España, como todos los países del mundo, tiene debilidades y amenazas en cuestiones económicas. Hay mucho por hacer, por reparar y por avanzar. Pero si levantamos un poco la cabeza, miramos atrás con perspectiva y analizamos de dónde venimos es evidente que España es una historia económica de éxito. Si tiene usted la suerte de ser muy joven, pregúntele a uno menos joven sobre cómo era la sociedad española hace 50 ó 60 años. En un tiempo record la prosperidad alcanzada ha sido simple y llanamente espectacular.
Los españoles no somos muy dados a hablar bien de nosotros mismos. Nuestra cainita visión de la vida nos empuja casi sin remedio a criticarnos sin piedad y, muchas veces, sin motivo. Las cuestiones económicas no se escapan a esta fatalista predisposición nacional. Pero la realidad es la que es y las cifras son las que son. A finales de los años 50, España estaba más cerca de parecerse a Marruecos que a Francia. Hoy somos la 11ª economía mundial y somos el quinto país del mundo en esperanza de vida. Algo habremos hecho bien.
Cataluña, como parte fundamental de España desde hace siglos, también se ha visto beneficiada de ese progreso conseguido entre todos los españoles. Sólo nueve países europeos superan a la región catalana en PIB por habitante. Si la media europea en esta variable es 100, Cataluña está con un 114,5, muy por encima. Esta comunidad autónoma acoge a importantísimas empresas de alimentación, química, farmacia, automoción, maquinaria, textil y energía que se han construido a lo largo de muchas décadas sobre la base de una inmejorable relación comercial con el resto de los territorios españoles.
En definitiva, el progreso económico catalán está íntimamente ligado al español. No se puede entender una cosa sin la otra. Estos avances los hemos conseguido trabajando, invirtiendo, pactando, hablando y apostando por la estabilidad institucional. La notabilísima mejora de la economía catalana en el último medio siglo no se basó en la confrontación, en la queja permanente y el pataleo infantil.
Juntos superamos la crisis del petróleo, juntos aprobamos la mejor Constitución de nuestra historia, juntos entramos en la Unión Europea, juntos adoptamos el euro, juntos superamos la lacra terrorista, juntos organizamos los mejores Juegos Olímpicos de la historia y juntos hemos superado la mayor crisis económica de nuestra historia.
Ahora Cataluña va en dirección contraria. En economía, y en muchas otras facetas de la vida, la unión hace la fuerza. A Cataluña le interesa España. El aislamiento económico, la inseguridad jurídica y financiera, la tensión social y el quebranto de la marca Cataluña empobrecen. Sólo de la mano de España, Cataluña puede volver a escribir las mejores páginas económicas de su historia. Ahora es momento de aquellos que pueden sumar, tender puentes y construir. Dividir y destruir lo sabe hacer cualquiera...