El grupo Imagina Media, capitaneado por Jaume Roures, ha quedado a los pies de los caballos. Esta semana, su filial estadounidense Imagina US se declaró culpable de haber pagado mordidas por valor de 6,5 millones dólares para hacerse con los derechos televisivos de las Copas del Mundo de fútbol de 2018 y 2022 en varios países del continente americano.
Imagina US reconoce la comisión de dos delitos de conspiración de fraude electrónico. En consecuencia, habrá de pagar multas e indemnizaciones por valor de 24 millones de dólares. Dos directivos del grupo, entre ellos Gerard Romy, que fue mano derecha de Roures, también asumen las culpas.
Además, tanto dicha empresa como su matriz Imagina aceptan que su conducta fue delictiva y se responsabilizan de no haber llevado a cabo una investigación interna en cuanto tuvieron conocimiento de las acusaciones que se formulaban contra sus altos empleados en aquel país.
Este apestoso asunto estalló hace tres años. Es una de las múltiples derivadas de la gigantesca trama de corrupción que afectó a la FIFA y a varios de sus máximos prebostes.
Este es el lance judicial más aparatoso en que se ha visto envuelto el grupo Mediapro. Pero no es el único. El pasado mes de junio, las fuerzas policíacas entraron en la sede del grupo en búsqueda de pruebas sobre la confección del censo del referéndum ilegal del pasado 1 de octubre.
Además, Hacienda ha requerido a la Generalitat la relación completa de las subvenciones que ha otorgado a Mediapro, que se presumen cuantiosas.
Se da la circunstancia de que Jaume Roures es uno de los máximos impulsores del proceso independentista. De hecho, las fuerzas de seguridad aseguran en un informe elevado al Tribunal Supremo que el caballero forma parte del “comité ejecutivo” que domina el tinglado secesionista.
El último regalo de Roures al procés ha consistido en la producción de un infumable reportaje sobre el registro de la sede de Economía en Rambla de Catalunya, en el que una turba de 30.000 personas asedió a varios funcionarios judiciales y agentes del orden público. TV3 le pagó generosamente el engendro. La finalidad de éste reside en vender a los espectadores que dos mercenarios como Jordi Cuixart y Jordi Sànchez son unos seráficos ciudadanos que se jugaron el tipo en defensa de la policía e hicieron todo lo posible para ampararla.
Roures se declara abiertamente comunista. Pero a juzgar por las vicisitudes de su grupo en EEUU, no parece sino que sus empresas incurran en prácticas propias del capitalismo más salvaje y execrable.
Cuando se trata de hacer negocios y ganar dinero, este individuo arrumba su ideología a la cuneta y pone el cazo como cualquier tiburón de Wall Street.
También se declara anticlerical. Pero la pasada Semana Santa no le hizo ascos a emitir profusamente las procesiones religiosas, previo cobro de su importe. Tampoco le duelen prendas para gestionar el canal Real Madrid TV.
Por la boca muere el pez. El reconocimiento de la conducta criminal por parte de la filial estadounidense es un varapalo demoledor para este traficante de derechos televisivos.