Raimon Obiols (Barcelona, 1940) quiere huir de los extremos. El exprimer secretario del PSC, que aguantó todos los reproches y las críticas del nacionalismo de CiU en los llamados “años de plomo”, cree que la batalla sólo la podrá ganar un proyecto que apueste por un “federalismo democrático y pluralista entre libres e iguales”. Considera que Cataluña no será independiente, pero tampoco se la podrá someter, en una entrevista con Crónica Global. En esa línea, considera que Albert Rivera está tensando demasiado la cuerda y que Ciudadanos quiere recuperar, a su juicio, un proyecto homogeneizador, que califica como “nacionalpopulismo de sindicato vertical”. Y, para evitar esa confrontación entre dos extremos, Obiols asegura que Manuel Valls no puede ser la respuesta para gestionar la ciudad de Barcelona.
--Josep Maria Bricall mantiene la tesis de que no es necesario insistir en la identidad de Cataluña, que ya la tiene, y es reconocida, y que el gran problema es que no se quiso ejercer una política de Estado, de gestión seria y eficaz desde la Generalitat, y que esa era la idea de Tarradellas. ¿Lo comparte?
--Totalmente. Por desgracia, el proyecto de Tarradellas no pudo tener continuidad porque perdimos las elecciones de 1980 y las siguientes. Pujol gestionó con una obsesión identitaria que primaba por encima de cualquier otra consideración, durante años de mediocridad e improvisación, con sus apéndices de corrupción. Cualquier insolvente servía para cualquier cosa, si era nacionalista. Cualquier negociante poco escrupuloso se imaginaba con derecho de pernada. ¿Hay que recordar el apogeo de De la Rosa, condecorado con la medalla de empresario ejemplar por Pujol? ¿O la patente de corso de Millet? El resultado, en términos globales, ha sido deplorable. Port Aventura y poco más. Pujol no fue solo un anti Tarradellas, como se ha dicho. Fue el anti Prat de la Riba, porqué éste, aún con pocos medios, tenía ideas claras, administraba con rigor y honestidad, y supo rodearse de excelencia. En ciertos aspectos esenciales, aún vivimos de su efímera y ejemplar labor de gobierno.
--¿Considera que se ha llegado a esta situación de forma consciente, aunque con algunos años de antelación? Es decir, ¿cree que Jordi Pujol tenía dibujado ir en esta dirección para poder, en algún momento, desbordar al Estado, y que la diferencia es que sus seguidores, con Artur Mas al frente, se precipitaron?
--Hay quienes desentierran algún documento pujolista de los 80 y se imaginan haber encontrado los Protocolos de los sabios de Sion, donde todo estaba ya escrito. ¡Vaya descubrimiento! Olvidan algo fundamental: la parte de verdad que hay en este tipo de planteamientos, que no surgen como artefactos inventados, sino a partir de los efectos y consecuencias del nacionalismo de signo contrario acumulado a lo largo del tiempo, con su carga de vejaciones, resentimientos y recelos mutuos. Las políticas del rencor son siempre nefastas porqué estimulan y mantienen vivos los peores sentimientos, se aprovechan y viven de ellos. Por desgracia han regresado, y ahora las vemos funcionar a todo gas, alimentándose mutuamente hasta el paroxismo.
--Siguiendo esa línea de reflexión, ¿el independentismo tiene la batalla ganada para las próximas décadas, cuando demográficamente se decante una mayoría a favor de la independencia, como apunta el sociólogo José Luis Álvarez?
--La batalla puede ganarla, si somos mínimamente inteligentes, el anti-dependentismo, es decir un federalismo democrático y pluralista entre libres e iguales, conscientes del derecho inalienable a la diferencia, que no es desigualdad, y a la igualdad, que no es uniformidad. En Cataluña, en España y en Europa, esta batalla puede y debería ser ganada. Aunque no está escrito que vaya a ser así. Depende de si en los próximos tiempos se produce una reacción de lucidez, de respeto y fraternidad, incluso de un egoísmo inteligente, que exige solidaridad. Esta batalla sólo se gana con una alianza activa de los “mejoristas”, capaz de construir mayorías.
--¿El papel de Ciudadanos es realmente el factor que puede impedir una gran reforma en España, o, al contrario, puede ser el facilitador de ese nuevo contrato social que exige una parte de la sociedad catalana en clave interna?
Rivera está pasando al PP por la derecha. Preconiza una especie de nacionalpopulismo de sindicato vertical. Acaba de decir que "recorriendo España no veo trabajadores o empresarios sino sólo españoles". ¡Que Santa Lucía le mejore la vista! Es claramente un “empeorador" que acusa a Rajoy de flojeras, por la indisimulable razón de que el conflicto catalán le ha dado votos y cree que va a seguir dándoselos. Es una política cuya sustancia de origen es la excitación de unas pretendidas incompatibilidades identitarias, de unos fervores patrióticos antagónicos, con hinchas excitados por la “futbolización” de una política sin sustancia ideológica ni concreción programática. Pero estamos ante una crisis de régimen, que incluye a la propia monarquía. Nos enfrentamos a una alternativa política y existencial bastante dramática y esto no se resuelve con una competición de hinchadas. El tema catalán es un aspecto de esta crisis pero no el único, aunque sí determinante a medio plazo. Clemenceau decía en 1918 que contra Cataluña, o sin ella, el rey español tenía los días contados. En trece años se verificó el pronóstico. Si no se asume sinceramente y se respeta nuestra realidad plurinacional o, en léxico rigurosamente constitucional, plurinacionalitaria, iremos muy mal. Si no hay consensos amplios y reformas de fondo contra la corrupción y el deterioro democrático, contra la judicialización de la política y la politización de la justicia, contra las derivas nacionalpopulistas y neoautoritarias, iremos a peor. Alejar estos peligros requiere un amplio acuerdo de los “mejoristas” en Cataluña, España y Europa, contra los extremismos, por la regeneración democrática, las reformas necesarias y nuevos pactos generosos y racionales.
--¿Qué parece la posible candidatura de Manuel Valls al Ayuntamiento de Barcelona y cómo valora su figura?
--Valls, que me cae bien, es más impulsivo que impetuoso. Conduce un poco a la ligera y tiene una ya larga lista de accidentes de circulación política por su afición a los volantazos. A pesar de su talento, esto le ha perjudicado mucho. Su candidatura sería otro volantazo peligroso, y ya no le quedan muchos puntos en el permiso de conducir. Naturalmente, Valls tiene todo el derecho a su estilo peculiar, siempre que no ponga en peligro a los demás. Y el peligro existe. Barcelona no puede ser víctima de los choques entre el nacionalismo catalán y el español, que ven nuestra ciudad como una presa a controlar, no para mejorarla u potenciarla, sino para utilizarla a conveniencia para sus batallas. Es tan evidente este juego cruzado de los nacionalismos, y es tan peligroso, que estoy seguro de que la sociedad civil y la opinión pública barcelonesa impedirán el encontronazo y apoyarán a quienes piensen prioritariamente en la ciudad, sus problemas y potencialidades, y su convivencia. Ya va siendo hora de decir basta a los enfrentamientos, divisiones y percances.