Cataluña ha constituido desde el siglo XVIII uno de los principales centros industriales y económicos de España y del sur de Europa. Ahora, en pleno siglo XXI, la economía catalana se encuentra en un punto de inflexión del que hemos de ser plenamente conscientes. La globalización y la digitalización de la economía son dos retos, y a la vez oportunidades, que hemos de ser capaces de canalizar de forma que Barcelona, Cataluña y España consigan situarse en la vanguardia internacional en estos ámbitos.
Barcelona ha representado y representa un gran activo para nuestra economía, ya que es una de las mejores ciudades del mundo para atraer talento y para desarrollar una actividad económica innovadora. Barcelona y Cataluña tienen un gran atractivo y potencial como incubadora de nuevas empresas, así lo demuestra la implantación en nuestra casa de un gran número de start-ups pero, si queremos ser competitivos a nivel internacional, si queremos situar nuestra economía como referente internacional de digitalización y nuevas tecnologías, hemos de actuar pensando en convertir Cataluña en el cluster tecnológico del sur de Europa. Para conseguirlo, todas las administraciones, organizaciones empresariales y sociedad civil han de trabajar conjuntamente teniendo presente el objetivo final.
No podemos perder esta gran oportunidad, tenemos que trabajar de forma coordinada sector público y sector privado para crear un entorno empresarial competitivo a escala global con la masa crítica necesaria de emprendedores, inversores, talento y conocimiento para convertirse en una fuente estable de empleo y oportunidades para el conjunto de nuestra sociedad.
Estoy convencido de que Barcelona y Cataluña pueden convertirse en un centro de referencia global para la investigación y el conocimiento y en un referente para las start-ups. Tenemos que esforzarnos para mejorar el acceso a la finaciación de los proyectos innovadores con potencial, pero para conseguir este logro de país es necesario un régimen fiscal que facilite atraer inversión local e internacional y contratar talento internacional. En este sentido, es especialmente importante fomentar la cultura emprendedora en las escuelas y universidades de nuestro país, que ha de ser la impulsora de la economía productiva catalana.
En el caso de las empresas catalanas, todavía nos encontramos en una posición de desventaja en el uso avanzado de las tecnologías digitales, especialmente las pymes. Una mayor digitalización del tejido empresarial comportará una mejora de la competitividad y la internacionalización de nuestra economía, lo que nos permitirá desarrollar un sistema productivo competitivo, inclusivo y sostenible. Por este motivo, hay que apoyar a las pymes en el desarrollo de herramientas de digitalización con planes de ayuda, incentivos, soluciones digitales, y ayudar a desarrollar el entorno del big data, teniendo presente que es imprescindible garantizar el acceso a fuentes de financiación que faciliten la implementación de las nuevas tecnologías digitales.
La economía catalana del siglo XXI será digital o no será. La empresa también ha de seguir este criterio, por lo que el empresario catalán ha de estar a la altura de estos retos, para conseguir que Cataluña ocupe una posición destacada dentro de las economías más innovadoras. El resto de economías del mundo están invirtiendo masivamente en estos ámbitos, Cataluña no se puede permitir quedarse retrasada si quiere ser una economía productiva, dinámica y con crecimiento inclusivo.