José María Portillo (1961), catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad del País Vasco, acaba de publicar Entre tiros e historia (Galaxia Gutenberg) sobre cómo se acabó redactando el estatuto vasco y la influencia de ETA, que incrementaba su presión con más muertos en las calles. Portillo se adentra en la cuestión catalana, en una entrevista con Crónica Global, y señala que la reforma en clave federal de la Constitución puede ser la mejor vía, tanto para las dos comunidades históricas, Cataluña y el País Vasco, como para el conjunto de España. Pero tiene claro que, a pesar de lo que se diga en público, "el Gobierno vasco respiró aliviado con la aplicación del 155 en Cataluña", y que no se ha entendido, en el conjunto de la sociedad vasca, lo que ocurría en Cataluña. 

--Usted señala en el libro una de las cuestiones que más sorprende, visto ahora, con los debates actuales en Cataluña, y en el conjunto de España,  y es el papel de la izquierda en los asuntos del nacionalismo. Dice que elevar al pueblo vasco como sujeto constituyente fue defendido por la izquierda vasca, aunque lo compartió, claro, el PNV. ¿Cómo se explica la posición de la izquierda, mirando también a Cataluña?

--Sí, a mí me sigue sorprendiendo que partidos como Podemos se definan como un grupo político confederal. Siempre he entendido que eso, el confederalismo, es algo propio de conservadores y antiliberales, del carlismo en Cataluña, o propio de los estados sudistas en Estados Unidos. El federalismo ha sido propio de la izquierda española, y, principalmente, de la izquierda catalana. Cuando los Comuns dicen que son confederales, me impresiona. No lo entiendo, y tiene que ver con la asunción de la soberanía del pueblo A o del pueblo B, mientras no sea del pueblo español, claro. Esas soberanías les parece bien. A mi también si es en el marco justo y solidario que marca el federalismo, pero no en otra fórmula.

--¿Se puede decir, como explican algunos autores, con esa misma expresión, de que la izquierda compró, desde la transición, una “mercancía averiada”?

--Sí, y está entretejida con el derecho de autodeterminación. Lo que ha pasado es que los pueblos son una especie de substitución de la clase obrera. Es lo que hace la CUP en Cataluña, y eso está fuera de la tradición, porque eso es propio del nacionalismo y del confederalismo.

La mejor Constitucion es la que no gusta a nadie, se debe conseguir un terreno común para todos

--¿Lo que ocurrió con el plan del lehendakari Ibarretxe fue un error que no se repetirá en el País Vasco?

--Tal y como se intentó no se va a repetir. No era un plan tan desafiante como ahora en Cataluña, pero parecido. Topó, por fortuna, creo, con un presidente como Rodríguez Zapatero que le dio cauce en el ámbito parlamentario, como tocaba, y se desarticuló.

--¿Cree que se debería acelerar la reforma de la Constitución, de la que se habla pero nadie es capaz de iniciarla?

--Hay una idea, y es que sí, se debe impulsar cuanto antes para no ir bajo el impulso de los nacionalistas. España, en su conjunto, debería aportar sus propias propuestas, no debemos escuchar sólo lo que llegue del País Vasco o de Cataluña. Y se debe tener en cuenta, al mismo tiempo, lo que sucede en esas dos comunidades. En Cataluña, ya fuera un 20% el porcentaje de independentistas, se debería prestar atención, y son un 45%. No se puede mantener por más tiempo esa situación. Como dijo Zapatero, la mejor Constitución es la que no le gusta a nadie. Eso es bueno, que se logre un terreno común para todos, aunque a nadie le apasione especialmente. Se debe lograr un suelo que se pueda pisar colectivamente.

El 155 se debía haber aplicado el 6 de septiembre, para no renunciar a tener estado en Cataluña

--¿Cree que aplicar el 155 fue la mejor opción en Cataluña?

--Yo lo que le digo es que el Gobierno vasco respiró aliviado con el 155, aunque se dijera otra cosa en el Parlamento vasco, o de forma pública. Se llegó a una situación muy complicada. Yo creo, además, que el 155 se debía haber aplicado el 6 de septiembre, y el Gobierno no quiso en ese momento. Luego lo hizo bien, acotando el 155 a la convocatoria de elecciones. Pero o se aplicaba el 155 o renuncias a tener Estado en Cataluña. Lo curioso es que ese artículo es catalán, porque como venía redactado de la ponencia constitucional fue reformado por una enmienda de minoría catalana, de CiU, y de la Entesa.

Entre tiros e historia, el libro de José María Portillo

 

--En el País Vasco, ¿no se juega a un ‘como si fuera’, como si Euskadi ya fuera un país independiente?

--Es una economía exportadora, aunque no se pierde el mercado español de vista. Es cierto. Pero el tipo medio vasco, la sociedad vasca en general, se siente más implicada con España de lo que parece. En primer lugar porque medio millón de personas, en un territorio de dos millones, procede de otros lugares de España, de Andalucía o de Extremadura. Y tenemos mucha más vinculación con el mundo español.

El tipo medio vasco tiene mucha más vinculación con el mundo español de lo que se cree

--¿Cómo explica la hegemonía casi total del PNV? ¿Tiene que ver con sus políticas sociales, además de por su defensa de la identidad?

--El PNV no es hegemónico en 1977, pero, en cambio, en 1979 ya tiene una fuerte presencia, y el 64% del parlamento vasco es nacionalista. La experiencia acumulada le permite ser el único partido en toda España al que la crisis no le ha laminado. Se temió con Podemos, cuando ganó en las generales de 2015, pero se esfumó. La cohesión social es importante, no cabe duda, con políticas sociales importantes. Pero prima la tradición de autogobierno, de gobierno del territorio por el territorio, por las Juntas Generales, por el poder local, eso fructifica con el tiempo, y ahí está siempre el PNV.

--¿Hay que darle algún canal al derecho de autodeterminación, pensando en que algún día puede haber mayorías independentistas claras, siguiendo la sentencia del Tribunal Supremo del Canadá?

--En Canadá, con una supremacía de los parlamentos, como ocurre también en el sistema británico, se deriva hacia un referéndum como salida. Pero no creo que sea una virtud. Es un déficit, porque no permite discutirlo. Es decir, creo que es más democrático ofrecer diferentes preguntas, un menú variado, no preguntas binarias. Lo que defiendo para España es un consenso sobre qué se quiere hacer, y eso ahora es difícil, porque se funciona a base de golpe de voto. Se necesita que el centro, no sólo en las periferias, proponga algo, una salida que se pueda debatir, como ocurrió en la transición. Personales como Felipe González o Adolfo Suárez, que tuvieron arrojo para proponer salidas. Lo que hay que hacer primero, en todo caso, es desinflamar para poder intervenir, anunciar que se irá hacia esa vía, que antes decíamos que podía ser una reforma constitucional en clave federal, podría ayudar a desinflamar.

Quien acabó con ETA fue un socialista como Rubalcaba que apretó dónde tenía que hacerlo

--En el País Vasco, como se precisaba antes, no se ha apostado mucho por la vía catalana, ¿no?

--En el País Vasco se ha visto con simpatía, pero no se han exhibido tantas esteladas como se pensaba. Todo está hegemonizado por el PNV, y éste lo ha visto con gran preocupación, con un apoyo público a los independentistas, pero con un gran temor, teniendo en cuenta que el PIB del País Vasco es de 65.000 millones, frente a los más de 200.000 millones de Cataluña, y que cualquier movimiento tiene repercusiones. Además, el PNV no alcanza a entender la evolución de CIU. Para sus dirigentes, quienes han cambiado son ellos, los nacionalistas catalanes.

--El PNV, realmente, da para mucho, ¿jugó con honestidad en la transición, al no posicionarse a favor de la Constitución?

--Le permitió jugar a dos bandas. Pidió la abstención, y eso le permitió jugar en el campo institucional, sin rechazar el proceso, que permitió el Estatuto vasco. La disposición adicional en la Constitución aparece prácticamente igual en el Estatuto, como se quería previamente, y le permite gobernar sin ganar las elecciones, que ganó el partido socialista.

--¿Eso fue un error?

--Para mí fue una metedura de pata de los socialistas como una casa. Le escuché una vez a Felipe González, en un mitin en Ermua, que quien gana gobierna, pero no se lo aplicó. Se apostó por esa idea, de la UCD y del PSOE, de que en la medida que se contentaba al nacionalismo se acabaría con ETA, cuando con ETA acabó un socialista como Rubalcaba, que apretó dónde tenía que hacerlo.