Lorenzo Bernaldo de Quirós (Ávila, 1959) es un liberal convencido, de los pocos que defienden, sin complejos, un Estado más pequeño y más ágil para España. Es presidente y socio de la consultora Freemarket Corporative Intelligence, la misma que pronosticó que la crisis económica iba a cobrar una intensidad desconocida en España, y que sería larga. Este economista con pajarita y calcetines de colores, académico del Cato Institute, y vicepresidente del Instituto Von Mises de Barcelona, tiene claro que España debe rematar lo que inició en 1978 con la Constitución: “La solución para las Españas es un federalismo competitivo a la americana”. Y lo dice así, "las Españas", porque defiende la pluralidad interna. No le tiene miedo a que las comunidades compitan entre ellas, a que mejoren su situación si se esfuerzan, y tiene claro que "no hay autonomía real sin autonomía financiera". Con ascendente en el Partido Popular, De Quirós se ha quedado ahora paralizado. No entiende que se abandone el centro, que nadie apueste realmente por una “derecha liberal”, que es, precisamente el título de uno de sus últimos trabajos: Por una derecha liberal (Deusto, 2015). Eso le lleva a mirar también a Ciudadanos, y a descifrar rasgos “lerrouxistas” en sus recientes apuestas políticas.
--Pregunta: El expresidente Aznar considera que España no avanzará sin resolver la cuestión catalana. Él lo llama “el golpe catalán”. ¿Pero se puede resolver?
--Respuesta: La “cuestión catalana” es el problema mas grave al que se enfrentan las Españas. Como dijo Ortega, ese problema no se va a solucionar pero se puede conllevar. Las relaciones de Cataluña con el resto del Estado han sido siempre complejas, sacudidas por crisis periódicas acompañadas de imposiciones o fórmulas de acuerdo temporales. El reciente libro de Elliot, Scots and Catalans: union and disunion (Taurus lo editará en castellano), ilustra muy bien esa trayectoria. En las actuales circunstancias y, al menos a corto plazo, parece muy difícil llegar a algún tipo de convención que permita reconducir la situación hacia la senda de la normalidad política, social e institucional. Esto se agudiza en un entorno preelectoral como el presente. Cuando el ambiente se radicaliza, las posturas moderadas no tienen cabida. Son crímenes de lesa patria para unos y para otros.
--Una de las cuestiones de este Gobierno, el de Pedro Sánchez, que más se critica es su aproximación al Gobierno catalán. Dice Felipe González que no se puede dialogar mucho, porque el independentismo está en una posición binaria. ¿Es, entonces, y lo habría sido en el pasado, un error la estrategia del contentamiento”?
--El lenguaje guerrero de los bandos en litigio no ayuda a abordar el problema porque genera una polarización en la que el diálogo es imposible. No sólo en Cataluña sino en el conjunto de las Españas se ha instalado un clima de confrontación emocional que impide avanzar posiciones racionales. Plantearse si se ha practicado una política de “contentamiento” o no hacia Cataluña en los últimos decenios sirve para poco. Estamos donde estamos y quien considere que puede ganar el partido, valga el casticismo, por 6-0 comete un error descomunal. Los independentistas está en una posición cerril y entre los unionistas no existe consenso sobre cómo abordar el problema.
--España ha avanzado mucho desde la Transición. Sin embargo, diferentes constitucionalistas entienden que sería necesaria una reforma para retocar lo que no se diseñó bien, o lo que se ha demostrado que ha ido mal. ¿Apuesta usted por una reforma de carácter federal?
--El modelo de organización territorial del Estado vigente en las Españas es ineficiente, injusto y una causa determinante de la situación en la que estamos. El "café para todos" fue un error de bulto, contrario al espíritu constitucional que no contemplaba esa fórmula. Yo soy partidario de un sistema de federalismo competitivo a la americana, a la australiana o a la suiza. Me parece la solución y el mejor camino para articular la realidad plural de las Españas y para permitir que, con competencia entre las autonomías y corresponsabilidad fiscal, cada una elija el nivel de autogobierno que desee y que, probablemente, no será el mismo.
--Antes que esa reforma de la arquitectura constitucional, ¿entiende que sería necesario un acuerdo político sobre el sistema de financiación de las autonomías, y que esa cuestión podría resolver el problema catalán? ¿O ya es tarde para eso?
--El aspecto financiero es importante pero no es lo único importante. La experiencia de las décadas pasadas lo demuestra con claridad. Creo que hay que ser más ambiciosos y los aspectos simbólicos son relevantes. ¿Cuál es el problema de reconocer que Cataluña es una nación dentro de la nación de naciones que es España? Estoy seguro de que muchos catalanes, no independentistas, lo sienten así y no les falta razón porque esa fue la constitución histórica de las Españas hasta el decreto de Nueva Planta. Creo que hay que tener algo de imaginación y de altura de miras, cosas complicadas en estos momentos.
--Cataluña, desde 2012, es el principal problema político en España. Si se aborda con claridad, --el llamado encaje-- ¿el resto de autonomías lo aceptaría?
--A priori no haría falta una reforma de la Constitución para, por ejemplo, avanzar a un modelo de federalismo competitivo o para reconocer el hecho nacional catalán en el texto constitucional. Pero creo que, aquí y ahora, en este ambiente belicoso que se ha instalado en la sociedad catalana y en la española, cualquier pacto, que se traduciría en concesiones mutuas, sería considerado por las partes en conflicto una concesión al adversario, por no utilizar el término smitiano de enemigo.
--Cada vez que se intenta algún cambio, otras comunidades como Andalucía o Valencia señalan que querrán tener exactamente lo mismo que logre Cataluña. ¿Cómo se resuelve ese puzle? ¿Quién para los cambios en España?
--En los EEUU no todos los estados miembros de la Unión tienen las mismas competencias por una sencilla y razonable razón: fuera de unos mínimos cubiertos por el Gobierno federal, quien desee superar ese umbral o gastar más en otras políticas ha de financiarlo con sus propios ingresos. Si, por ejemplo, Andalucía quiere mantener su vigente estructura clientelar o ampliarla, que suba los impuestos a los ciudadanos, a las empresas y a ver si a éstos les parece bien. No hay autonomía real sin autonomía financiera. El vigente sistema de solidaridad interterritorial sólo premia las malas gestiones y elimina cualquier responsabilidad de los gobiernos autónomos sobre los efectos de sus políticas.
--El problema arrancó en 2012, con la primera gran manifestación independentista en la Diada. ¿Qué no hizo Rajoy que sí hubiera podido hacer para reconducir el problema?
--No tengo una respuesta clara. Si el Gobierno y la Generalitat hubiesen llegado a un pacto fiscal en 2012 quizá no estaríamos donde ahora estamos. Después, la dinámica de los acontecimientos y la vulneración por el Gobierno catalán de la legalidad, hizo cada vez más difícil la reconducción de la crisis. Creo que el Gabinete Rajoy no pensó que la situación iba a evolucionar en la dirección que lo hizo y que Artur Más consideró que Madrid, por simplificar, ofrecería algo para evitar que el problema se desbordase. Ambos cometieron un fallo de cálculo, basado, aunque resulte sorprendente en una equivocada percepción y una inadecuada comprensión de la gravedad del tema. Al final se cruzó el Rubicón y retroceder se convirtió en una misión imposible.
--Ha habido un cambio de Gobierno, y en la cúpula del PP, que, con Pablo Casado, ha adoptado posiciones más duras respecto a Cataluña. ¿Puede haber en España una derecha liberal que se atreva a encauzar el problema catalán?
--La erosión del bipartidismo dificulta de manera extraordinaria la posibilidad de forjar un consenso básico entre socialistas y populares para encauzar la situación catalana. En otras circunstancias, esto hubiese sido quizá factible. Por otro lado, la escalada verbal de la dirigencia independentista hace muy complicado que el nuevo líder del PP pueda hacer otra cosa que la que hace aunque fuese otro su deseo, que no lo se. A veces, en Madrid no se entienden las restricciones a las que se enfrentan los políticos catalanes, pero en Barcelona tampoco se comprenden a las que se enfrentan los dirigentes de los partidos nacionales. Yo escribí un libro, Por una Derecha Liberal, en el que expliqué cuál era mi posición respecto a Cataluña y no la he modificado.
--¿Es Ciudadanos esa derecha liberal, o no hay manera de que cobre impulso en España?
--Ciudadanos es un partido de aluvión con una indefinición generalizada sobre casi todo excepto sobre el tema territorial y, especialmente, sobre Cataluña. Por convicción o por oportunismo, da igual, se ha envuelto en la bandera nacional que es su única seña de identidad real. Creo que Cs adolece de una visión centralista de las Españas o, al menos, tiene tics en esa dirección. Su estrategia se parece mucho a la de Lerroux en sus años de Emperador del Paralelo. Yo no quiero entrar en la polémica sobre si está justificado o no volver a aplicar el artículo 155 de la Constitución pero estimo que esa medida carece de efectividad para encauzar la “cuestión catalana” a corto y medio plazo y tendría efectos negativos a largo. Dicho esto, ningún gobierno democrático puede tolerar que se incumpla la ley y la Constitución.
--El PSOE insiste en una reforma constitucional de carácter federal. ¿Es posible, o el nacionalismo vasco y catalán lo rechazarían, y querrían un modelo confederal?
--Una forma de federalismo competitivo para las Españas permitiría en mi opinión establecer un mecanismo institucional que se ajustaría mucho más a la realidad de lo que lo hace el vigente engendro autonómico. Texas está en la Unión y en su constitución se define como estado libre y no pasa nada. El nacionalismo y el independentismo nunca van a desaparecer, al menos en mi horizonte vital, pero creo que su capacidad de convocatoria y el eco de sus demandas sería menor en la sociedad con un esquema federal a la norteamericana e incluso con un esquema a la canadiense.
--Si se ha llegado a esta situación en Cataluña, ¿se puede entender que ha sido por una traición, o por el error del Estado que ha mirado para otro lado desde la transición cuando en el País Vasco y en Cataluña el nacionalismo iba construyendo un pequeño Estado?
--El País Vasco, con sus vaivenes y vicisitudes, ha logrado un anclaje razonable en el Estado, gracias, entre otras cosas al concierto económico. Por eso, quienes quieren acabar con él son unos demagogos irresponsables. A día de hoy, para el PNV, la independencia constituye una proclama romántica y poco más. Pero si hablamos de mini Estados hay que ampliar bastante la muestra porque eso es en lo que se han convertido buena parte de las autonomías, gestionadas por la izquierda y la derecha nacionales, con una diferencia frente a Euskadi: no han asumido los riesgos económico-financieros que soporta el País Vasco. Basta ver el brutal crecimiento del sector público autonómico en casi todas las comunidades autónomas para verificar esa tesis.