Cuando miles de moscas van a las heces, uno se preguntará si no estará equivocado no apostando por ellas atendido el hecho que a tanto insecto le pirren. Y bajo la misma línea de razonamiento me planteo si seré yo el que está loco y la mayoría de catalanes independentistas los que llevan razón.
Digo lo anterior porque me tiene entre estupefacto y circunspecto el nivel de hipnosis logrado sobre su electorado por CDC, CiU, Junts pel Sí, PDeCAT, Junts per Cat o como se llamen en las próximas semanas los corruptos y conversos --antes nacionalistas moderados, ahora independentistas radicales-- convergentes del 3%.
Y no me refiero a la surrealista ovación a Jordi Pujol y Marta Ferrusola que se les dio hace poco, lo cuál evidencia no una enorme capacidad de perdonar y olvidar, sino de hacer la vista gorda con los presuntamente --por ser educado-- mayores expoliadores de las arcas catalanas. No, me refiero a la veneración, adoración, predilección e idolatría en torno al otrora president de la Generalitat de Cataluña y actual prófugo de la justicia cómodamente afincado en Alemania: el señor Carles Puigdemont.
Su partido y electorado lo tiene en tal pedestal que contemplan cualquier decisión que tome, no importa cuán errática, desaconsejable o estéril resulte.
Aplauden y suscriben que gobierne Cataluña sin vivir en Cataluña. Que dirija la comunidad autónoma no sé yo cómo, imagino que entre teléfono y videoconferencia. Que proponga su investidura on line por vía telemática. Que nombre como sucesor suyo a quien está en la cárcel (caso de Jordi Sànchez) o a punto de entrar en ella por estar imputado en una causa delictiva (caso de Jordi Turull). Descartados los anteriores y como si fuera algo carente de trascendencia se ha filtrado --más o menos infundadamente-- que estaban en el candelero Elsa Artadi, Ferran Mascarell y otros, gente de perfil muy distinto a nivel personal lo que denota una frivolidad equiparable a sustituir a un delantero centro por un portero o un lateral, eso sí, izquierdo.
Y por último, agotando el tiempo y la paciencia de catalanes y resto de españoles, propone al radical Quim Torra, con carácter “provisional e interior”, como indicando el señor Puigdemont que el presidente de la no república virtual (quizás se refiere al esperpento que fue lo que declaró y retiró a los pocos minutos) es definitiva e internacionalmente él, desde Alemania, Bélgica o Soto del Real.
Me cuesta mucho entender que el señor Puigdemont sonría permanentemente ante la Cataluña que nos ha dejado con su brutal irresponsabilidad. Una Cataluña fracturada. Una Cataluña en la que no se puede hablar de política so pena de alto riesgo de acabar en trifulca. Una Cataluña intervenida por el Estado desde hace ya demasiado tiempo. Una Cataluña engañada bajo la farsa de los “presos políticos”, pues en la Comunidad de Madrid no se manifiestan los votantes del PP pidiendo libertad para Bárcenas, González y Granados so pretexto de considerarlos presos políticos porque son responsables de los delitos que presuntamente han cometido y se les imputan como lo son de presuntamente haber cometido delitos todos los políticos catalanes actualmente en prisión. Una Cataluña de la que más de 4.000 empresas se han ido, y no precisamente las pequeñas, sino casi todas las cotizadas y enormes grupos empresariales y familiares.
Y para acabar de hacer daño a su “amada” Cataluña, en un momento en que urge sobremanera tender puentes --pues la práctica totalidad de los existentes se ha derribado por ambos lados-- con el resto de España, nombra como sucesor a un radical, que por Twitter ha manifestado reiterada y explícitamente su xenófoba actitud contra España. ¿Alguien espera que mejore esto con semejantes mimbres?
Sólo la historia, cuando aborde la decadencia de Cataluña, pasará factura al señor Puigdemont, pues en el ínterin, como las moscas con las heces, sus incondicionales le siguen adorando mientras él causa un enorme daño económico y social al pueblo catalán. Qué caro nos ha salido el dedo del caudillo...