La obsesión conspiranoica de los independentistas les ha llevado a exculpar casi a Cristina Cifuentes por ser “una víctima” de las “cloacas del Estado”, como perdonaron la frase machista de Lluís Salvadó, el que proponía para un cargo a la de las “tetas más gordas”, por el mismo motivo. No se dan cuenta de que en el caso de Cifuentes, y en muchos otros, ni siquiera es necesaria la intervención de los servicios de inteligencia, de las cloacas del Estado. Porque la cloaca es el PP. El PP madrileño se basta para desencadenar una guerra sucia contra quien destape la corrupción que envuelve al partido desde hace al menos 15 años y para eliminar al adversario político con los procedimientos más mafiosos.
El inicio de todo fue el tamayazo, la forma en que Esperanza Aguirre accedió en 2003 a la presidencia de la Comunidad supuestamente mediante la compra de dos diputados socialistas. Con motivo de la dimisión de Cifuentes tras la publicación del vídeo sobre el robo de dos botes de crema en un supermercado Eroski, se ha publicado que un empresario había amenazado a un intermediario de la ya expresidenta madrileña con la frase: “No vamos a parar hasta matarla”. También se ha conocido que su antecesor en la presidencia, Ignacio González, se jactaba de tener el vídeo y que había encargado trabajos a la misma empresa que en 2011, año del incidente de las cremas, se encargaba de la seguridad del Eroski de Vallecas donde se produjo el hurto. González ha estado siete meses en prisión por el caso Lezo, el saqueo de dinero público del Canal de Isabel II.
El espionaje, el chantaje y los seguimientos a que ha sido sometida Cifuentes y que recordó al presentar la dimisión solo confirman la existencia de la cloaca. No la exculpan en absoluto
El exsecretario general del PP madrileño Francisco Granados, que pasó dos años y medio en la cárcel por el caso Púnica, se permitió en una de sus declaraciones ante los juzgados desvelar que Cifuentes y González habían mantenido una relación sentimental. Ahora, en su primera reacción tras la aparición del vídeo, recordó una frase que, según dijo, le gusta mucho: “Si buscas venganza, cava dos fosas”.
La que fue durante muchos años la jefa de la charca, Esperanza Aguirre, huyó de agentes municipales de tráfico tras ser sorprendida aparcando en el carril bus, se arrogó la lucha contra la corrupción --“Yo destapé la Gürtel”, es su frase más sonora--, tuvo que dimitir por etapas a medida que iban cayendo sus más estrechos colaboradores y al final se retiró de la política reconociendo que no había “vigilado” lo suficiente.
Estos antecedentes convierten en muy creíble la insinuación de Cifuentes de que ha sido víctima del “fuego amigo” por haber denunciado en los juzgados la corrupción de relevantes miembros de su propio partido, como los mencionados, que se han convertido en sus enemigos. Pero el espionaje, el chantaje y los seguimientos a que ha sido sometida y que recordó al presentar la dimisión solo confirman la existencia de la cloaca. No la exculpan en absoluto.
Cifuentes no puede pretender quedar como una víctima ni en el caso del máster ni en el del vídeo
Cifuentes no puede pretender quedar como una víctima ni en el caso del máster ni en el del vídeo. Le regalaron un máster falsificando actas, sin acudir a clase, sin presentarse a los exámenes y sin redactar ni defender el trabajo de fin de máster. Para encubrir todo eso, mintió hasta decir basta, sin importarle el desprestigio de la Universidad Rey Juan Carlos ni el de la política. Sobre el caso del vídeo, además de denunciar una “campaña de acoso y derribo”, adujo que había sido un “error”. Podía haberse parado ahí, y hubiera sido comprensible. Pero añadió que se trató de un “error involuntario”. ¿Cómo se pueden robar dos botes de crema de forma involuntaria? El añadido de la involuntariedad quita toda credibilidad al discurso y demuestra que hasta en el instante supremo de su sacrificio Cifuentes es incapaz de superar su soberbia y admitir una equivocación.
Mientras tanto, con todo el mundo mirando a Cifuentes, los más listos de la clase, el PNV, se han llevado el gato al agua. Han conseguido la subida de las pensiones según el IPC, dejando en ridículo a Ciudadanos, que apoyaba los presupuestos sin esa concesión del PP. Han aceptado votar las cuentas aunque no se haya suspendido la aplicación del artículo 155 en Cataluña, como habían exigido repetidamente, y se han dado por satisfechos con la promesa de retirarlo cuanto antes. Han salvado así el cuponazo que les tocó en la negociación del cupo y el aumento de las inversiones del Estado en Euskadi en un 32%. No les ha importado nada pactar con el partido de la cloaca.