¿Es posible que el presidente de la Generalitat -máximo representante del Estado en Cataluña- diga que el Jefe de Estado es un “hooligan” y no pase nada? Sí, ha ocurrido ya. Lo dice en Suiza, luego regresa a Barcelona y se queja de que no le han dado apoyo internacional. ¿No será porque en Europa se recela de quienes pretenden destruir Estados al tiempo que destruyen Europa? Secundando a los CDR, Torra acaba siendo un paria en la Europa que construyó el Estado de Derecho. Ni siquiera entiende que los suizos tienen un instinto singular para no meterse en líos.
En tiempo de tanta incapacidad política y desprestigio institucional, ni el fatalismo sobre el futuro de España ni el ilusionismo de quienes creen finiquitado el independentismo aciertan a comprender que el día después aún tardará mucho en llegar y requiere dosis ingentes de racionalidad que hoy no es compartida. Sin acatar la ley, eso se enmaraña mucho, sobre todo porque el independentismo ha pasado de la épica a columpiarse en los presupuestos generales en un intento de presionar al gobierno de Pedro Sánchez para que dé a la Fiscalía unas instrucciones que en un Estado de Derecho no se pueden dar.
Probablemente, lo que fomente la deriva final del independentismo es no comprender la fortaleza del Estado de Derecho y el sistema de 1978. Al votarse la Ley para la Reforma Política, en Cataluña el sí fue del 93.37% y se abstuvo el 25%. En el referéndum constitucional, el 91.46 votó sí y se abstuvo el 32%. En ambas votaciones se fundaba el sistema de 1978, con la monarquía parlamentaria como eje central. En el referéndum de 1979 para el Estatut, el sí es del 88.15% y la abstención ya se sitúa en un a un 40%. Luego, al votarse el Estatut de 2006, la abstención llega a un 51.15% y el sí obtiene el 73,24%.
Los datos son inapelables pero no están tan claras las causas que han generado las franjas de desafecto al sistema de 1978. Ni están tan cuantificadas como los resultados de los referéndums, tal vez porque es una suma de factores tan heterogéneos y contradictorios que se hace casi irrepetible. Si se habla de una desafección juvenil, ¿es tanto por reflexión activa o porque en el sistema educativo -en exceso fragmentado por la redistribución de competencias educativas- la Constitución no se explica o se explica muy sesgadamente? Incluso así, los fundamentos del sistema son sólidos y, aunque eso tarde, puede llegar ese día después en que la voluntad humana es capaz de sobreponerse a la confusión y dejar en banda irrealismos tan disruptivos como la república catalana independiente.