El pasado 27 de abril, el Gobierno aprobó la actualización del Plan de Estabilidad 2018-21 para su remisión a Bruselas. Aquél incorpora un cuadro macroeconómico que detalla la evolución de España durante el período indicado. Ambos ofrecen la película económica de los próximos años y la foto de cómo el ejecutivo ve al país en 2021.

El objetivo del actual y del próximo artículo consistirá en evaluar la percepción macroeconómica del Gobierno y las características de las políticas que tiene planeado realizar para conseguir las metas propuestas. Por exigencia de la Comisión Europea, la prioridad es la conversión del actual déficit público (3,1% del PIB en 2017) en superávit en 2021 (0,1%). Una prelación muy discutible y fruto del dominio a nivel europeo de la ideología neoliberal.

En el período 2018-2021, el ejecutivo prevé un crecimiento económico medio del 2,4%. Aunque el aumento es notable, la estimación me parece conservadora. Mi perspectiva es que el incremento promedio del PIB se situará un poco por encima del 3%. Indudablemente, siempre y cuando no haya una crisis en alguno de los principales países del mundo o un cambio destacable en su política económica. Los mayores peligros los representan EEUU y China, especialmente en los años 2020 y 2021.

En el cuadro macroeconómico, discrepo principalmente en tres variables: la evolución del gasto de las familias, la inversión de las empresas y el nivel de las importaciones. En la actualidad, España tiene un modelo económico basado en las exportaciones y la inversión en bienes de equipo. En los próximos años, de forma progresiva, el modelo variará y se convertirá en más equilibrado.

En el período 2018-2021, el sector público y el privado seguirán caminos opuestos. El primero pasará desde el -3,1% (déficit) al 0,1% (superávit) del PIB y el segundo lo hará desde el 5,1% al -2,6%

No obstante, desde la perspectiva macroeconómica, el cambio no será para ir a mejor, sino a peor. Según mi opinión, el motivo consistirá en que un superávit del país del 2% en 2017 (técnicamente capacidad de financiación) se convertirá en 2021 en un déficit (necesidad de financiación) de alrededor del 2,5%. En dicho período, el sector público y el privado seguirán caminos opuestos. El saldo del primero pasará desde el -3,1% al 0,1% del PIB y el segundo lo hará desde el 5,1% al -2,6% del PIB.

En el período 2018-21, el ejecutivo supone un incremento del consumo privado del 1,8%. Un nivel de gasto de las familias un 25% inferior al del conjunto de la economía. Detrás de la previsión, se sitúa principalmente la creencia de que los salarios de los trabajadores crecerán escasamente. Una expectativa que no comparto.

La mejora continua de los beneficios empresariales, la amenaza de una mayor conflictividad laboral y la falta de mano de obra especializada en algunos sectores darán lugar a que los salarios aumenten significativamente por encima de la tasa de inflación. Una característica que, unida a una elevada creación de ocupación, hará que las familias incrementen su capacidad adquisitiva. Por tanto, una coyuntura que llevará a la mayoría de ellas a notar la recuperación económica, una situación que actualmente aún no sucede.

Debido a ello, mi previsión es que en 2021 el gasto de las familias aumente alrededor del 3,5% y supere el nivel del incremento del PIB. Dicho aumento provocará un gran repunte de las importaciones de bienes y servicios, hará que su crecimiento supere al de las exportaciones y contribuirá decisivamente a que el actual superávit del sector exterior se transforme en déficit.

La economía española en 2021 será diferente a la actual. Desde una perspectiva macroeconómica, peor y más peligrosa. En cambio, para la mayoría de las familias, mucho mejor

La inversión de las empresas crecerá por encima del PIB, tal y como estima el Gobierno. No obstante, a diferencia de lo que éste indica, su crecimiento no se irá desacelerando en los próximos años. Así, el incremento observado en 2021 será más de un 20% superior al de 2017 (5%). La inversión en bienes de equipo continuará creciendo de forma vigorosa (6,5% en 2021), debido principalmente a la elevada competitividad de las empresas españolas y a la existencia de un ciclo expansivo en la eurozona. No obstante, la clave de la discrepancia está en el papel de la inversión en construcción.

La escasa licitación de infraestructuras en los últimos años y el reducido número de viviendas visadas (59.543 en 2016, un 6,5% de las de 2006) han llevado a dicha inversión a un nivel muy bajo. La recuperación del primer factor y un acelerado crecimiento del segundo (350.000 visados en 2021), debido a la extensión del boom inmobiliario a casi todas las ciudades del país y a la mejora de la financiación bancaria de las promociones, lo llevará en 2021 a una situación normal. No obstante, notablemente por debajo del nivel observado en 2006.

En definitiva, la economía española en 2021 será diferente a la actual. Desde una perspectiva macroeconómica, peor y más peligrosa. En cambio, para la mayoría de las familias, mucho mejor. El principal problema será que, si sigue en el poder el PP, el nivel de los servicios públicos no habrá recuperado su nivel precrisis. Un tema más ligado a la ideología del partido conservador que a la escasez de recursos. En el próximo artículo lo trataré.