El nuevo presidente del Gobierno de España ha aprendido por el método de ensayo-error la esencia darwiniana de la vida política de cualquier tiempo. “Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni la más inteligentes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”. Aunque la frase no es de Darwin, condensa con fortuna lo básico de su obra maestra On the Origin of Species (1859).
Era evidente que la especie socialdemócrata, tan fértil, junto con la demócrata-cristiana, para el progreso en España y de la Unión Europea, tenía rasgos ideológicos suficientemente fuertes como para sobrevivir al panorama económico, político y social arduo que trajo consigo la larga crisis (2006-2011). Pedro I El Aspirante no lo creyó en un primer momento (2015, 2016) y quiso convertir al PSOE en un trasunto de socialismo populachero. La mímesis del otro no ha sido nunca un mecanismo de adaptación biológica y quiso experimentar si lo podía ser en el mundo político. Erró al pensar que para enfrentarse a la competencia emergida en ambos flancos, izquierda y centro, Podemos y Ciudadanos, debía disfrazarse de uno de ellos, el más radical, en lugar de escoger la competencia contra ambos desde su herencia biopolítica. No supo ver que en política, como en la naturaleza, hay fluctuaciones periódicas de voto, pero a medio y largo plazo las poblaciones ideológicas siguen siendo aproximadamente del mismo tamaño. Su táctica no condujo al PSOE a la reproducción y crecimiento que es lo que, a largo plazo, asegura la supervivencia de una especie, sino a su caída continua o estancamiento. Él logró azarosamente sobrevivir a la lenta extinción a la que condenaba al partido. En el mismo fallo han incurrido el Partido Socialista francés o el Labour Party británico.
El Aspirante superviviente se metió entonces en una oscura crisálida extraparlamentaria e iba camino de nuevo al fracaso en el conjunto de las elecciones que se acumularán entre el 2019 y el 2020 (locales, autonómicas, europeas y generales). Pedro I, sin embargo, se ha dejado aconsejar y ha hecho de la necesidad virtud. Logró percibir que la sentencia del caso Bárcenas abría una ventana de oportunidad para salir del destino cierto que le tenían reservado las encuestas, la consolidación progresiva de mayoría absoluta Ciudadanos-PP. Para volver dentro de los muros de la política ha desplegado una exitosa maniobra imprevista y arriesgada. El pretexto --que no la causa-- de su moción de censura encontró acomodo en el Parlamento simplemente porque el resto de partidos eran conscientes de la misma tendencia sociopolítica y la estimaban más perjudicial para sus intereses a medio plazo que un gobierno débil encabezado por Pedro I. Y entonces, cuando la moción exitosa le ha permitido salir del capullo, todos descubrimos aún con más asombro a Pedro II El Postulante. La metamorfosis muestra una mariposa de blancas alas que sabe que dispone de poco tiempo para aparearse bien y dejar en el lugar idóneo la puesta que asegure la supervivencia y crecimiento electoral del PSOE.
El presidente Pedro II es consciente de la levedad de su ser. Pero en su poético vuelo primerizo, suave y sinuoso, a diferencia de los que fueron sus primeros pasos de existencia pedestre como oruga, ha sabido seleccionar bien a otros congéneres de aleteo netamente socialdemócrata evitando hibridaciones de incierto resultado para la preservación de su linaje socialdemócrata, único fundamento seguro para enfrentarse a los vientos de las próximas contiendas electorales. El Postulante a presidente en firme, elecciones mediante, ha presentado un atractivo Gobierno Escaparate o Catálogo que es obvio va a cumplir sobradamente su único cometido realista: mostrar una idea de lo que podría ser un futuro gobierno socialdemócrata si en el próximo Parlamento electo dispusiera de la mayoría de la que ahora no goza. Se persigue hacer crecer al PSOE por el centro-izquierda. Si el cálculo es bueno, y la economía mantiene su pulso positivo, quizás se vea a un nuevo Pedro emerger de otra crisálida para gobernar con más paz interior Pedro III El Campeador, aunque a tenor del historial previo y de la incertidumbre electoral sea arriesgado ponerle ahora sobrenombre. Es legítima cualquier cavilación sobre el color futuro de las alas puesto que sus cambios adaptativos no han sido hasta ahora graduales, como explicaba con respecto a la naturaleza Darwin. Sin duda esta nueva puesta tiene más probabilidades de ser fecunda, eclosionar, sobrevivir, crecer y reproducirse en un entorno político altamente competitivo pero relativamente racional.
Obviamente no cabe esperar grandes políticas en el breve tiempo de seducción y apareamiento del que dispone. El Consejo de Ministros y Ministras es un prototipo sin línea de producción a su disposición. Es minoría en el Parlamento y el Senado donde el resto de fuerzas políticas ejercerán su labor de crítica y oposición como es debido. Todos los partidos deben aprovechar los instrumentos legalmente válidos de los que disponen para llegar a sus electores aunque ahora Pedro II tiene una ventaja: podrá trazar desde su posición bellos vuelos de cortejo electo-nupcial. De hecho tampoco cabía esperar políticas de calado en el Gobierno saliente tras el encauzamiento del Presupuesto General. Adolecía de limitaciones parecidas a las que tiene ahora Pedro II y hubiera acabado también haciendo gestos electoralistas a la espera de una buena cosecha económica y de empleo como principal baza electoral.
Dos apreciaciones añadidas. 1) A poco que se analice de forma sosegada el bonito collar de perlas y perlos que luce el cuello del presidente, se encontrará una pieza débil sobre la que los opositores proyectarán lo principal de sus métodos de confrontación política. Se trata de la Ministra de Política Territorial, Meritxell Batet. Si Pedro II ha sido previsor, habrá preparado bien ese flanco sobre el que se arrojarán sin cuartel PP, Ciudadanos, ERC y Junts per Catalunya, cada uno en función de sus intereses. Es un punto que además le puede generar movimientos de oposición interna, siempre la más temible. 2) Frente a los agoreros interesados, todo lo que ha sucedido hasta aquí es una prueba sobreabundante de la madurez de la democracia española. El expresidente M. Rajoy ha sabido resistir maniobras espurias emergidas dentro de sus filas y propagadas en medios de comunicación conservadores que le pedían alterar la dinámica parlamentaria normal una vez registrada la moción de censura. Dimitir para hacer decaer la moción hubiera sido un acto de resistencia a ultranza poco ético en un mundo político que no está sobrado de este plano imprescindible de la vida pública. Hizo bien al aislarse de toda la presión y esperar el curso normal de los acontecimientos merienda-cena de por medio.