En el Comité Federal del lunes, el secretario general de los socialistas obtuvo el apoyo unánime para plantear entre mañana y el viernes a los 350 diputados del Congreso lo siguiente: "¿Después de la sentencia sobre el caso Gürtel, Mariano Rajoy puede continuar siendo el presidente del Gobierno? ¿En qué posición queda la democracia española si Rajoy sigue al frente?". Les pedirá que respondan "sí o no" porque "no hay posiciones intermedias", dijo ayer en una reunión con sus diputados y senadores. "No es un sí al PSOE, sino a la democracia", concluyó. En resumen, lo que Pedro Sánchez propone es equivalente a un plebiscito para salvar la "dignidad" de las instituciones. Y razones no le faltan porque la contundente sentencia del jueves pasado dejó muy mal parado a Rajoy, cuyo credibilidad para los jueces es nula y cuyo calvario judicial solo acaba de empezar con otros casos de corrupción en la cola de espera.
Como el líder del PP no quiere dimitir ni tampoco someterse a una moción de confianza, la iniciativa socialista serviría de recambio para poner fin a un situación sin duda muy grave. Hasta ahí todo es coherente. El problema es que Sánchez no pretende solo derribar a Rajoy sino gobernar un tiempo con el argumento, por otra parte cierto, de que la moción de censura en la Constitución española es constructiva. Aún siendo verdad y teniendo el líder socialista todo el derecho a quererlo así (al igual que hizo Pablo Iglesias el año pasado), lo que no puede pretender entonces es plantear la moción como un plebiscito sobre Rajoy. O una cosa u otra.
Si plantea la moción como un castigo al PP, la respuesta es la convocatoria de elecciones generales lo antes posible, seguramente el 7 octubre. No hay otra. Muy parecido a lo que ayer anunció que hará el líder de Unidos Podemos si fracasa la iniciativa de Sánchez. Lo mismo que desea Ciudadanos. Moción de censura instrumental y elecciones. Pero si lo que busca el secretario general del PSOE es un tiempo de estabilidad al frente del Gobierno, la pregunta no puede ser sí o no a Rajoy. En ese caso, la naturaleza de la moción pasa a ser otra y se centra en el apoyo a la alternativa que él representa y a su programa. Porque lo que no puede pretender el líder socialista es beneficiarse de un voto de repulsa contra el actual inquilino de La Moncloa sin una mayoría parlamentaria que lo sostenga en el tiempo. Porque no se trata de ocupar el poder sino de gobernar. Ocupar el poder es que lo que acabaría haciendo Rajoy ahora que ya no dispone del apoyo de Ciudadanos en el Congreso. Y muy probablemente es lo que le sucedería también a Sánchez si su moción prosperase el viernes. Si es imposible gobernar con 137 diputados, imagínense hacerlo con solo 84. Deseos personales al margen, la realidad es tozuda.
Aunque la realidad en las próximas 48 horas nos dice una cosa: el falso plebiscito que plantea Sánchez está en manos del PNV. De entrada su abstención es la actitud más probable después de haberle aprobado los Presupuestos Generales a Rajoy y obtenido por ello sustanciosas contrapartidas que podrían peligrar cuando las cuentas se tramiten en el Senado donde el PP tiene mayoría absoluta en caso de ser desalojado del poder. Por otro lado, lo que en estos momentos los nacionalistas vascos desean evitar a toda costa es ir a elecciones porque temen un Gobierno encabezado por Albert Rivera. Si alguien busca agotar la legislatura tanto o más que Rajoy es el PNV. En este sentido su apoyo a Sánchez es improbable porque el líder socialista plantea tres cosas incompatibles entre sí: censura, estabilidad y elecciones. Derribar a Rajoy es política y éticamente deseable, pero añade desconfianza económica en medio de la grave crisis italiana. Y hablar de estabilidad como objetivo de gobierno es contradictorio cuando inmediatamente el PSOE se abre a pactar la fecha de las elecciones. Es otra contradicción insalvable de la extraña tentativa de Sánchez de hacerse con el Gobierno en lugar de plantear una moción estrictamente instrumental. En definitiva, o vamos a elecciones pronto con esta u otra moción de censura, o mucho me temo que Rajoy, bajo su dura piel de elefante, tiene bastantes opciones de sobrevivir haciendo lo que mejor sabe: el muerto.