política de inmigración es responsabilidad de los Estados, de cada uno. Acusar a la UE es tomarla como chivo expiatorio, una forma más de antieuropeísmo. Cédansele competencias en la materia, reformando los tratados con la aceptación de todos los Estados, y sólo entonces, si la UE falla, la moralina dejaría de serlo para trocar en denuncia justificada.
Con frecuencia se pide a la UE que acuda con sus fondos a remediar tal o tal otra necesidad; aunque tuviera competencia para la intervención, ¿de dónde saca los fondos? El presupuesto de la Unión representa sólo el 1% del PIB del conjunto de los Estados miembros, aproximadamente 160.000 millones de euros. Es mucho, pero no basta ni de lejos para todo lo que se exige a la UE. Habría tal vez que priorizar las atenciones, sí, y aumentar el presupuesto comunitario, también. Ambas soluciones dependen en última instancia del Consejo Europeo (los Estados) y del Parlamento Europeo (la voluntad popular). Mientras tanto, la UE no puede acudir a satisfacer las muchas necesidades que los Estados desatienden y, claro está, para tapar una vez más ausencias y vergüenzas propias sirve la figura del chivo expiatorio europeo.