Agustina de Aragón constituye uno de los grandes mitos del aragonesismo al mismo tiempo que del patriotismo español más ferviente. Se la ha integrado siempre en la nómina de aragoneses ilustres (de la obra de M. Poza a la de Beltrán-Fatás). Juan de Orduña la convirtió en mito cinematográfico a través de la actriz Aurora Bautista y hasta un político tan retórico como Castelar se permitió pontificar sobre la mujer aragonesa en función del ejemplo de Agustina: "La aragonesa, en general, y la zaragozana, en particular, es en sus afectos de tal fuerza y tal constancia que algo tiene de varonil indudablemente". Le atribuía una belleza aragonesa "que no tiene el predominio de la sangre árabe de la valenciana, ni la sangre griega de la catalana, ni el orientalismo de las andaluzas". Hoy contamos con unas biografías más o menos serias como la de Juan-Antonio Continente Cuevas y Santiago Arbós Gabarró o la de Pilar Queralt, así como infinidad de estudios sobre el papel de las mujeres en la guerra de la independencia.
Dónde nació Agustina de Aragón
Dentro de la oscuridad de determinados aspectos de la biografía de Agustina, se sabe con toda certeza que la mítica Agustina de Aragón se llamaba Agustina Zaragoza Doménech y había nacido en Barcelona (barrio de la Ribera) en marzo de 1786, bautizada en Santa María del Mar, hija de padres de Fulleda (Lleida). El padre, Juan Ramón Zaragoza Labastida, obrero. La madre, Raimunda Doménech Gasull, ama de casa. Vivió su infancia en Fulleda (Lleida). En 1803, a los 17 años, se casó con Joan Roca Vilaseca, cabo de artillería en Santa María del Pino. Él era de Massanet de Cabrells (Girona). Tuvieron un hijo. Roca, que había luchado en Portugal, participó en diversos combates en la guerra de Independencia. Marchó a Zaragoza y Agustina le siguió tiempo después. Ella ya intervino en algún enfrentamiento con los franceses en Esparreguera.
Qué hizo Agustina de Aragón para convertirse en mito
El punto de partida de su gloria arranca de su presencia en la puerta del Portillo de Zaragoza el 3 de julio de 1808, cuando tomó la mecha de uno de los artilleros muertos y disparó cañonazos contra el enemigo. El general Palafox le reconoció la heroicidad, el 30 de septiembre, y le concedió la graduación y el sueldo de sargento de artillería. La descripción que hacía Palafox del heroísmo de Agustina de Aragón merece transcribirse: "Viendo en medio que estaba haciendo fuego, con un cañón de a 24, se lanzó al cañón, arrancó de la mano del muerto la mecha y siguió con la mayor intrepidez dando fuego a la pieza todo el tiempo que duró el ataque, a la voz ¡Viva España, Viva mi Rey Fernando! que no dejaba de proferir”. Enferma, sería presa por los franceses cuando tomaron finalmente Zaragoza en febrero de 1809, pero logró escapar en Puente de la Reina. En 1809 recorrió Teruel, Sevilla y Cádiz. En esta última ciudad conoció a Wellington. Al parecer participó después en acciones bélicas en Tortosa (donde volvió a ser presa por los franceses y a escaparse), Arapiles y Vitoria. Agustina obtuvo el grado de subteniente. El marido se jubiló en 1819 y marcharon a Barcelona.
Cómo murió y dónde está enterrada Agustina
En 1823 moría Juan Roca. Agustina, con su hijo, se trasladó a Almería, donde conoció a un médico, Juan Cobos, mucho más joven que ella (tenía 27 él y ella 38) con el que se casó. Se fue a Valencia con su nuevo marido, donde tuvieron una hija (Carlota) en 1825. Se trasladaron a Sevilla, donde ejerció de médico su hijo Juan. Juan Cobos se hizo carlista. Agustina de Aragón tuvo algún problema para cobrar la pensión (511 reales de vellón al mes). La hija, Carlota, se casaría en 1847 con el artillero Francisco Atienza. Residiría en Ceuta, donde se fue a vivir también Agustina, la madre. Murió en 1857, de una afección pulmonar. Su cadáver se trasladó a Zaragoza en 1870. Provisionalmente sus restos estuvieron en el Pilar. En 1909 se trasladaron a la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Portillo, donde se habilitaron tres nichos: para Casta Álvarez, para Manuela Sancho y para ella. El marido murió en 1885.
Dudas biográficas y reconocimientos a su figura
En su vida hay puntos oscuros, nunca bien aclarados. ¿Por qué se fue Agustina a Zaragoza? ¿Por qué estuvo tantos años sin ver a su primer marido? ¿Estaban separados o lo creía muerto? ¿Cuál fue el papel real del soldado Luis Talerbe? ¿Fue un amante o llegó a casarse con él en ausencia de su primer marido con lo que habría sido bígama? Presuntamente, según algún biógrafo se casó con Talerbe el 30 de junio, tres días antes de su proeza tan sonada. Ese mismo día, Talerbe fue herido. Vivió con él hasta 1814, fecha en que encontró a su primer marido. Decidió volver con este ¿por presiones del Rey? Talerbe se fue a América y se casó allí. En 1814, Agustina vivía en Zaragoza con Roca. La novela que escribió su hija es de hecho la historia de un amor imposible entre Agustina y Talerbe. ¿Compartió la ideología carlista del segundo marido oficial?
Agustina de Aragón fue la mujer más premiada y reconocida en su momento en España. Se le concedió, aparte del grado de subteniente de artillería, el escudo de Defensora de la Patria (septiembre de 1808), el Escudo de Distinción, y aumento de 100 reales de vellón al mes sobre su sueldo (septiembre de 1814) ratificado en 1834 y 1845. Eso fue así porque a Palafox le interesó fabricar una heroína publicitaria que simbolizara la épica del sitio de Zaragoza.
En 1857, cuando muere en Ceuta, pocas necrológicas se acuerdan de ella. Carlota Cobo, su hija (firma como Cobo aunque en realidad era Cobos) escribió la novela histórica llamada La ilustre heroína de Zaragoza, editada en 1859 y dedicada a la reina Isabel II para seguir cultivando un mito que había sido rentable y, al mismo tiempo, reclamar de la reina la pensión de su madre.
En época más reciente, existen numerosos reconocimientos a la imagen y figura de Agustina, ya no sólo la mencionada película realizada en 1950, sino que también hay numerosas calles y colegios homónimos repartidos por el territorio español.
En el mismo grado que llama la atención el afán capitalizador de su figura por los aragoneses, sorprende la apatía catalana respecto a la condición catalana de Agustina. Y es que el mito de Agustina, tantas veces utilizado por la memoria épica de la guerra de independencia, es visto como un lastre inútil y contradictorio con el discurso nacionalista catalán, tan posesivo de los suyos.