En múltiples ocasiones, la evolución macroeconómica de un país está más relacionada con la coyuntura económica internacional que con el desempeño del gobierno. Si aquélla le favorece, el ejecutivo ha tenido suerte. Por el contrario, si le perjudica, la desgracia se ha cebado en él.
No obstante, el gobierno solo admitirá la anterior relación, cuando ésta afecte negativamente al nivel del PIB del país. En ocasiones, clamorosos errores de gestión son camuflados a través de dicha vía. En cambio, si la situación internacional beneficia mucho a la nación, el ejecutivo nunca dirá que la nueva etapa expansiva es consecuencia de ella, sino que la atribuirá a su magnífica gestión, aunque no haya hecho nada relevante.
Para la mayoría de gobiernos de países emergentes, la suerte consiste en un elevado y creciente precio de las materias primas, pues éstas constituyen sus principales exportaciones. Es lo que sucedió entre 2002 y 2011, una etapa en la que el precio del petróleo, la soja y el cobre aumentaron en un 317,67%, 154% y 466,26%, respectivamente.
La evolución macroeconómica de un país está más relacionada con la coyuntura económica internacional que con el desempeño del gobierno
Cuando así ocurre, las anteriores naciones perciben un importe muy superior por el mismo número de unidades exportadas. Un aspecto que incentiva a aumentar la inversión en su extracción o cultivo y genera un incremento de la creación de ocupación, el gasto de las familias y el PIB. La expansión resultante lleva a numerosos ciudadanos a pensar que la nación tiene unos buenos o excelentes dirigentes, aunque realmente su gestión sea deficiente.
Algunos ejemplos recientes fueron los Kirchner en Argentina, Correa en Ecuador y Chávez en Venezuela. Ninguno de ellos hizo nada especial para mejorar la competitividad del país ni para aumentar las productividad de sus trabajadores. Por supuesto, tampoco crearon un modelo de crecimiento diferente. No obstante, al aumentar en una elevada medida el PIB, los subsidios otorgados a la población también lo hicieron y una gran parte de la población creyó ver en ellos algo que no eran: unos magníficos gestores.
Entre 2003 y 2011, primer y segundo mandato de los Kirchner, Argentina creció un promedio del 6,4% anual. En el último, 2012-2015, solo lo hizo a una media del 0,4%. Para muchos ciudadanos, el problema del país austral fue la prematura muerte del Kirchner bueno (Néstro). La realidad no fue ésta, sino un profundo cambio en la tendencia del precio de la soja. No solo no continuó subiendo, sino que descendió abruptamente (un 27,91%).
En España, los ciclos económicos también han estado influidos en una elevada medida por la suerte y la desgracia. En mayo de 1997, después de poco más de un año como presidente de gobierno, The Wall Street Journal entrevistó a Aznar. Le preguntó por las causas del milagro español y del renacimiento de una economía que funcionaba mucho mejor que la alemana, francesa e italiana. La respuesta fue fruto del marketing personal y estuvo completamente alejada de la verdad: “El milagro soy yo”.
En España, los ciclos económicos también han estado influidos en una elevada medida por la suerte y la desgracia
En 1996, el nuevo gobierno del PP había adoptado el mismo modelo económico del PSOE. Estaba basado en la creación de empleo vía mejora de la competitividad internacional, la reducción de la inflación a través de la contención de las subidas salariales (las retribuciones de los empleados públicos no subieron en 1994 y 1997) y la disminución del déficit mediante la realización de una política fiscal contractiva. Sin duda, antes y después, un modelo muy adecuado para intentar entrar en la primera fase de la Unión Monetaria Europea.
No obstante, la verdadera clave del magnífico desempeño de la economía española en el período 1994-2000 estuvo en las cuatro devaluaciones de la peseta entre septiembre de 1992 y marzo de 1995. En dicho período, la moneda española se depreció un 28,6% respecto al marco y permitió a las empresas del país aumentar en una elevada medida su competitividad.
Las tres primeras, efectuadas en septiembre y noviembre de 1992 y en mayo de 1993, fueron indeseadas y consecuencia de la crisis del Sistema Monetario Europeo y del elevado déficit en la balanza por cuenta corriente (exterior) de España. La última, de marzo de 1995, no estaba justificada y fue fruto del “efecto manada” de los mercados financieros.
No obstante, sus efectos fueron similares a los de la gloria bendita. Tuvo como causa la crisis de México, país al que no le vendíamos ni comprábamos casi nada, y el nerviosismo de unos inversores que atacaron (vendieron masivamente) algunas monedas con un historial reciente de devaluaciones
La favorable coyuntura económica internacional generó un incremento superior al esperado en 2015
El último episodio de suerte de la economía española tuvo lugar en 2015. En dicho año, el Ministerio de Economía preveía inicialmente un incremento del PIB del 1,8%. No obstante, el obtenido fue del 3,4%, un 88,9% más de lo previsto. El motivo del alza inesperada no fue una política económica diferente ni tampoco una excelente gestión de Rajoy, sino una coyuntura internacional mucho más favorable.
En dicho ejercicio, el petróleo bajó una media del 47,19%, el BCE empezó a comprar deuda pública y provocó una significativa reducción del tipo de interés medio pagado por el Tesoro, el euro se depreció un 10,22% respecto al dólar y el país vivió un gran boom turístico motivado en una sustancial medida por los atentados ocurridos en Turquía y el Mediterráneo Sur.
En ninguno de dichos acontecimientos tuvo nada que ver la gestión del gobierno, fueron simplemente producto de la suerte económica. A partir de aquel año, el país sustituyó una recuperación similar al vuelo de una gallina por otra parecida a la de un avión. Empezó una gran y larga fase expansiva.
En definitiva, en una elevada medida, la bonanza o desdicha macroeconómica de muchos países durante un período específico no viene determinada por la actuación de su gobierno, sino que es consecuencia de la coyuntura económica internacional. Una buena gestión permite una reparto equitativo entre los ciudadanos de los beneficios y perjuicios, prepara al país para salir más rápidamente de una crisis o consigue que sea menos vulnerable cuando ésta llegue. Sin embargo, difícilmente convierte una recesión en una expansión.
No obstante, los políticos utilizarán el marketing para vender que todo lo bueno que sucede es consecuencia de ellos y todo lo malo culpa de fuera. El problema no es que lo digan, sino que muchos ciudadanos realmente se lo crean.