Nacido en Girona hacia 1330, en el seno de una familia burguesa. Entró en la orden franciscana muy joven. Se formó en las universidades de Oxford y de París. Recibió influencias de Duns Scoto y de Guillermo de Ockham. Se ordenó en 1352 y se doctoró en la universidad de Toulouse en 1374. Viajó mucho por toda Europa. Volvió a Cataluña para poco después trasladarse a Valencia, donde vivió de 1382 a 1408. En Valencia fue asesor del gobierno municipal. Allí vivió la explosión antijudía de 1391. Su actitud fue mucho menos beligerante hacia los judíos que la de Vicente Ferrer. Eiximenis organizó "un ejército de plegarias" que buscó serenar los ánimos. En 1397 fue miembro de una comisión asesora de Martí I sobre el cisma de occidente y participaría en la preparación de dos cruzadas valenciano-mallorquinas contra la piratería musulmana en el Mediterráneo. En 1399 intentó llevar adelante un proyecto de unificación escolar que sería anticipo de la futura universidad de Valencia, fundada oficialmente en 1499. Tomó parte, asimismo, en el concilio de Perpiñán, donde el papa Luna de Aviñón, Benedicto XIII, con el que tuvo excelentes relaciones, le nombró Patriarca de Jerusalén, administrador apostólico y obispo de Elna. Murió en Perpiñán en 1409.
Eiximenis escribió una abundante obra en catalán y en latín. En catalán destaca su Tractat d'usura (en el que subyace el problema judío); Lo Crestià, una especia de suma teológica, obra proyectada en doce volúmenes de los que solo conservamos cuatro, y que tuvo enorme difusión en Valencia, hasta el punto de que la obra estaba en la biblioteca de los agermanados valencianos que se levantaron contra Carlos V, un siglo después de muerto Eiximenis; el Regiment de la cosa pública, una recopilación de consejos para el buen gobierno; el Llibre dels àngels (traducido al castellano, al francés, al latín y al flamenco); el Llibre de les dones (un manual de educación de mujeres, tema sobre el que girarían no pocos textos de la literatura del momento como los de Jaume Roig); una Vida de Jesucrist y la Scala Dei o Tractat de la Contemplació. Su obra destaca por su formación escolástica y por su inmersión en el lenguaje popular y las escenas costumbristas. Escribió especialmente para un público burgués bienestantante. Su gran estudioso ha sido el filólogo suizo Kurt Wittlin, que considera que el sueño político de Eiximenis fue el de las ciudades-estado italianas que conoció en sus viajes de juventud. El presunto republicanismo que se ha atribuido a Eiximenis se conjuga más con las relaciones excelentes que mantuvo con la corte. Ciertamente, parece constatarse en él la melancolía decadente de los últimos años de la corte de Martín I el Humano. Él murió tres años antes de Caspe.
Eiximenis ha de ser valorado, ante todo, como franciscano en contraste con el mundo dominico, aunque unos y otros estuvieran dentro de las órdenes mendicantes. El franciscano propugnaba una renovación de la espiritualidad que pusiera coto a la praxis clerical en la que había degenerado la Iglesia. Un anticipo de la devotio moderna erasmiana, un sentido pragmático de la existencia con la fe como bandera, fustigando toda la superstición y la ignorancia popular, pero intentando capitalizar al mismo tiempo lo mejor de aquella cultura popular. Un sentido realista de la vida con la ilusión de la fe como referencia. Es interesante el contraste del equilibrio burgués de Eiximenis con el de su coetáneo, el dominico Vicente Ferrer. Este último, predicador populista, nacido en el marco de la peste negra, con la cabeza llena de admoniciones fatalistas. Eiximenis, en cambio, ejerció un interés por el pueblo pero en su versión más discreta y funcional, siempre pensando en la paz social y no en el radicalismo de la ansiedad del cambio. Su paraíso social era una monarquía perfectamente conectada con las fuerzas vivas de la cosa pública.
Eiximenis fue ciertamente una figura extraordinaria dentro de la literatura catalana medieval que desarrolló buena parte de su vida fuera de Cataluña, en especial en Valencia. Es subrayable que dentro de la literatura catalana medieval sobresalen los valencianos (solo citaré aquí los grandes nombres de Arnau de Vilanova, el científico; Vicente Ferrer, el predicador; los poetes Ausias March y Jordi de Sant Jordi; y el prosista Joanot Martorell, el autor del Tirant) así como los mallorquines, Ramon Llull o Anselm Turmeda.