El sábado por la noche estuve de copas con dos parejas hablando de la actualidad, también de política. Normalmente si estoy con indepes no hablo del procés. Si alguien habla, me callo. Juego con cierta ventaja porque soy un amante de la historia y nadie puede darme sopa con hondas. Como tengo a bien no romper la amistad, opto por morderme la lengua y cambiar de tema. No garantizo que algún día salte y saque un látigo con púas si llevo tres gin en la cabeza. Con dos no se me desfrena la lengua.
En la conversa del sábado salió el tema de si era mejor la república o la monarquía constitucional. No entiendo este debate porque está superado por la historia y sólo está presente en los nostálgicos de una república que fracasó. Las personas que miran atrás son estatuas de sal, volviendo a la metáfora bíblica. Y otro sector es el estelado de los CDR.
El tema salió por el último escándalo del faldero del rey emérito que hace treinta años mi presidente de la Revista, que todos los agostos los pasaba con su hija en Palma, en septiembre me contaba. En Palma sus correrías eran conocidas en los círculos profesionales del Club Náutico. A mi presidente, el rey le sentaba fatal.
En la España de 1931 el debate era pertinente porque el dilema era elegir entre la II República o la Monarquía de Alfonso XIII, el bisabuelo del rey Felipe VI. Aquel régimen quedó gloriosamente fenecido por la torpeza del rey treceavo al haber avalado el golpe del general Primo de Rivera, en 1923, y la posterior Dictablanda.
Este dilema hoy no es pertinente porque república y monarquía parlamentaria son lo mismo: ¿qué diferencia institucional existe entre el Reino Unido y Alemania? ¿Francia y Holanda? ¿Italia o Suecia? ¿Hungría o Dinamarca? ¿Austria o Noruega? Estoy seguro de que los republicanos hispanos preferirían Reino Unido, Holanda, Suecia, Dinamarca y Noruega, que son monarquías, porque en esas monarquías los ciudadanos viven mejor. No son los regímenes sino la educación…
Por eso los socialistas españoles dan como superado esta dilema, porque pertenece al pasado. No son nostálgicos. Perdieron la guerra pero no sueñan con volver a la III República. Tienen la inteligencia suficiente para no sacar los fantasma del pasado. Son republicanos de corazón, como yo sin ser socialista. Los falangistas de José Antonio también lo eran. Este debate es antañón.
Pero no me importaría que este referéndum se produjera. Estoy convencido que España votaría a favor de la monarquía constitucional por la firme actitud del rey Felipe VI contra el separatismo (siempre que el rey no cometa los errores de su padre).
La virtud de los indepes es que han conseguido (el efecto rebote de acción-reacción) el milagro de despertar al nacionalismo español, dentro y fuera de Cataluña… Amo a España, pero no soy nacionalista español.