El próximo lunes 9 de julio el nuevo president de la Generalitat, el conservador Quim Torra, actuando como correo del zar Puigdemont, será recibido en la Moncloa por el nuevo Presidente del Gobierno de España, el socialista Pedro Sánchez. La reunión forma parte de los encuentros programados con todos los presidentes autonómicos.
Sin duda, el encuentro tiene una relevancia especial derivada del desafío secesionista y de la crisis de convivencia en la que está inmersa la sociedad catalana. Las sensaciones que transmite Torra no son demasiado halagüeñas, sus declaraciones previas al encuentro tienen un tono amenazador que no inducen al optimismo. Los encuentros precedentes de sus antecesores, Artur Mas en julio de 2014 y Carles Puigdemont en abril de 2016, con el Gobierno de España no hacen presagiar nada bueno. El concierto económico y la exigencia de un referéndum de autodeterminación fueron los puntos que hicieron inviable cualquier tipo de negociación.
La situación actual es mucho más compleja, el secesionismo sabe que no cuenta con la mayoría para llevar adelante su proyecto insolidario, pero al mismo tiempo necesita mantener el conflicto abierto hasta el otoño, donde previsiblemente el conocimiento de las sentencias de todos los dirigentes políticos y sociales secesionistas procesados por el juez Llarena les permitiría convocar unas elecciones autonómicas con sus bases movilizadas y prestas al combate.
El Govern ha mostrado en los últimos años incapacidad e indiferencia para abordar en profundidad la solución a los problemas que afectan directamente a las condiciones de vida y a la agenda social de los ciudadanos de Cataluña y que deberían estar en la mesa de la negociación con el Gobierno de España. Junto a aquellos aspectos que hacen referencia a las políticas sociales y de carácter fiscal y financiero, me permito subrayar la importancia de abordar en el ámbito de las infraestructuras la inversión necesaria para la modernización de las cercanías ferroviarias, la finalización del corredor mediterráneo y el incremento de la aportación de la Administración General del Estado a la financiación del transporte público en el AMB. Urge la puesta en marcha de la estación de la Sagrera como gran nudo intermodal metropolitano, intercambiador de la alta velocidad con el resto de redes metropolitanas de transporte. Sin olvidar la mejora de la accesibilidad ferroviaria al puerto de Barcelona y la llegada de la lanzadera ferroviaria a la T1 para el 2019. En el campo energético sería conveniente propiciar una mayor coordinación estratégica que haga posible la aplicación en Cataluña del nuevo modelo para la transición energética propuesto por el Gobierno de España
La ciudad de Barcelona, abandonada estos años por la Generalitat y sumida en el caos de la gestión irresponsable de la alcaldesa Colau, debería estar en la agenda de la negociación. Los posibles acuerdos deberían contemplar la potenciación de Barcelona como capital científico-técnica del sur del Mediterráneo. Es necesario recuperar los altos niveles de inversión realizados por el Gobierno de España y las aportaciones de la UE durante los periodos de colaboración institucional, lo que supuso un importante impulso para el desarrollo de la ciencia y la investigación en Barcelona y su área de influencia. Sería oportuno recuperar las aportaciones del Ministerio de Cultura a la ciudad de Barcelona y un reconocimiento de la bicapitalidad cultural, que permita recuperar el carácter cosmopolita de la ciudad condal y superar el periodo caracterizado por una cultura aldeana al servicio del adoctrinamiento nacional.
El encuentro de los presidentes debería ser una oportunidad para solucionar algunos de los temas planteados. ¡President Torra!, en sus manos está la posibilidad de ejercer como president de "tots els catalans" o seguir actuando como un simple correo del Zar fugitivo.