Un torrente. Aunque cuando escucha la pregunta se toma unos segundos, un silencio que rompe lentamente, para dar rienda suelta a sus reflexiones. Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) ha escrito uno de los libros más sugestivos para entender la transición, con Anatomía de un instante. El expresidente Jordi Pujol, cuando reunía a los periodistas para disertar con largos monólogos en el Palau de la Generalitat, les acababa recomendando el libro. “¿La transición? Lean a Cercas”. Ahora, el escritor, autor de El impostor o El monarca de las sombras, sufre con la situación política en Cataluña. Tiene claros sus principios, y su diagnóstico: “El procés no se entiende sin la derecha catalana y la élite económica de este país”. Su idea es que Artur Mas buscó cubrirse, tras el asalto al Parlament, en junio de 2011. Y que contó con el poder económico para buscar una negociación con el Gobierno que nunca llegó. Cercas atiende a Crónica Global en su estudio en Barcelona, repleto de apuntes, libros y libretas, su espacio de creación.
--Como escritor, desde un punto de vista sociológico, y tras analizar bien la transición y la guerra civil con libros como Anatomía de un instante, Soldados de Salamina o El monarca de las sombras, ¿qué cree que experimenta la sociedad catalana con el proceso soberanista? ¿Hay una voluntad de rehacer comportamientos en la transición o durante el franquismo, visto que en las manifestaciones y concentraciones hay mucha gente mayor?
--Hay mucha gente mayor, sí. Eso lo saben los propios independentistas. Para explicarlo creo que hay muchas razones. Una de ellas es que tienen tiempo, que sienten que no hicieron lo suficiente, no ya en la transición, sino durante el franquismo. Los antifranquistas eran muy pocos, lo decía Vázquez Montalbán, cuando afirmaba que cabían en un autobús. Después hay otra cosa, y es que infravaloramos la importancia del aburrimiento en la historia. En abril de 1968, un periodista francés decía que Francia se aburría, y en mayo del 68 estalla la revolución. Lo explicaba también George Steiner, con la idea del “Gran ennui” como germen de la Gran Guerra, en el siglo XX. Hay gente mayor que, con 65 años, con unos 20 años de vida por delante, han encontrado una utopía, apuestan por una revolución que no les cuesta nada, porque tienen ya la vida garantizada. En la ANC y en Òmnium, hay mucha gente mayor. Algunos independentistas lo han advertido, pidiendo perdón antes de decirlo, para que nadie se enfade, pero esa es una cuestión importante: la gente mayor protagoniza el proceso.
En Cataluña se ha hecho realidad un principio: que infravaloramos la importancia del aburrimiento en la historia
--En concreto, hay muchas mujeres mayores en esas concentraciones con los lazos amarillos, que denuncian los “presos políticos”. ¿Por qué? Desde el independentismo se dice que es lógico, porque durante el franquismo fueron ellas las que más sufrieron y sacaron “el país adelante”.
--Lo que ha ocurrido, entonces, ¿es una falsificación?
--Sí, todo el poder intenta hacerlo. Para controlar el presente, se debe falsear el pasado. Pero nuestra obligación, como ciudadanos, es luchar contra esa falsificación. Debemos mostrar la realidad como es, con todos sus claroscuros.
--¿Se puede decir que antes del inicio del proceso soberanista, la situación en Cataluña era cómoda, que había logrado una evolución enorme, y que no se pensó en un posible deterioro?
--Es que esa situación de cierta comodidad todavía se mantiene, pese a todo. Es la mejor situación de nuestra historia. Cuando una dirigente como Anna Gabriel dice que Santi Vila sería un buen candidato para "un país de ricos, pero no para un país de pobres". se demuestra que no se tiene el mínimo sentido de la realidad. No sabe, y no saben la mayoría de independentistas, cómo funciona el mundo, en qué situación están todos los países. Si Europa es una parte del mundo privilegiada, Cataluña, dentro de Europa, todavía lo es más. Formamos parte tal vez del 3% más privilegiado del mundo. Lo que no se admite es que la crisis económica de 2007-2008 lo cambió todo, comparable a la crisis de 1929. Y que eso provocó reacciones en muchos lugares, con Trump en Estados Unidos o con el Brexit en el Reino Unido. Sin la crisis no se hubiera provocado el proceso soberanista en Cataluña.
Cuando Xavier Trias dice que 'No podemos estar peor' yo digo: ¿pero de dónde sale usted?
--Pero se considera que estamos peor, y que había condiciones que iban a derivar en la actual situación, con ese malestar por el proceso del Estatut, por ejemplo.
--Eso es ignorar la historia por completo. En el peor momento de la crisis, estábamos en el mejor momento de nuestra historia. Si se compara con la situación de 2005, y la crisis posterior, eso no se tiene en cuenta, claro, porque, efectivamente, hay un deterioro importante. Pero no se quiere ver la perspectiva histórica. Una de las cosas que más me preocupan es la dictadura del presente en la que vivimos.
--¿Quiere decir que todo se interpreta en clave de presente?
--Si, y tiene que ver con los medios de comunicación. Su importancia es enorme. Tiene efectos muy positivos, pero también efectos secundarios. Uno de ellos es la capacidad que tienen de difundir la mentira, una capacidad que es mayor que nunca. De hecho, creo que la labor más importante ahora de los periodistas es desmontar las mentiras. Y lo que pasa es que lo que ocurre esta mañana ya es pasado. Y el pasado está en los archivos, que interesa a muy pocos, a gente extraña. Pero sin el pasado, el presente no se entiende. Reflejo ese interés en mis libros. No hago novelas históricas. El pasado me interesa en la medida que pervive en el presente. Es un presente que abarca el pasado, como en Soldados de Salamina. Por tanto, cuando escucho a Xavier Trias, cuando dice que "No podemos estar peor", le digo, pero, ¿de dónde sale usted, qué libros ha leído para justificar eso?
--Se puede hablar del PIB, y luego hay percepciones. ¿Ese es el problema?
--Los datos en 1975, de Naciones Unidas, indicaban que España era un país retrasado, con muchos problemas. También en 1980, pero la evolución ha sido enorme y Cataluña se ha beneficiado enormemente de ello. Eso, creo, no es opinable. Para mejorar debes saber dónde estás. Lo que ha habido es una pérdida del sentido de la realidad, y del vínculo con la verdad y la realidad. Se dice cualquier cosa, y no pasa absolutamente nada.
El escritor Javier Cercas en su estudio en la entrevista con 'Crónica Global' / CG
--Por tanto, ¿considera que hay ‘verdades’, que se deben establecer para poder resolver la situación política en Cataluña?
--Es que hay cosas que son verdad. No se puede decir que España no es una democracia, porque eso no es verdad.
--Usted reflejó en Anatomía de un instante cómo en la transición, pese a todos los problemas, ‘se le dio la vuelta al calcetín’ y España pasó a ser una democracia homologable en Europa.
Proust tiene una gran frase: lo que entra en una cabeza de forma irracional no puede salir de forma racional
--¿Estamos ante un problema en el que la razón tiene las de perder? ¿Es una batalla perdida?
--A corto plazo sí. Es una gran cuestión, ¿qué ocurre con la razón? Hay que ser conscientes de que no se conseguirán resultados inmediatos. Proust tiene una frase perfecta: Aquello que ha entrado en una cabeza de forma irracional, no puede salir de ella de forma racional. Y hay un punto de irracionalidad, provocado en los últimos años, con un clima de emoción superlativa. No hay nada más peligroso que las emociones en la política. Y ha ocurrido lo peor, que tenemos un país dividido en dos. Sin embargo, hay que seguir diciendo la verdad, sabiendo que existe un componente irracional. Existe un factor gregario, de seguir a un líder, como ocurre con Puigdemont. Y eso es lo peor que le puede pasar a un país.
--¿Considera que con el proceso se ha demostrado que la sociedad catalana no estaba tan cohesionada como se propagaba, que no había una sociedad soldada y que ahora se muestra con las distintas identidades?
--Lo que ha ocurrido en Cataluña ha tenido el apoyo de los poderes más importantes. Decir que ha salido del corazón de la gente, no es cierto. La fecha del inicio del procés no es la sentencia del Estatut, eso es una falsedad histórica. Lo demuestra el hecho de que las manifestaciones posteriores no fueron muy distintas a lo habitual. CiU pacta en esos años con el PP. El cambio se produce con el asalto al Parlament, en junio de 2011. Ocurre algo que Jordi Pujol, de hecho, deseaba y es que la gente protestara ante el Palau de la Generalitat o el Parlament, porque eso podía demostrar dónde estaba el poder. Pero cuando lo hicieron fue con un enorme malestar y enfado, como en toda Europa. El Gobierno catalán, es decir, la derecha catalana, proyectó una operación evidente, apoyado por los poderes económicos, por la élite económica de este país, que se apuntan a eso, con su hombre al frente, que es Artur Mas. Eso lanza el procés, para no rendir cuentas por la crisis económica. El culpable es Madrid, el enemigo exterior, un clásico en estos casos. Y todo para ocultar, también, la oceánica corrupción, y repito: oceánica, oceánica corrupción, con la imagen del patriarca maltrecha, con Jordi Pujol. El procés no se entiende sin el apoyo de la derecha catalana y la élite económica. Y lo que pasa es que no tuvieron en cuenta que es fácil, con sentimientos y emociones, sacar a la gente a la calle, pero es muy difícil decirles que vuelvan a casa. Meter al genio en la botella es ahora muy complicado, aunque lo intenten.
--¿Y qué objetivos tenían, en realidad?
--El pacto fiscal, o mejoras, las negociaciones de siempre. La historia siempre se repite. Pero no ha pasado sólo en Cataluña. Ha ocurrido en todas partes. Tras la crisis, han aparecido caudillismos, como tras la crisis de 1929 apareció el fascismo y el comunismo como formas de populismo. Hay que recuperar la frase de Bernard Shaw, en la que apunta que lo único que se aprende de la experiencia es que no se aprende nada de la experiencia.
--Pero, ¿no éramos los más modernos en Cataluña?
--Lo fuimos. Y tal vez lo seamos todavía. Pero eso no te priva de caer en los mismos errores. La historia nos debe servir para aprender, pero no lo hacemos.