No hay duda de que la globalización y la crisis económica han afectado de forma muy negativa a la situación de las clases trabajadoras en España y en Europa. A la vez que las políticas conservadoras se han apropiado de la hegemonía ideológica, política y social con contadas excepciones.
No hay duda de que en el momento en que la crisis parece que empieza a remitir es la hora de dar un fuerte impulso a una alternativa que evite que el dominio conservador comporte la regresión política hacia opciones nacionalistas ultraconservadoras. Debería ser la ocasión para que desde las fuerzas de progreso políticas y sociales se plantee una ofensiva para conseguir un cambio de rumbo en el proceso político y económico en los diversos ámbitos nacionales y en el ámbito europeo.
En el momento actual observamos cómo el conjunto de la izquierda política, y su dirigencia, parece incapaz de hacer frente y tan siquiera plantearse alternativas con cara y ojos a las políticas conservadoras. Lo más grave es que incluso parece que en muchos casos hayan renunciado a hacerlo. Sólo en el caso de Portugal y en la opción del Labour de Jeremy Corbyn se ven intentos de devolver la izquierda a las políticas que le corresponden.
Hemos visto que el movimiento sindical ha sido en la mayoría de los casos en los diversos países los únicos que han intentado hacer frente a las políticas austericidas impulsadas desde el corazón mismo del gobierno europeo. Los sindicatos han tenido que sufrir en sus carnes el peso de los gobiernos de turno tanto para debilitar los derechos de los trabajadores como el propio papel de movimiento organizado de las personas trabajadoras. Todo esto ante el silencio cobarde de los políticos que se denominan de izquierdas.
Parece inconcebible que los partidos que se reclaman de izquierdas o de progreso no entiendan que para conseguir salir de su agujero actual tienen que plantearse como línea fundamental potenciar y defender el papel y el reforzamiento de las organizaciones sindicales de los trabajadores, en cuanto estructuras de participación social, como un paso más para recuperar su propio peso político de representantes de las clases trabajadoras.
Cuanta más fuerza tenga el movimiento sindical, cuanta más presencia tenga en los diversos ámbitos de la vida laboral, económica y social, más fácil será para las fuerzas políticas progresistas intentar hacer avanzar sus posiciones en el ámbito de la política y en la representación institucional. El resurgimiento del laborismo británico tendría que ser para el conjunto de la izquierda europea un ejemplo de lo pretendemos decir.
Pero mientras la izquierda política despierta, el movimiento sindical no descansa. En este sentido es importante el Llamamiento Europeo patrocinado por la Confederación Europea de Sindicatos (CES) y subscrito por los dirigentes de los principales sindicatos de los países de la UE junto con eurodiputados y personalidades de ámbitos del conocimiento económico en defensa de una mayor democracia en el trabajo y por lo tanto de una mayor participación de las personas trabajadoras en las empresas, en la sociedad y en la economía.
En nuestro país hay que poner punto y final al hecho que de forma clara denunció Marcelino Camacho sobre que "la democracia se ha quedado a la puerta de las empresas". Hay que impulsar una fuerte campaña para conseguir la participación sindical en el seno de las empresas rompiendo con el omnímodo poder empresarial.
Hay que exigir el derecho a la participación en el gobierno de la organización empresarial, en el control de los procesos de reorganización y reestructuración para velar por los legítimos intereses y el futuro de las personas trabajadoras, en las empresas principales y en las subalternas.
Pero el sindicalismo también tiene que conquistar el derecho a tener participación dentro del ámbito político e institucional, tanto en el marco estatal como en el europeo, en todos aquellos temas que afectan el trabajo, pero también al salario diferido y al salario social que inciden directamente en las condiciones de todas y cada una de las personas trabajadoras, como también reivindicar su participación en el debate de la política económica en general donde es imprescindible que se sienta la voz del sindicalismo general. ¿Cómo se puede defender el trabajo, el salario diferido o el social si no se tiene voz cuando se habla del sistema tributario que tiene un papel fundamental en su evolución?
Esta es una problemática que plantea ya el sindicalismo europeo y sobre la que tendría que reflexionar la izquierda política, saliendo de su pasividad y renovando su compromiso con el mundo del trabajo. Así quizás encontraría la fórmula de recuperar su presencia y su papel como instrumento político y conseguir reconciliarse con la mayoría social.