El anuncio de que Manuel Valls, ex primer ministro francés, nacido en Barcelona, catalanoparlante, defensor convencido de los valores de la UE y por tanto profundamente antinacionalista, podría ser candidato a la alcaldía de Barcelona ha sido recibida por sus potenciales rivales con sorpresa e incredulidad, primero, y preocupación y menosprecio, después. En cambio, su posible candidatura, si no se frustra por las mezquindades de la política y la partitocracia, ha encontrado simpatía y amplio apoyo entre los catalanes no secesionistas sea cual sea el partido constitucionalista al que voten habitualmente.
Veamos las razones y argumentos de unos y otros.
Para sus defensores, Valls tiene la gran virtud de elevar el debate soberanista a nivel europeo. Frente a la Barcelona instrumento de las pretensiones uniformadoras, localistas e identitarias de los soberanistas, Valls encarna una Barcelona cosmopolita, abierta, plurilingüe, cocapital española y ciudad con vocación de liderazgo europeo y mundial. Y es evidente que lo que sea Barcelona está condicionado por lo que sea Cataluña y viceversa.
Por ello, la candidatura de Valls transmuta el debate catalán al darle la dimensión europea que el independentismo siempre ha querido ocultar. El conflicto catalán es una manifestación más del conflicto europeo: vuelta al nacionalismo, de Estado o secesionista, o continuar con la construcción de una Europa unida. Valls permite visualizar lo que ya se puso de manifiesto el pasado octubre: sólo los partidos nacionalistas y antieuropeos están con los secesionistas por compartir su ideologia o por ser compañeros de viaje en su voluntad de destruir o, al menos, debilitar la UE.
Valls aporta capacidad de gestión, liderazgo, contactos de primer nivel en el mundo, imprescindibles para muchos proyectos, y torpedo en la línea de flotación del secesionismo. De entrada no esta mal
Los argumentos de los opositores a Valls no abordan el debate de fondo que plantea su candidatura --ya se llegará-- y se limitan a tratar de desprestigiar su persona. Un argumento reiterado es que es un fracasado por no haber alcanzado la presidencia de la República Francesa. El argumento no merece mucho comentario. Su currículum está a años luz de quienes así le califican.
El otro argumento más repetido, además de considerarlo despectivamente como extranjero, es que no conoce Barcelona y sus problemas. Valls conoce Barcelona, de la que nunca se ha desvinculado, tiene amplia experiencia en la vida local, ha sido alcalde de Évry, y conoce los problemas de las áreas metropolitanas. Pero no nos engañemos. Barcelona necesita gestión, de la que el actual equipo no anda precisamente sobrado, pero sobre todo un proyecto para los próximos veinticinco años que vaya más allá de aumentar el carril bici y limitar el crecimiento turístico o convertirla en la capital de Tractoria. Y para ello Valls me parece un magnífico candidato, capaz de atraer talento para diseñar la Barcelona del futuro y con el liderazgo suficiente para llevarla a la práctica. Barcelona todavía vive de la herencia del gran alcalde Maragall, pero veinticinco años despues ya va siendo hora de un nuevo proyecto ambicioso e ilusionante. Como ya he dicho, espero que la candidatura no se trunque por las mezquindades de la política y la partitocracia. Los catalanes no secesionistas nos merecemos una alegría.
En conclusión: capacidad de gestión, liderazgo, contactos de primer nivel en el mundo, imprescindibles para muchos proyectos, y torpedo en la línea de flotación del secesionismo. De entrada no esta mal.